EL DEDO EN EL OJO
Portada, alumbrado y botellón
La Administración tiene que encarar el consumo desaforado de alcohol en jóvenes
Jóvenes en el macrobotellón del miércoles
Ya ha concluido la Feria . Ya ha terminado el macrobotellón del miércoles a orillas del río. Este último ha alcanzado por derecho el valor de lo tradicional situándose a la misma altura que la portada, el alumbrado o el paseo de caballos. Nuestra ... fiesta de mayo por antonomasia ya se identifica con el miércoles millenial en que miles de jóvenes se pillan la preceptiva cogorza en las orillas del Guadalquivir . Creo que ya están tardando en componer alguna sevillana alusiva. Seguro que alcanza la trascendencia del pasodoble « Soy cordobés », de tan cañí como dicha concentración resulta ya. Conste que este que escribe, dedicado profesionalmente a cuestiones preventivas, no tiene nada en contra de que cada cual haga uso de su libertad individual y tan bien me parece que nuestra juventud se machaque etílicamente como que se dedique a rezar el rosario. La libertad de elección y el libre albedrío por encima de todo. Lo que pasa es que la jugada les puede salir mal a estos chicos. Ellos sabrán.
En todo caso resulta curioso que el argumento que esgrimen los jóvenes « snowflakes » (o milennials, o generación Y...) para irse de botellón sea el de que las copas en la Feria (o en los bares) son más caras y no se las pueden permitir. Extraño argumento cuando, sin embargo, los vemos enviar guasaps para la « quedada » (¿¡quién demonios inventaría este término!?) utilizando para ello un « smartphone » de ochocientos euros. Lo hacen usando unos dedos, que se encuentran adosados a una mano inserta en un antebrazo y un brazo que, por lo general, suelen ir tatuados con trabajitos dérmicos de a sesenta euros la pintada. Y posiblemente algunos luzcan prendas de marca, aunque los más suelen vestir camiseta corporativa con mensajes para la tribu («Abogado de profesión, borracho de vocación», por ejemplo). O sea, que pueden pagarse un móvil , unos tatuajes y unas deportivas de marca pero no pueden pagarse unos pocos euros por un cubata en una caseta de la feria. No os creo, ¿qué queréis que os diga?
Posiblemente las razones del corazón etílico sean desconocidas para el cerebro tardoadolescente de estos chicos y chicas, pero es más que probable que las reuniones alrededor de las bolsas de hielo y botellas de alcohol y refrescos tengan más que ver con la autoafirmación del grupo bajo dimensiones elefantiásicas (quince mil jóvenes en una misma reunión no lo consigue ningún partido político). ¡Quién fuera joven como ellos!, pensarán muchos de esos ingenuos padres que ven en la participación de sus hijos en el macrobotellón un síntoma de juventud y de positiva adaptación al medio.
Vuelvo a reiterar mi respeto y defensa por la libertad individual (ésa que tantos partidos quieren fulminar en arrebatada y totalitaria actitud) pero también debo decir que este amplio margen de permisividad con el etilismo global puede producir algunas bajas en el camino que estos jóvenes recién están emprendiendo. Y cuesta entender cómo la Administración emplea tantos recursos en prevenir el consumo de alcohol entre ellos pero luego patrocina y bendice estos macrobotellones. ¡Estos políticos están locos!
Por más que no nos guste mirar a Sevilla (la España del garrotazo que no cesa) deberíamos aprender de su Feria en cuanto al control exhaustivo que hacen del botellón . Allí no se permite y se controlan férreamente los establecimientos que puedan vender alcohol en los aledaños del recinto. Garantizan así la puridad de la celebración festiva y evitan escenas indeseables, amén de atenuar los riesgos que entraña el mensaje de permisividad etílica.
A nosotros nos costará más: nuestra Feria es ya portada, alumbrado ... y macrobotellón .
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