Bocata de calamares

Por la tarde, podrá usted consumir a pierna suelta, sin que nada ni nadie conculque un derecho inalienable, intransferible e imprescriptible. Podrá elegir entre adentrarse en unos grandes almacenes o acceder a una tienda de barrio para conversar plácidamente con el frutero. Póngame un cuarto de kilo de tomates rosados de Alcolea . O, mejor no, aquellos otros raf de invernadero.

Los chiquillos jugarán en el parque mientras usted lee la prensa que se ajuste a su modo de entender el mundo. Así de simple. Así de sencillo. Sin censuras ni tener que soportar que alguien lo señale con el dedo reprobatorio, tal como sucede en otras comunidades autónomas de España . Ahora sí. Podrá ir a los toros o a misa de ocho, al cine club o a la biblioteca municipal, a la taberna o al «after hour». Con plena libertad .

Entonces podrá empezar su vida desde cero. Dejar atrás aquel empleo tedioso que consumía su tiempo como la llama extingue un cerillo en un suspiro. Decir adiós a las impertinencias de su jefe, ese señor que vive en un despacho estudiando al detalle cómo hacerle la vida imposible (y bien que lo consigue). Ahí te pudras, dirá usted para sus adentros cuando cierre la puerta por fuera y se encienda el sol de un nuevo día.

Córdoba no será la misma. Sus avenidas florecerán, los centros comerciales renacerán de sus cenizas y usted podrá atravesar la ciudad de punta a cabo sin encontrarse a su ex pareja. ¿Lo está escuchando? ¿Es consciente de lo que eso significa? ¿Acaso conoce un programa de gobierno más imbatible? No diga tonterías y ríndase a la evidencia.

Sí, señor.

Algún día Córdoba vivirá a la madrileña .