CRÓNICAS DE PEGOLAND
Salir en el Vic
El mundo se dividía entre los que salían en las viñetas de Vicente y los que estaban deseando aparecer
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Iniciar sesiónUna vez escribí que Aris Moreno, Luis Miranda, Díaz Vieito y todos los que aparecemos en estas páginas de opinión, en realidad, estábamos al lado de Vic . Su viñeta era imbatible a la hora de concentrar la atención del lector. Sencillamente, él era ... el torero y nosotros los banderilleros. Él acariciaba la franela de la capa de paseo y los demás, a lo sumo, poníamos los castigos. El mundo (y entendamos el mundo por esta ciudad llamada Córdoba) se ha dividido todos estos años en los que nos ha legado su magisterio entre los que aparecían en el Vic y los que se morían de ganas porque les sacara en el ABC. Lo mejor que le podía pasar a un político, a uno cualquiera, es que Vicente Torres tuviese a bien acordarse de su cara cuando se ponía ante el folio en blanco. Lo peor que le podía pasar a un personaje público es que Vic lo ignorase.
Los había que se enfadaban cinco minutos porque en esto funciona mucho el postureo . La realidad es que si Vic hubiese cobrado los egos ajenos hubiese sido un hombre multimillonario. Los mismos que ponían cara de palo ganaban varias tallas cuando en las cafetería le anunciaban que los habían visto en el chiste diario . Nada hay peor en esto de la actividad pública que la irrelevancia. Vic no fue nunca artista de museo, de fuegos de artificio, pero que no haya taberna de Córdoba sin un dibujo de Vicente en las paredes, explica a las claras quién mandaba aquí. Quién tenía el favor del público y quién no.
El gancho eran los arquetipos. El cuñao, el parcelistas y, entre mis favoritos, el moderno con chanclas. El caballero con pinta de estar cercano a la pensión pero con pinta de revival. El prejubilado de mayo del 68 que no se pierde una misión concienciada, una lucha social pertinente. Uno de esos que conocemos dos o tres docenas pero que afirman ser dos millones, modelos de conducta y almas generosas donde las haya que siempre tienen bien para repartir sin moderación. Las mayorías inequívocas que han venido a este mundo a redimirnos, a salvarnos de nosotros mismos. Remedos, de alguna manera, del cura de toda vida que siempre tiene una chapa que pegarte mientras tú estás intentando pensar en lo mal que está jugado el Barça, otra vez.
Vicente, a quien tanto regañé por mandar la viñeta apurando el cierre, se ha ido demasiado pronto . Dejándonos con la duda de qué hubiera hecho con esta locura de ciudad donde la gente se lleva todo el papel higiénico disponible pudiendo agarrar cerveza. Ni podemos alcanzar qué harán ahora esos matrimonios parcelistas suyos comiditos de mosquitos cuando se mudan a la casilla de la Sierra. O de qué se charlará en esas barras, remedos de sus conversaciones con Javier Tafur , a quien supongo con un hueco enorme a su lado, desolado por la pérdida de un amigos. Y es por eso por lo que solo queda dar el pésame y enviar un abrazo cálido a todos los suyos que somos, támbién, todos los que le leímos a diario.
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