Testimonios del cáncer de mama en Córdoba: «A veces nos hace daño que nos llamen heroínas»

Una serie de poemas e ilustraciones se trenzan a lo largo de la exposición con los conceptos de un diccionario muy particular, que acerca al visitante al significado que tienen para las enfermas de cáncer palabras como « enfermedad crónica », los alegatos que las animan a « no rendirse » o la incertidumbre del « mañana ». Según Nerín, el objetivo de la exposición también es ayudar al entorno de las pacientes a comunicarse con ellas, porque «no siempre saben hacerlo».

No es, desde luego, el caso de Concha Ramírez. Su familia ha aprendido a marchas forzadas a convivir con el cáncer, tanto con el suyo propio como con el que se llevó a su hija hace ahora cuatro años. « Hemos aprendido a vivirlo sin agustia . No sirve vivir permanentemente agobiado, ni ponerse en contra de la enfermedad, porque no se puede hacer nada», explica. Ella fue una de las protagonistas del acto con el que el Hospital Reina Sofía inauguró ayer la exposición y conmemoró el Día Mundial del Cáncer de Mama , reuniendo a pacientes de Oncología con el hilo conductor de la música. Y es que, desde que le diagnosticaron el cáncer hace ya diez años, a Concha le dio por cantar . La salud la retiró de sus aficiones deportivas, pero a cambio la animó a retomar una pasión de la infancia que había quedado sepultada bajo las obligaciones y rutinas de la vida adulta. Ahora regala al público su voz en el coro de la Catedral, en el de Ópera y el Orfeón, donde se lo pasa «estupendamente».

En su caso, la enfermedad supuso en cierta manera un despertar. «Te das cuenta de que es tuya, que tú haces todo lo posible y los demás también, y a pesar de eso no sabes cuánto te queda, aunque en realidad ninguno lo sabemos. Entonces empiezas a prestarle atención a cosas de las que antes pasabas, o ves que le estabas prestando demasiada a otras que en realidad no la merecen », afirma.

Algo similar le sucedió a Eva María Ortiz. «Es triste que tenga que pasar algo así para aprender a ser feliz con lo que tienes», cuenta, dos años y medio después de que su diagnóstico diera el pistoletazo de salida a un camino del que ya habla en pretérito perfecto. Llegó por primera vez a la consulta de su médico de cabecera tras notarse un bulto en el pecho mientras estaba en la ducha, y más por precaución que con miedo. «Me dijeron que podía ser por la menstruación, que esperara unos días y observara si evolucionaba. Pero pasó una semana y seguía ahí», cuenta. Entonces la derivaron a la Unidad de Mama . A las nueve de la mañana le hicieron la mamografía y a las tres ya tenía cita para una resonancia.

«Cuando te mandan tantas pruebas ya sabes que algo no va bien. Por suerte, todo fue muy rápido. Me citó el radiólogo y me dijo que era un tumor maligno. Hasta entonces no dije nada en casa». Eva recuerda que no derramó ni una lágrima, aunque afirma que «cada una lo lleva como puede y sabe». En su caso, se planteó el cáncer como la atleta que se enfrenta a una carrera de obstáculos : «Primero esto y luego lo otro. Ahora la masectomía, después la reconstrucción...» . Tuvo, dice, mucha suerte, porque no tuvo afección en el ganglio centinela -es decir, su cáncer estaba localizado y no se había extendido- y se «ahorró» una cirugía por la buena coordinación entre los cirujanos oncológicos y los plásticos. «Al año me pusieron la prótesis y ya tengo la reconstrucción completa», celebra. Sigue tomando diariamente tamoxifeno y acude cada seis meses a revisiones. Los días previos admite que se la comen los nervios, pero ya habla en pasado y, sobre todo, desde el agradecimiento. « Hay que estar tranquilos por los profesionales que tenemos », afirma.

El Hospital Reina Sofía detecta al año más de 400 casos de cáncer de mama en Córdoba. En el balance de 2018 figura el de Beatriz Cabello, a quien esta enfermedad la sorprendió a los 32 años. «Un caso raro», admite, por su juventud y por no tener antecedentes familiares. Todo empezó cuando se notó un bulto en el pecho. Había perdido peso y le sorprendió al tacto. Primero el médico lo achacó a un bulto de grasa, pero las pruebas certificaron que era un tumor maligno. « Cuando escuchas esa palabra se te cae el mundo encima », afirma. Por suerte, su tumor estaba muy localizado. Fue uno de esos casos que se detectan «a tiempo». La operaron en cuestión de un mes y después empezó el tratamiendo radioterápico, que recuerda como lo más doloroso del proceso.

Pese a que aún lo recuerda como «una pesadilla», su empeño siempre fue mostrarse fuerte. No quería que sus padres ni su pareja la vieran mal. Afirma que al principio le costó asumir la realidad. «Todos conocemos a alguien que conoce a alguien que ha tenido cáncer, pero nunca piensas que te va a tocar a ti ».