Crónicas de Pegoland

El poyete

El Cabildo va a arreglar el andén perimetral de la Mezquita, sea lo que sea eso

Turistas sobre el andén perimetral ABC

El Cabildo Catedral de Córdoba acaba de anunciar que, si la Gerencia de Urbanismo así lo permite, va a hacerle obras al «andén perimetral oriental» de esa Mezquita-Catedral de nuestras entretelas. Como uno no está muy por la labor de seguirle el rollo a ... las cosas modernas, resulta que el andén perimetral es el poyete —según denominación del vulgo—, donde se suben niños de todas las edades y nacionalidades a descalabrarse vivos tras un mal paso. Donde se apoyan las gitanas del romero y los que se toman la cerveza en el Santos . Donde se achuchan las parejas a deshoras. Esa superficie elevada hecha de obra, piedra molinaza de Montoro según los expertos, que sirve para salvar el desnivel de la puerta con la calle por medio de una escalera más o menos pronunciada. Un poyato, que se dice en mi pueblo, que es el banco de obra que permite que las casas no se inunden cuando el agua corre por la pendiente. Inventos esenciales de seres humanos brillantes como el notas que hizo el primer botijo que, de momento, no tiene pijada que lo nombre. A Dios gracias.

Para el Cabildo, según queda demostrado, también trabajan modernos y mira que tenía uno cierta fe en el clero. En estos tiempos complicados que nos ha tocado vivir, el jefe se llama CEO , la reunión es un «briefing» y el rato para echarse el cigarro, un «coffe break». Ya la gente no se echa la caña después del currelo sino que tiene un «after work» ni se mete entre pecho y espalda un bocata de tortilla entrada la mañana porque la cosa es un «brunch» . Hasta la gente que hace punto, como mi abuela, está con el «knitting».

Ya no se toma un vino con el chuletón porque tenemos que maridar, ni comemos raciones porque eso, amigos, es el menú degustación. Para qué vamos a hacer que las cosas sean sensatas cuando pueden ser sostenibles o novedosas, cuando la podemos nombrar como disruptivas. O justas cuando tenemos a mano ese bonito palabro que es inclusivas. Todavía tengo que chasquear dos veces la lengua cuando me sueltan lo del AOVE para el aceite de oliva bueno de toda vida. Parecer imbécil cuando se habla, diferenciarse del pueblo llano, parece la regla de oro del moderno bobo, del político con ínfulas. Si anda por medio el sector tecnológico, los autónomos de patinete (porque ya no hay empresarios, sino emprendedores coleguis ), pues casi peor.

Vivimos unos tiempos tales en los que si no hay ola, si no hay alerta, no hay calor. Los que venimos de la vieja escuela aprendimos que noticia es cuando el niño muerde al perro y no viceversa. Pero resulta que el calor de cada verano es —oh— una cosa maravillosa que nos explican los expertos en la meteorología, esa cosa tirando a friki.  Donde lo cotidiano vestido con palabras neobarrocas se convierte en los saberes arcanos de un grupo de elegidos que te dicen todos los años más o menos por las mismas fechas que saques la camiseta, que va llover o que viene ventolera. Y que vamos a morir todos en una ola de estas y no por lo que deberíamos, de tontos , sino de una hipertermia aguda malísima.

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