El mihrab de la Mezquita-Catedral de Córdoba, tecnología y nanopartículas en el siglo X

Una investigación del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico ( IAPH ), plasmada ahora también en una tesis, no sólo ha probado de forma científica que los mosaicos se realizaron en la actual Turquía, sino que también ha permitido conocer su forma de fabricación y ha constadado que se utilizó tecnología de alto nivel incluso para la época actual. De nanopartículas, aunque los artesanos que trabajaban en aquel siglo X ni siquiera pudieran conocer esta palabra.

Auxiliadora Gómez Morón , técnica doctora química del área de Laboratorios del IAPH, es la autora de una reciente tesis, presentada en la Universidad Pablo de Olavide , titulada ‘Evaluación de la metodología mediante técnicas analíticas no invasivas para investigación, caracterización y diagnóstico aplicado a casos del patrimonio cultural andaluz’.

En ella se plantea cómo hacer análisis en elementos del patrimonio sin necesidad de tomar muestras, o con las mínimas muestras posibles , a través de distinta tecnología, y se dan ejemplos de investigaciones que se han hecho en Andalucía. Una de ellas es en el mihrab, con especial interés en la cúpula central de la maqsura . Fue, recuerda, un proyecto que encargó el Cabildo Catedral al IAPH para resolver un problema de filtraciones.

«Para restaurar, antes hay que profundizar en el conocimiento de la historia material , evaluar el estado de conservación, y para eso contaron con IAPH y en particular el departamento de análisis», relata Auxiliadora Gómez Morón, que se encargó precisamente de estudiar los vidrios de los mosaicos para conocer la forma en que se elaboraron y también para saber si daban la razón a las crónicas de la época , que aseguraban que se trajeron desde el imperio bizantino.

Los textos aseguran, recuerda Auxiliadora Gómez Moreno, que Alhakén II «pidió que se le trajeran los materiales y el artesano que fuera capaz de hacer algo similiar a la Gran Mezquita de Damasco ». Consiguió una donación de unas 16 toneladas de vidrio para esta ambiciosa obra, que se llevó a cabo entre los años 962 y 965.

El IAPH hizo el trabajo en colaboración el laboratorio móvil Art4Art del Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo para Dispositivos Optoelectrónicos (INOE) de Bucarest , la Universidad Pablo de Olavide , el Instituto de Cerámica y Vidrio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (ICV-CSIC), el grupo de investigación Vicarte del campus de Caparica, Almada (Portugal) y el Institut de Recherche sur les Archéomatériaux-IRAMAT-CEB-Universidad de Orleans (Francia). «Con un vibrómetro láser doble que conocía la adherencia de los mosaicos a las paredes podíamos saber en qué estado de conservación estaba y si había riesgo de que se perdieran piezas», explica.

Para empezar, la investigación se detiene en la forma de conseguir cada color. El rojo , con lo que ahora sería nanotecnología, porque era difícil de lograr. Se hacía con cobre en hornos especiales de tecnología secreta en los que no debía entrar el oxígeno, porque lo oxidaría rápidamente.

Las teselas azules, dice Auxiliadora Gómez Morón, tienen burbujas . «No es que no supieran, es que querían un azul intenso y no transparente, sino opaco. Para lograrlo, introducían muchas burbujas en la matriz del vidrio», resume. Otro ejemplo de tecnología.

En la cúpula de la maqsura llama sobre todo la atención el oro de muchas teselas. La investigación ha encontrado que tenían una base de vidrio, una lámina de oro puro de unas cinco micras y luego otra capa de vidrio para protegerlo. En algunas también algo de plata, quizá para dar algo más de luz.

La investigación tenía, además, que demostrar que las piezas venían de Oriente , y para eso fue clave encontrar natrón, una sal de carbonato sódico que se hacía en Egipto. El vidrio se obtiene de arena y sílice, pero también hace falta un fundente, que baja el punto de fusión para que la temperatura necesaria no sea tan elevada.

Es el natrón , que a partir del siglo VIII no llegaba a la Península Ibérica por distintos problemas. En su lugar se usaban semillas de plantas que aumentaban el calcio, magnesio y potasio. «En el siglo X, un vidrio hecho en la Península Ibérica no iba a tener un porcentaje de sodio elevado», aclara.

Para determinar que venían de Oriente Medio hacía falta algo más, y era el boro , un elemento ligero, con un peso atómico muy bajo, característico del vidrio de esta zona. «Las cantidades de boro que encontramos son de entre 250 y 1.400 partículas por millón, y aquí no se llegaba a eso», resalta. Es lo que faltaba para determinar que las piezas venían de Asia Menor , de la actual Turquía.

La investigación ha permitido además conocer qué piezas son originales y cuáles se han tenido que reponer por el deterioro. Tras la cristianización, el mihrab se convirtió en capilla y se tapó con retablos, que se retiraron en el siglo XIX. «En esa situación la humedad es mucho mayor que al aire libre», resume la investigadora, que explica que en la fachada de la sala del tesoro, la de la izquierda, no hay ninguna original. Sí en la central, hasta un 80 y 90 por ciento de las que llegaron de oriente . Las crónicas del siglo X se confirman como ciertas y enriquecen con el testimonio de que la alta tecnología no es sólo algo de las últimas décadas.