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CRÓNICAS DE PEGOLAND

El videoclub

En tiempos en los que todo se encarga pulsando un botón quedan tres dispensadores de películas cara a cara

Uno de los videclubes que permanecen abiertos en Córdoba Rafael Carmona
Rafael Ruiz

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Dando un garbeo por extramuros con la sangre de mi sangre, un preadolescente griposo, nos topamos con uno de los tres videoclubes que, según informa Google, siguen abiertos en Córdoba con ese maravilloso nombre. El hallazgo casual fue como encontrarse con un ... australopitecus o un caballero de los veinticuatro, un hecho de otra época felizmente redivivo y fosilizado para regocijo de los que consideramos que otros tiempos no fueron expresamente peores. Como una caña en el bar Pancho de la calle Montero o tener acetona (¿por qué tuvimos tanta acetona en los setenta y ochenta si ahora no la padece nadie?). En estos años en donde la gente encarga el salmorejo a un señor que llega en bicicleta -que ya os vale con la vagancia-, el asunto de la elección de película se ha convertido en trivial, casi automático. Se coge el mando, se entra en la plataforma que se esté pagando y se pulsa el botón de seguir viendo la serie hasta que el fin de la temporada diga aquí estoy yo. Como escuchar música, que ha pasado a ser un asunto programado en una lista controlada por un algoritmo que se sabe de memoria que, ante una tarde depresiva, no hay nada como ponerse a Ray Davies y los Kinks tocando «Sunny afternoon» . Cerveza helada, una puesta de sol, la vida pirata es la vida mejor.

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