Análisis

Sumar, el PCE, Anguita

El Partido Comunista de-toda-la-vida-de-Dios ha ganado la pelea táctica a Podemos con otra marca blanca

Yolanda Díaz entierra a Podemos y lanza Sumar: «Quiero ser la primera presidenta de España»

Yolanda Díaz, cabeza de lista de Sumar Isabel B.P.

El Macero

Córdoba

Está por escribirse, y cualquier momento es bueno, el ensayo sobre la influencia de José Antonio, como si hubiese otro, en las tesis de Julio Anguita, fallecido alcalde de Córdoba y exsecretario general del PCE. No hay que echarse las manos a la cabeza. ... Por extracción familiar, edad y trayectoria, Anguita estuvo expuesto a las ideas de Primo de Rivera junior, que marcaron, quien más quien menos, a varias generaciones. La impronta 'joseantoniana', ese aire, siempre fue objeto de chanzas entre sus colaboradores más directos, que no son los que le canonizaron. A Julio, obviamente.

Anguita nunca tuvo apego al concepto de partido clásico salvo cuando se hablaba del comunista, se entiende. A Izquierda Unida, su gran invento, le llamó siempre «movimiento político-social». Movimiento es la palabra que Franco le casca por decreto a la unificación forzada de Falange, las JONS y todo el que fuese admitido a la mesa de la dictadura bajo la condición de no llamarse «partido». Sumar, el invento nuevo, ha sido bautizado, en fin, como Movimiento Sumar. Sea eso lo que sea. Podría habérsele llamado Deliplús, pero estaba pillado por los de Mercadona.

La historia no se repite, pero rima, que escribió Mark Twain. El PCE ya intentó presentarse ante el pueblo en los cuarenta del pasado siglo, posguerra pura y dura, con el nombre de Unidad Nacional Española. Hasta periódico clandestino tuvo el invento, de nombre 'Reconquista', que ahora identificaríamos con Vox. Lo que es la vida.

Sostuvo Anguita en su táctica electoral que, si el PCE era marca dañada para presentarse a unas elecciones, había que emboscarse en unas siglas controladas, un Hacendado de la política, para llamar a las urnas a quienes nunca iban a votar al partido, por comunista y antiguo. Más que un chotis.

Hete aquí que lo que ha pasado es un triunfo del PCE, el primero en décadas. Sumar es una nueva marca blanca como lo fue Convocatoria por Andalucía, el experimento anguitista originario, o la propia IU, su producto nacional. Podemos creció hasta donde le daban las costuras y no ha aguantado la praxis del poder sometido a una guerra interna inmisericorde, a una agenda política no compartida por el votante y al error bestial generado por el 'sí es sí', que explica el matarile de Montero.

Tocaba nuevo envoltorio, celofán, construido sobre la figura de la Rosa Aguilar de ahora, Yolanda Díaz. La vicepresidenta retocó apenas la ley laboral (digan lo que digan por ahí), se le da bien la frase corta y ha sido inmisericorde con las jóvenes turcas de Podemos. Tiene labia aunque no diga gran cosa de interés. Puede valer.

El poder del PCE

La realidad es que el viejo PCE se ha reconciliado con sus antiguas terminales nacionalistas y le ha hecho la cama a lo que quedaba de la dirección morada en Madrid. Territorios como Córdoba, donde presentan al secretario general del PCE, Enrique Santiago, jefe del ala izquierda-izquierda que perdía siempre, explican por qué. Podemos nunca fue nada fuera de Madrid. Sus dirigentes eran como las antiguas pegatinas de la 'Súper Pop': buenas para ponerla en la carpeta escolar pero inservibles en el día a día. El 'star system' no pega carteles, ni consigue actas de concejal en La Granjuela. Las primeras palabras del candidato cunero han sido un homenaje a Ernesto Caballero, guardián de las esencias del antifranquismo clandestino. De cuando el partido era 'el partido'.

El PCE tenía y tiene el gran poder en su mano: la caseta en la Feria. Pueden ponerse los politólogos de Madrid como quieran pero partido que no es capaz de montar carpa en El Arenal (y quien dice El Arenal, dice en cualquier fiesta patronal), ni es partido ni es nada. De forma que asistimos, con Sumar, a la enésima emulación anguitista (italianizante) de los comunistas españoles realizada sobre el vacío estructural de Podemos, que siempre fue vanguardia sin militancia, y el revival de Izquierda Unida, del partido, de lo de toda la vida. El movimiento, otra vez.

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