La cera que arde
La vaca
Tampoco es necesario ser el tío raro que atropella reses
Rosa Aguilar, durante la presentación de la lista socialista al 2-D
EL sábado pasado me encontré con una vaca. Esto en sí mismo no es un hecho significativo salvo que yo circulaba por la N-432 y lo hacía en un turismo. La vaca no. Ella iba a su bola. ¿Qué hacía yo cerca ... de Cerro Muriano ? Sinceramente no lo sé. A veces conduzco por inercia porque ya me he habituado. Llevo una vida muy loca y emocionante sobre cuatro ruedas buscándome la ídem y aunque respeto los límites de velocidad, procuro ir más rápido que el Estado y el Ministerio de Hacienda , nuestros verdaderos perseguidores. El caso es que allí estaba la vaca, delante de mí, un atropellador de vacas en potencia. Lo que me faltaba para aumentar mi leyenda: el tío raro que mata vacas.
Una vaca de Cerro Muriano no es una vaca cualquiera, porque tiene, no vamos a negarlo, cierto porte marcial . Nada que ver con la cantidad de cabestros que me encuentro por la carretera, que llevan gorra de CR7 y coche alemán. A esos los tengo relativamente controlados y los dejo que lleguen antes que yo al tanatorio. Ésta en concreto estaba un poco canija, pero es que la presión fiscal afecta sobremanera a los mamíferos españoles y más que nos va a afectar. Teniendo en cuenta cómo está el gasoil de precio, atropellar a una vaca cordobesa es como una faena de Morante de la Puebla vestido de dandy, una faena un tanto snob pero de elevada factura, y aunque yo soy más rockero que de Silbón , tengo que reconocer que cuando arrollo a una res lo realizo con cierta elegancia. Pero no lo hice: aún me quedan reflejos de cuando me daban puñaladas traseras y yo sonreía. Creo que el animal sobrevivió a su asfáltico paseo, dio algunos sustos de jálogüin con retraso y un disgusto a los padres que tuvieron que explicarles a sus hijos que, en efecto, la leche que toman, sale de bichos como ese, que no les produce ningún dolor y que las ordeñadoras automáticas , aunque pueda parecer lo contrario, no son heteropatriarcales y sí sostenibles. Además de la importancia de la trazabilidad láctea que el mundo moderno nos ha proporcionado.
Con el susto aún en el cuerpo, me fui a la Fuensanta . ¿Qué por qué? Tampoco lo sé; me dejo llevar por mis impulsos y mi instinto y en ese momento necesitaba un soplo de aire fresco para rebajar la tensión. Estaban con el mercadillo allí y lo que pasa en los mercadillos es que te puedes encontrar con los gayumbos Galvin Plein , las zapatillas Apidas o los sujetadores Elmani. Pero no, que me encontré con Rosa Aguilar en sí misma y su paseo preelectoral. Dicen desde el PSOE que le han dado un soplo de aire fresco a su lista electoral con lo cual deduje que mi instinto no me había engañado, pero sinceramente, encontrarte a una vaca en la carretera de Cerro Muriano y a Doñarrosa en un mercadillo en el mismo día es demasiado para un contribuyente autónomo como un servidor.
Acto seguido tiré para Cardeña , a ver si se me cruzaba un lechón y esa noche cenaba antidepresivo ibérico . Pero no tuve suerte. Me quedé pensando en las veces que se nos va a cruzar nuestra Rosa en el camino. Y me tomé un ibuprofeno .
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