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Rafael Aguilar - El Norte del Sur

La soledad del nadador de fondo

Rafa Muñoz perdió la cabeza cuando el agasajo levantó un muro de incomprensión entre su vida interior y la de afuera

No. Rafa Muñoz no se vino abajo cuando le llegó la temprana y traumática hora de la jubilación como deportista de élite ni cuando constató que su cuerpo, que sus brazos y que sus piernas no respondían con la ambiciosa fuerza juvenil para horadar ... el agua con el brío de los mejores tiempos. No. Él no miró el balcón diáfano de su casa, un quinto piso, como si fuera un trampolín liberador al tentador vacío cuando las medallas se le resistieron ni cuando el público dejó de aclamarlo ni de saludarlo por la calle ni cuando los periodistas almacenaron el número de su teléfono en el cajón de las viejas glorias: ciento veintitrés llamadas perdidas asegura que tenía en el móvil cuando sintió que el mundo se derrumbaba a su alrededor.

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