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La Graílla

Autoarbitraje

Igual que era penalti por la ley del más alto, un saco de patatas es arte porque lo dice quien sabe

Instalación de Rafael Pérez Evans en la Fundación Botí de Córdoba ABC
Luis Miranda

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Los amantes de las declaraciones pomposas andan entretenidos con pedir que la charla de las vecinas al fresco de las noches de verano sea Patrimonio de la Humanidad, como si reunirse, hablar y matar el rato no fuese ya común a todas las gentes ... de todas las culturas. Los chavales de mi pueblo no necesitábamos ni sillas ni abanicos. Nos bastaba con la graílla , el escaloncito de mármol que daba entrada al portal de las casas y que en su humildad pulida y lustrosa tenía algo de ventilador al aire libre. Desde la graílla se arreglaba el mundo y se pasaba el tiempo largo del verano; por allí pasaban los ociosos y los que trabajaban y allí llegaba el panadero con su claxon para que todo el mundo saliera a por las barras del día cuando no estaba de moda comerlas calientes. Esta graílla, como la de hace tantos años, sólo sirve para ver la vida por un lugar y a la altura incompleta de alguien sentado, para comentar sin jugarse nada más que la opinión y con poca más audiencia que aquel que pasa y escucha alguna frase suelta.

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