Libre Directo
Centenario del obispo Pérez Muñoz
La figura del religioso merece hoy un estudio desapasionado
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Iniciar sesiónSe cumple este año el centenario del inicio del pontificado de don Adolfo Pérez Muñoz, obispo de Córdoba entre 1920 y 1945 , el prelado que más tiempo ha presidido la diócesis en el siglo XX y en lo que va de XXI. ... Santanderino de nacimiento, llegó aquí con 56 años y experiencia, tras ser obispo de Canarias y de Badajoz, pero tocándole vivir las etapas más difíciles y convulsas del siglo XX.
Al poco de llegar, creó el colegio de San Rafael, el «colegio del obispo» como se le conoce, para educar niñas de familias con un nivel socioeconómico escaso. Se ubicó en el propio palacio episcopal y hoy pervive en el barrio de la Fuensanta. Construyó también, costeadas de su propio patrimonio, viviendas sociales en zonas de las actuales avenidas de Ollerías y Viñuela , unas pocas de las cuales aún se pueden ver en esta última. Durante su pontificado se alzaron las estatuas de Osio en la plaza de Capuchinas y del Corazón de Jesús en las Ermitas. Cuando la República prohibió la enseñanza religiosa, abrió un Centro de Estudios Religiosos, gratuito y para diversas edades, impartido por profesores del Seminario.Pero el anticlericalismo y el fracaso evangelizador de la Iglesia serían leña para el fuego de la tragedia colectiva que se avecinaba.
En la homilía del Miércoles de Ceniza de 1936, Pérez Muñoz profetizó: « Estamos asistiendo a las rudas y tremendas convulsiones que presiden el alborear de una nueva era. Anhelos de una vida mejor, ansias de una justicia social más perfecta. Y para lograrlo se ofrecen dos tendencias opuestas».
El obispo fue sorprendido por el estallido de la guerra de vacaciones en Santander. Su casa fue saqueada y él sufrió ultrajes, pero pudo huir a través de los montes y llegar a Palencia, con graves lesiones que le acompañarían hasta el final de su vida.
De regreso a Córdoba, publicó su pastoral del 30 de diciembre de 1936. Para entonces, la capital y la provincia se desangraban con ejecuciones sumarias y fratricidas. Un 26 por ciento del clero había sido asesinado y Pérez Muñoz miró solo hacia un lado : «La guerra es el choque sangriento entre los seguidores de Cristo y los sin Dios».Sin embargo, el prelado reservaba una invitación al perdón: «Sobre todo ahogad con magnánima y santa caridad, ese rescoldo pavoroso de odios y rencores que inferna a los hermanos. No escuchéis los clamores de la pasión; prestad oídos a la dulce sugestión de la caridad cristiana que ha de extenderse también a nuestros enemigos».
Para entonces conocía ya la alocución de Pío XI, donde se pedía el perdón para los enemigos en último párrafo suprimido por la censura nacional.
Don Adolfo falleció el 21 de diciembre de 1945 . Cuatro décadas después, cuando el PCE gobernó la ciudad, prefirió ver sus sombras en vez de sus muchas luces y le retiró el nombre a la avenida que se le había dedicado. Hoy su obra merece un reconocimiento y un estudio alejado del maniqueísmo apasionado.
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