Supercastañazo

Cuando los ricos se quieren independizar de los pobres montan una Superliga . Y una vez al año invitan a comer a un desharrapado en su mesa. Recogen a cinco equipitos de la calle, los duchan con agua templada y gel de baño, les ponen una camisa recién planchada y, hala, a comer langostinos con salsa roquefort. No me digan que no es tierno. Desde ese punto de vista, la humanidad (y el fútbol) no ha cambiado demasiado en los últimos 150.000 años.

Tampoco han cambiado mucho los subterfugios discursivos para justificar lo injustificable. Sin ir más lejos, el propio señor Florentino , emperador del invento, asegura que la Superliga es la única solución para salvar al fútbol y, sobre todo, a los clubes modestos, pobrecitos míos, que son la inmensa mayoría. Lo que en román paladino quiere decir, para entendernos, que a los menesterosos se les expulsa del paraíso por su propio bien. Y a dios gracias.

Mientras tanto, el Córdoba CF circula en dirección contraria a todo trapo. Es otra forma de afirmar que se desploma en caída libre. Pudiera decirse que se aleja de la Superliga a la velocidad en que la Superliga se aleja del mundo de los mortales (y de la UEFA). Aunque no, queridos contribuyentes, por solidaridad con la clase media de los clubes de fútbol. Simplemente porque no es capaz de meterle un puto gol a un tuerto.

El Córdoba pertenece a esa clase de equipos que cuando han tocado fondo todavía pueden despeñarse un poquito más. Alguien tenía que decirlo. Sienten una fascinación por el abismo que nos recuerda a los guitarrazos nihilistas de los Sex Pistols . Con la diferencia de que los chicos de Sid Vicious revolucionaron el cotarro musical de los setenta y el Córdoba CF está a un cuarto de hora de la Segunda RFEF. Por cierto, ¿alguien sabe qué diablos es esto?