¿Otra vez Pedro Sánchez al mando?

La lacerante tardanza en adoptar medidas extraordinarias, la tolerancia con actos multitudinarios potencialmente peligrosos, la manifiesta incapacidad para establecer cauces comerciales a través de los que obtener equipos de protección para la ciudadanía y especialmente para los sanitarios, el sistemático abuso del decreto ley para regular cuestiones del todo ajenas a la crisis sanitaria o su errática política económica (y demos gracias que al frente esté la ministra Calviño y no algún podemita antisistema como el ministro de Universidades) ratifican la idea del peor gobierno posible en el peor de los escenarios imaginables.

¿Queremos que recupere las competencias sanitarias y diseñe la reacción ante los rebrotes? ¿Queremos que sea él y su equipo quien diseñe la vuelta al colegio? No acabo de comprenderlo. Personalmente prefiero que sea el gobierno de Juanma Moreno quien controle las competencias sanitarias , el aprovisionamiento de materiales de protección y establezca los criterios para una vuelta segura a las aulas. Y no tengo ninguna duda de que en otros muchos sitios -se me viene a la cabeza, claro, Galicia-, estarían más tranquilos con Feijóo al frente que con Pablo Iglesias asumiendo las competencias en materia de residencias de ancianos.

Con Pedro Sánchez al frente, el Estado Autonómico es un buen dique de contenció n frente a las tentaciones y tendencias de aquel. La Justicia y las autonomías son ya los únicos límites que este gobierno tiene delante. La primera está ya en el punto de mira y la renovación del Consejo General del Poder Judicial, al que miran con ojos golosos socialistas y comunistas, es el primer paso. Cometería un grave error el PP en entrar a negociar esa renovación sin compromisos claros acerca de la despolitización de la justicia.

Evidentemente que Pedro Sánchez se niegue a asumir cualquier clase de competencia en estos días y haya creado el concepto de Estado de alarma autonómico, anticipando su apoyo a cualquiera que lo solicite, no es inocente ni responde al entusiasmo del presidente por el Estado Autonómico consagrado en la Constitución. El objetivo es otro y resulta muy evidente. No es otro que diluir su responsabilidad en la gestión de las consecuencias de la pandemia , atribuyendo a los presidentes autonómicos, tanto de los de su partido como de los que no lo son, la incapacidad para el control de los contagios y para plantear soluciones. El tiempo y su infinito poderío mediático harán el trabajo y, tengo pocas dudas de ello, en apenas unos meses tendrá la desfachatez de presentarse como el salvador ante el descontrol de algunas autonomías.

Pero que hoy las autonomías puedan suponer un freno a ciertas políticas no debe evitar que se plantee el debate acerca de las serias disfunciones que genera la asunción de ciertas competencias por las Comunidades Autónomas. Es el momento de proteger al Estado Autonómico de sí mismo y evitar que la ciudadanía mire hacia él con descrédito. Las competencias esenciales en materia de sanidad, justicia y educación jamás debieron ser traspasadas a las autonomías. Quizá esta desastrosa situación a la que un maldito virus nos está conduciendo sea el origen de una reformulación de las distribución competencial del Estado .