«La tierra para quien la trabaja», el grito de los agricultores de Córdoba contra las sucesiones

Alfonso Palomares ha cumplido una edad en la que es inevitable hacerse preguntas acerca de qué va a pasar con la prole cuando él se retire a una segunda línea de la empresa familiar o cuando él falte. A sus sesenta y dos años se precia de haber conseguido ganarse la vida con las propiedades agrarias que tiene en Villafranca y en El Carpio. «Mi hijo ya me echa una mano y bien echada en el campo y la niña está metiéndose poco a poco , quiero que se hagan con aquello, pero la verdad es que ves cuánto dinero vamos a tener que pagar cuando les deje todo y te entra la depresión, porque es un dineral...», comenta el hombre mientras Elena, su hija, asiente a su lado. «Claro que a mí me gustaría dedicarme a lo que se ha dedicado mi familia desde siempre... El problema es que nos lo están poniendo muy difícil» , indica la muchacha, de unos veinte años. «Sí... porque la ‘multa’ que nos caería a nosotros sería de unos doscientos mil euros . Tendremos que vender una parte de la parcela para poder pagar esa suma», completa el hombre con pesadumbre.

«Yo lo que no sé es si esta gente, Susana y los suyos, se creen que por tener dos palmos de tierra somos unos señoritos a los que nos sobra el dinero: aquí somos trabajadores que nos hemos dejado la salud en nuestra tierra, trabajándola de día y de noche , dando empleo al pueblo muchas veces, y resulta que así es como nos lo pagan: saqueando los ahorros de nuestra vida para quedárselos para sus cositas». Quien así se expresa es Pedro Guzmán, de quien consta en el Registro de la Propiedad, según su testimonio, una finca de extensión considerable en el término municipal de Montilla. «¿Qué se cree Susana, que somos la Duquesa de Alba, que en paz descanse?», bromea este sexagenario viudo desde hace veinte años. «Puri, mi esposa, me decía que un campo bien trabajado era un seguro de vida . Y ahora ni siquiera se lo puedo dejar a mis dos mellizos porque no tenemos los 132.000 euros que nos piden por la operación. ¿Hay derecho a esto?», se desahoga el hombre. Escucha la conversación Juan Cano, un vecino de Córdoba con sendas fincas en Almodóvar del Río y en Lora. «Lo mío son cuarenta hectáreas en cada parcela , en las que tengo plantadas naranjos y olivos. Estos años la cosa me ha dado para vivir, unas veces mejor y otras peor, pero para vivir. Y cuando llega la hora de la jubilación, que aquí donde me ve tengo setenta y dos años de almanaque, viene la Junta a poner la mano tonta», se queja con amargura.

El caso de Encarnación López es más extremo si cabe. «Tenemos tres hijos y dos de ellos son minusválidos , pero aún así el impuesto es el impuesto... Trabajando desde hace cincuenta años en nuestra finca de Guadalcázar para vernos como nos vemos por el capricho de los políticos... ¿Es que no se dan cuenta de que se están portando muy mal con gente que ha puesto mucho de su parte para que todos salgamos adelante? ¿Es que no saben eso de que la tierra es para quien la trabaja», protesta.