día mundial del alzheimer
Testimonios de cuidadores del Alzhéimer en Córdoba: «Es muy cruel, estás muerto en vida»
El presidente de la asociación San Rafael, Manuel Blasco, confiesa que su trabajo tiene también «su parte egoísta por la satisfacción que recibes»
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Córdoba
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Iniciar sesión«El otro día fue nuestro aniversario. Llevamos 28 años juntos. Para celebrarlo, en la residencia nos prepararon la mesa con la comida; y yo le llevé su ramo de flores para comer juntos. Él comió bien, se tomó su cervecita sin alcohol y ... le puse música. El merengue que sonaba cuando nos conocimos. Se puso de pie, me estiró las manos y estuvimos bailando».
«Esa sensación de felicidad que él tuvo me la llevo conmigo para siempre. Eso es lo que debemos disfrutar las personas que tenemos una persona así cerca». El 21 de septiembre se conmemora a nivel internacional el día mundial del Alzheimer, la enfermedad que padece la pareja de la cordobesa Rosario Rubio desde hace tres años. Es una afección que desgasta física y mentalmente a quién la padece y a los que la rodean. Para ella, es una enfermedad «muy cruel».
«Mi pareja empezó a tener despistes y después de pasar por hospitales decidimos ir a la residencia San Rafael que gestiona Córdoba Alzheimer. Al principio me costó aceptarlo, porque es complicado, pero finalmente su pareja está bien cuidado en una residencia de Espiel aunque Rosario sigue ligada a la Asociación San Rafael de Alzheimer.
Cada semana, Rosario va a terapia porque «me siento bien allí, me siento reconfortada, me ayudan a poder llevar esto porque es bastante duro y hasta que no te pasa, no lo entiendes». Con los primeros síntomas, recuerda que «veo cosas extrañas y tú no sabes como actuar. Despistes en el coche, pero eso nos pasa a todo el mundo, no le das importancia».
Pero una vez que avanza, Rosario se alertó con cosas que nunca había hecho su pareja como «amenazas o insulto», algo «que no había hecho nunca». «Empiezas a ver cosas que no te cuadran y él era consciente por momentos de que algo le pasaba. Cuesta asimilarlo porque pasas de una felicidad inmensa a situaciones muy complicadas».
Con su grupo de terapia en la Asociación San Rafael intenta ayudar al resto de familiares para que «entiendan que el paciente no hace las cosas así a propósito. Hay que aceptarlo aunque cuesta mucho. Al principio, estuve un tiempo en el que no quería comer, ni hablar por teléfono con nadie. Fue un golpe duro», comenta Rosario.
A su juicio, «la gente no está concienciada porque todas la enfermedades son crueles, pero el Alzheimer es estar muerto en vida. Él está muerto, él no vive». Ella recomienda ir a terapia: «a todo el mundo se lo recomiendo, que vayan a terapia y que busquen personas que tengan el mismo problema porque si yo hablo con un vecino y no tiene ese problema, por mucho que me quiera ayudar, no te entiende».
De su pareja asegura que «ya está totalmente perdido, no sabe quién es ni nada, está perdido por completo. No sabe leer ni escribir aunque su nombre sí lo sabe porque en su habitación lo lee: José Rubio». A Rosario le gustaría saber «qué sienten ellos. Me ve, me sonríe, pero se le va de la cabeza enseguida».
Se mantiene firme en su idea de que los familiares «vayan a grupos e terapia, que comprendan al paciente, es importante entenderlo». Rosario se siente «reconfortada» con la Asociación San Rafael. «Mi marido ya no está allí, pero yo sigo haciendo terapia. Y si alguien necesita ayuda, yo estaré ahí para brindársela cuando sea necesario», apuntilla.
«La labor de información a los familiares es vital para enseñar qué pueden a hacer o qué necesitan ante un caso así»
Manuel Blasco es el presidente de Alzheimer Córdoba, que gestiona la residencia San Rafael en la capital. Con capacidad para 60 usuarios y con el objetivo de ampliar «cuatro plazas más». Lleva dos años en el cargo y confiesa que «este trabajo deja una enorme satisfacción. Somos un grupo de 60 trabajadores, tiene que haber una buena conjunción entre nosotros».
Además explica que «estamos inmersos en una campaña de captación para socios, pero es poco dinero. No queremos ser una carga para nadie, solo que haya un apoyo social». A su juicio, «tenemos una residencia excepcional, con personal cualificado, pero todo conlleva unos gastos».
Sobre los trabajadores de la residencia, asegura que «no solo sirve que estén bien mentalmente, es acompañar a una persona con cariño, con amor y con ternura». Sin duda, eso es «lo que más valoran los familiares y el propio usuario». El sentirse en su propia casa. «El usuario está en su casa, en la residencia como el que está en su apartamento en la playa», explica.
También intentan acompañar a los familiares que se sienten perdidos ante una enfermedad así. Manuel reconoce que «tener a una trabajadora social con nosotros nos hizo abrir los ojos y decidimos que debíamos tener una labor de información, qué se puede hacer o en qué podemos ayudarles Es un servicio totalmente gratuito para todos los cordobeses».
Con cariño, el presidente recuerda como «conocer a los voluntarios es algo que te emociona y te das cuenta de que todo esto tiene una parte egoísta por la satisfacción que sientes al poder ayudar. Una vez que lo pruebas, al final te enganchas».
La asociación ofrece, tras los primeros síntomas (o incluso de forma preventiva) talleres de memoria aunque eso no implique «que no vayas a tener alzhéimer». Manuel cuenta la historia de un hombre «que llegó muy mal, pero que habla ahora como si estuviese en su casa, ha encontrado aquí una tranquilidad que le ha permitido mejorar sorprendentemente».
Los talleres que realiza el centro no son la panacea para la enfermedad porque, por desgracia, «esto no son matemáticas, pero sí ayuda a retrasarlo lo máximo posible y que queden más recuerdos intactos», comenta Manuel. El Alzheimer sigue siendo una de las enfermedades más caóticas por lo que produce en el paciente y el destrozo que hace en una familia.
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