Marina d'Or, Ciudad de Vacaciones

A pesar de sus delitos , gente rotunda como él viene a demostrar que las circunstancias rara vez cambian. Somos nosotros lo que podemos hacer de ellas una oportunidad o una condena. Rafael Gómez parecía recién aterrizado de Marina d’Or al salir de la cárcel y tras un breve almuerzo familiar y acudir al centro social adscrito desempolvó su efusividad, señalando las buenas prácticas de que disfruta en prisión por parte de funcionarios y resto de personal. Una experiencia nada traumática, sacada de contexto hasta recomendable. Fue pisar suelo cordobés y desplegar la artillería pesada con frases atronadoras , solo comparables a aquel «dimite tú» ofrecido a los periodistas locales cuando se empezó a vislumbrar que su inminente condena le obligaría a dejar el partido que fundó.

Todavía se puede consultar en las hemerotecas el estado de enajenación transitoria que atravesaron los partidos tradicionales al comprobar cómo emigraban sus votos hacia un candidato sin oficio político y modos indescriptibles. Miles de cordobeses con su voto habían volado al resguardo del líder paternalista y éste, llegado a la oposición municipal, ofreció un compendio de pedagogía política para desencantados. Sus ruedas de prensa son memorables, a veces se detenía en razonar lo inservible de una comisión municipal y otras narraba con detalles hilarantes la escena doméstica representada por la máxima autoridad municipal deleitándose con el pescado fresco de su casa, manjar recibido desde Fuengirola , para más señas. Ésos y otros invitados decidieron apartarse de él, antes incluso de que acechara el juicio y la pena, rehuyeron su presencia sin compasión los que lo habían necesitado de mecenas, de promotor o perejil de todas las salsas , simplemente.

De todo ello se ha redimido Rafael Gómez en la cárcel. Con pocas palabras parece querer demostrar que ha encontrado más acomodo en los metros escasos de su celda , donde al menos la hipocresía no acompaña ni confunde, que en los despachos capitulares que ocupó. Y lo deja claro con su agradecimiento a quienes lo han acompañado en este tiempo de privación de libertad . No hay mayor absolución que la certeza de saber que quien te acompaña, desconocido y ajeno, lo hace con una fraternidad sincera.