Crónicas de Pegoland

Salir a la pizarra

La Fiscalía pide 36 meses a una profesora por llamar tontos, vagos y niñatos a unos alumnos

Edificio de los juzgados de Córdoba ABC

La Fiscalía de Córdoba acaba de emitir una calificación provisional en la que pide 36 meses de prisión a la profesora de un instituto de secundaria de Córdoba por haber llamado «tontos», «vagos» y «empanaos» —que es un concepto muy de aquí— a ... cuatro estudiantes que tenía a su cargo, dos de los cuales acabaron siendo tratados por trastorno adaptativo que es ese mal cuerpo que se le queda a quien padece situaciones de estrés o ansiedad. Asegura la calificación, que sí he leído, que la docente sacaba a la pizarra a los chavales y les cantaba las cuarenta con comentarios como «eres más tonto que un pavo en Navidad» y que adornaba con el epíteto de «niñatos». Atribuye el Ministerio Público, tras un proceso de instrucción penal, un ánimo vejatorio a la profesora que, asegura, dejó una honda huella en sus estudiantes.

Creo que es preciso puntualizar que, en el relato de hechos que realiza el Ministerio Público (que ya se verá en la vista oral hasta dónde llega), no hay ningún atisbo de violencia física . Es decir, que pescozones no hubo, ni bofetadas, ni capones, ni ningún elemento que pudiera considerarse como la agresión a un menor. Tampoco más palabras gruesas de las aquí citadas a pesar de que el español es un idioma bien rico para todo cuanto acontece más allá de las buenas costumbres. Tontos, niñatos, vagos y «empanaos». Con el volumen y el tono que uno se imagina en estas cosas.

Como el caso está todavía por juzgarse, y por ende debemos andar con pies de plomo, reconozco que me han llamado la atención dos cosas. La primera es que un asunto de estas características llegue a los juzgados de lo penal. Según sigue poniendo en los libros de Derecho, la aplicación de los delitos es la última ratio y el Código Penal el libro extremo al que acudir. Se imagina uno que, antes, existen normas en los centros escolares, aulas de convivencia de esas modernas, expedientes disciplinarios de carácter administrativo y todas estas cuestiones que permiten que alguien que haya hecho lo que no debe, sobre todo cuando está a cargo de menores, asuma sus responsabilidades. Más grave es esto que cualquier moco en la bandera, real o simulado , o que cualquier rapero cantando majaretadas.

La segunda reflexión, supongo, será común para todos los que pisamos las aulas de la Educación General Básica o el Bachillerato Unificado Polivalente . En aquellos tiernos tiempos, aún había quien tenía la mano larga y la lengua suelta . Y el «empanao», «empanao» se quedaba sin que interviniesen los tribunales ordinarios. Todos tenemos en el recuerdo, supongo, a alguno de esos profesionales de la educación que suplían su falta de empatía comunicativa con el uso tajante del idioma que generaba sudores fríos o algún temblor generalizado pero, que se sepa, ningún trauma irreparable. Visto con aquellos ojos, que te dijesen niñato en un aula pues como que tampoco era para tanto. Y eso —me parece, me temo— nos tiene que hacer reflexionar sobre la piel tan fina que estamos dejando de herencia a nuestros hijos.

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