EL DEDO EN EL OJO

En tierra hostil

Córdoba es tan violenta por los machistas que las autoridades han tenido que declarar la zona libre de violencia de género

Manifestación contra la violencia de género en Córdoba R. CARMONA

Era la primera vez que lo veía. A pesar de haber pasado por allí varias veces no me había percatado de su existencia. Se encuentra a la entrada de la avenida de Cádiz , anclado sobre un seto y luciendo esplendoroso en una chapa ... metálica. El caso es que se me heló la sangre cuando lo leí: «Córdoba libre de violencias machistas» , decía. Las manos empezaron a temblarme sobre el volante porque, de un modo u otro, me hizo tomar conciencia de que me estaba adentrado en un territorio hostil : de repente Córdoba se había vuelto tan violenta que las autoridades debían apelar a los buenos sentimientos de los ciudadanos para evitar que los machos de la ciudad recurrieran masivamente a la violencia contra las mujeres como, según daba a entender aquello, estaba sucediendo.

Al detenerme en el semáforo noté la presencia a mi derecha de un conductor macho que me miraba con cara desencajada mientras esbozaba una sonrisa que dejaba entrever su diente de oro. Pero al comprobar que en mi vehículo no había mujer alguna , siguió su camino, posiblemente a la caza de alguna fémina que llevarse a la boca.

Con la intención de reponerme de la impresión de todo aquello me detuve a tomar una tila para intentar templar mi ánimo. La terraza de aquel bar estaba concurrida y muchas de sus mesas estaban ocupadas por algunas parejas. La zozobra y el temor que desde hacía unos minutos me estaban produciendo las «violencias machistas», me hizo poner atención a la conducta y actitud de los machos que estaban allí sentados. Tenía el teléfono a mano con el número de la policía marcado para solo pulsarlo si hiciese falta. Cuando aquella servicial empleada me trajo la infusión evité mirarla a los ojos por no incomodarla, pero también para evitar ser tenido por uno de aquellos machos violentos que, como plaga, han ocupado la ciudad . A mí a comprometido no me gana nadie y en ese momento ya estaba aliado con la causa feminista : la toma de conciencia de la existencia de una desatada y generalizada agresividad varonil me hizo tomar partido rápidamente.

Llegado al organismo al que me dirigía aquella mañana, sentí estar en zona segura porque todas y todos las y los trabajadoras y trabajadores parecían gente muy concienciada . Así se desprendía de la cartelería que albergaban las paredes del edificio donde se podían leer frases del tipo «No quiero sentirme valiente cuando salga a la calle, quiero sentirme libre », «Este cuerpo es mío, no se toca, no se viola, no se mata », «Si te retienen, insultan, atacan, pegan o amenazan, no te confundas. Eso no es amor »,... ¡Sí, allí se respiraba compromiso y seguridad! Venciendo los deseos de permanecer a resguardo en aquel edificio me vi obligado a salir a la calle para encaminarme a mi siguiente destino.

El instituto de secundaria en el que ahora me adentraba parecía también un buen sitio porque las y los alumnas y alumnos participaban en Gymkanas para la igualdad y elaboraban comprometidos mensajes contra la LGTBIfobia y a favor de la equidad de género. No obstante evité posar mi mirada sobre el cuerpo espectacular de una bella profesora que pasaba en ese momento a mi lado. Reprimiendo el furor de la biología miré hacia otro lado y me dirigí raudo hacia un rincón para autocastigarme. Volví a considerar de nuevo la posibilidad de la reproducción humana por esporas.

Justo en esa escena sonó el despertador. Tenía que ir a trabajar. Había sido solo una pesadilla.

Pero solo dos horas después volví a pasar por el sitio. Y el cartel estaba allí...

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