El reino de Camelot

Gobernada por el rey Arturo y sus caballeros, aquellos hombres en los que más confiaba y eran fieles a él y al reino, donde las decisiones se tomaban en torno a una mesa redonda, que simbolizaba igualdad en el nivel de los sentados, y unión en el interés común de la ciudad. Ningún caballero que fuera miembro de esta Orden podría hacer actos ilegales, deshonestos o criminales.

El rey Arturo accedió al trono al ser capaz de sacar una espada de entre las rocas, hecho que hasta entonces nadie había conseguido; comenzó sus primeros años de gobierno pacificado el país y llevando la prosperidad para sus habitantes, ganándose el respeto de éstos y el temor de sus enemigos.

La leyenda del rey Arturo y su reino de Camelot , es la referencia sin duda, de todo buen gobernante, de hecho los Kennedy se identificaron totalmente con el mito; decía Jacqueline : «Habrá grandes presidentes nuevamente, pero no habrá otro Camelot». Aludía claramente al poderoso elixir de la ilusión de toda una nación como la americana, en que las cosas pudieran ser perfectas, en el desarrollo máximo de un país tanto en lo económico como en lo cultural, no obstante, la traición hervía pero esta vez no en Ginebra. ¿Por qué son importantes las leyendas y los mitos? Porque enseñan e inspiran a generación tras generación y trasponen situaciones en el espacio-tiempo acelerando la evolución del ser humano, puesto que si has leído sobre una situación sabrás sobre ella y reaccionarás antes y mejor, que si te pilla de primeras.

Por eso es muy importante la lectura en los jóvenes para formar ciudadanos inteligentes y rectos, y futuros gobernantes preparados cuyo único interés sea el bien de sus gobernados, lo que llamaríamos la búsqueda del Santo Grial , la llama de la evolución, el impulso a la mejora de cada generación de seres humanos.

Pero aquí nos hallamos, en Córdoba, a 43 grados, en un país mal gobernado por Mordred , lleno de la magia negra de la propaganda torticera y de los hechos impuros, con los caballeros autonómicos atomizados sin voz ni voto, salvo dos que son los malos, y sin ningún Arturo a la vista.

¿Qué podemos hacer en el Camelot cordobés? Replegarnos a la isla de Avalon, repensarnos, ver si de esta crisis podemos salir solo con hoteles de 5 estrellas que no tendrán oferta de ocio nocturno que los justifiquen, ningún río navegable y limpio que la haga adorable por las noches, ningún complejo de ocio en el Cordel de Écija porque los empresarios se marchen hastiados, ninguna sierra señalizada y limpia con rutas por las almunias y yacimientos arqueológicos, ningún modelo de ciudad que atempere el calor axfisiante de los veranos, ninguna industria farmacéutica potente que complemente el modelo sanitario más avanzado de Europa en el tratamiento del cáncer y en la traumatología biotecnológica, donde los implantes con materiales punteros sean únicos, ningún complejo puntero de distribución y logística en la era de los pedidos por internet, ninguna buena apuesta por la investigación de la universidad conectada a la empresa privada que nos facilite soluciones a la depuración del aire y del agua, a las plagas de la seca y la mosca blanca , a los materiales que generen energía eficazmente... Y cuando definamos ese Camelot, sentar a los caballeros idóneos, más justos y preparados alrededor de la mesa del Consistorio, y no parar de remar en la misma dirección hasta que dentro de unos años Córdoba sea una ciudad con futuro y podamos sacar de nuevo a Excalibur del lago, cuando ya estemos preparados.