Opinión

En recuerdo de Landelino Lavilla

La obra de los hombres de la Transición debería tener herederos

Landelino Lavilla, en la biblioteca José Ramón Ladra

Por la lógica de la edad van desapareciendo los protagonistas de la Transición , aquella coyuntura histórica de España donde se hizo Política con mayúsculas, los políticos causaban admiración en el pueblo y todos soñábamos algún día ser como ellos. El pasado lunes 13 ... falleció a los 85 años Landelino Lavilla , jurista, que fuera ministro de Justicia (1976-1979), presidente del Congreso de los Diputados (1979-1982) y miembro del Consejo de Estado desde 1983 a su muerte, como cargos más relevantes.

Eduardo García de Enterría lo definió como «el principal arquitecto de la Transición», porque desde el Ministerio de Justicia desmontó instituciones y procedimientos incompatibles con la monarquía parlamentaria a instaurar; dio forma definitiva a la Ley para la Reforma Política y la defendió en las Cortes franquistas; bajo su dirección se elaboraron las normas electorales, prácticamente aún vigentes, merced a las cuales se celebraron elecciones libres y limpias por primera vez en España; e impulsó los trabajos de la Ponencia Constitucional en su fase decisiva.

Miguel Herrero de Miñón ha afirmado: «Sin su buen hacer, la empresa histórica impulsada y tutelada por el Rey Juan Carlos I y políticamente dirigida por el presidente Adolfo Suárez, hubiera encontrado muchas mayores dificultades». María Teresa Fernández de la Vega, presidenta del Consejo de Estado, ha dicho: «Fue un excelente jurista, un valiosísimo político y un magnífico consejero dotado de un gran sentido de Estado y de una lealtad intelectual intachable».

Y de su etapa al frente del Congreso , ha escrito en ABC Javier Rupérez: «Al frente del Congreso de los Diputados mostró con abundancia los rasgos que deben poseer las personas que ocupan esa elevada tribuna: ilustración jurídica y constitucional, rigor expresivo, empatía personal hacia los presididos, neutralidad exquisita con sus diversas orientaciones partidistas, flexibilidad en la aplicación reglamentaria y al tiempo autoridad para conducir con dignidad formal y sustancial los trabajos de la representación de la soberanía popular».

Fue el último en abandonar el barco de UCD . Le prestó un postrero servicio a aquel partido, zaherido desde derecha e izquierda, pero clave para traer la democracia a España. Lavilla encabezó su lista en las elecciones de 1982 y fue su presidente hasta su disolución al año siguiente. En toda la trayectoria de Landelino Lavilla latió un sentido de servicio al Estado y a la sociedad, al que no fueron ajenos su humanismo cristiano y su militancia en la Asociación Católica de Propagandistas.

Aquellos hombres de la Transición se nos van, pero su obra debería tener herederos, más hoy, donde a la batalla contra la pandemia se unen dos perturbadoras amenazas: la crisis económica y los tics de un Gobierno que cree más en recortar derechos y libertades que en el ejemplo de aquella etapa. La actual España echa en falta políticos de talla y consenso como Lavilla que, en horas complicadas, tuvieron en cuenta el aviso de Camus: «La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios, sino sobre las faltas de los demócratas».

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