Javier Cercas: «Es muy posible que, a la larga, esta pandemia no tenga quien la escriba»

La literatura, y también el cine, dentro de la propia literatura, aparecen mucho en su obra. Me vienen a la cabeza Antonio Machado y Roberto Bolaño, Danilo Kis, aquella comparación entre Adolfo Suárez y el general Della Rovere. ¿Es la confirmación de que sirve para explicar el mundo?

Claro. La literatura (y el cine también) es antes que nada un placer, pero también es una forma de conocimiento. Lo cual quiere decir que, contra lo que yo creía de joven, cuando quería ser un escritor posmoderno –a ser posible, un escritor posmoderno norteamericano - la literatura es muy útil, siempre y cuando no se proponga serlo: en cuanto se propone serlo, se convierte en propaganda o pedagogía, y deja de ser literatura (o al menos gran literatura) y deja de ser útil.

En sus libros aparecen antihéroes, personas modestas y hasta superadas por los acontecimientos. Desde el narrador de «Soldados de Salamina» hasta el protagonista de «Las Leyes de la Frontera». Incluso los personajes reales de «Anatomía de un instante no parecen destinados a héroes». ¿Es reflejo de la realidad?

Yo diría que es un intento de explorar qué demonios es el heroísmo , es decir, qué demonios es la virtud, porque el heroísmo es una forma suprema de la virtud. En realidad, todos o casi todos los libros que he escrito, incluido «Terra alta» , tratan de una u otra forma sobre ese tema. Sobre el cual sólo sé una cosa con seguridad, y es que la virtud es secreta o no es, y que por tanto la expresión héroe anónimo es redundante, un pleonasmo : un héroe deja de ser un héroe en cuanto deja de ser anónimo.

«Terra alta» es una investigación de un crimen en un lugar pequeño. ¿Son estimulantes las pequeñas sociedades rurales para escribir y recrear le mundo?

Depende del escritor, supongo. Puedo decir que escribí esta novela, en parte, por la fascinación que me produjo el descubrimiento de la comarca de Terra alta -un lugar del sur de Cataluña , apartado, silencioso, rocoso, solitario y no muy rico: un escenario como de western-, pero en la novela lo que hay sobre todo es un diálogo entre ese territorio, en el que el protagonista encuentra inesperadamente un lugar en el mundo, y la Barcelona de la que procede, que es exactamente lo contrario: un lugar nocturno, tumultuoso, violento, estridente y prostibulario.

Es también tradición que los investigadores protagonicen sagas, pero usted no parece amigo de convenciones. ¿Recuperará a su personaje?

Sí, porque he sido incapaz de desprenderme de Melchor Marín , el protagonista de la novela, y de todo lo que le rodea: la verdad es que me he enamorado de él. Pero lo mío no será una saga. Como mucho una trilogía o una tetralogía. Lo que ya es seguro es que habrá una segunda parte , que no tardaré en terminar. Recuerde que lo de «segundas partes nunca fueron buenas» lo dijo Cervantes en el prólogo a la segunda parte del Quijote , que es mejor que la primera.

Aparece muchas veces en sus obras, pero en la mayoría, aunque se llame Javier Cercas, no es realmente usted. ¿Qué le lleva a emplear este recurso?

Todas las novelas son autobiográficas (al menos las buenas novelas), no porque el autor cuente en ellas su vida, sino porque todas parten de la experiencia del autor: la literatura -el arte en general- es una transfiguración de la realidad que permite dotar de un sentido universal, válido para todos, a la experiencia personal: Rembrandt se pintaba obsesivamente a sí mismo, pero sólo para pintarnos a todos; Montaigne también nos retrata a todos en sus ensayos, al principio de los cuales dice: «Yo mismo soy la materia de este libro». Así que yo uso al Javier Cercas de mis libros no para hablar de mí sino para hablar de todos (o para hablar de mí a través de todos). Por otra parte, la biografía de Melchor Marín no tiene nada que ver en apariencia con la mía -he tenido mucha más suerte que él-, pero yo podría decir que Melchor Marín soy yo: al fin y al cabo, su furia es mi furia, su dolor es mi dolor, su espíritu justiciero y su sentimiento de haber sido traicionado son los míos. Es lo que pasa con la literatura: que a través de ella podemos decir cosas que es imposible decir de otro modo, cosas que incluso para nosotros mismos estaban escondidas, o que preferimos que estén escondidas. Dicho de otra manera: es posible que, en cierto sentido, Melchor Marín sea más yo que yo mismo.

Vi en una de las series o telefilmes que se hicieron sobre el 23-F que aquel día nacieron nuestros mitos. ¿Han sido mitos fugaces y los derribamos?

El 23 de febrero de 1981 es un momento fundamental de nuestra historia. Aquel día -más concretamente, en el momento en que tres hombres tan distintos como Suárez , Gutiérrez Mellado y Carrillo deciden no tirarse al suelo en el Congreso a pesar de los disparos de los golpistas- empieza de verdad la democracia en España, en aquel momento terminan la Transición, la guerra civil y el franquismo -que fue la prolongación de la guerra por otros medios-, así como dos siglos de periódico intervencionismo militar en nuestro país. Por eso ese es un instante preñado de sentido. Aunque yo eso no lo sabía antes de escribir «Anatomía de un instante»; sólo lo supe cuando lo acabé. Es lo que decía antes: que la literatura es una forma de conocimiento. Por lo demás, para mí ninguno de esos personajes es un mito; son personajes históricos , o más bien personas de carne y hueso, muy complejas (como por lo demás lo somos todos). Así es como yo intenté retratarlas, también para retratarnos a todos.

¿Concibió «Anatomía de un instante» como una epopeya?

Creo que se puede leer así: como la epopeya de un país que conquista la democracia, una epopeya contada a partir del instante del 23 de febrero de 1981 del que hablábamos y de los personajes que lo protagonizaron. Aunque la verdad es que casi todas mis novelas tienen o aspiran a tener algo de epopeyas . Lo vio muy bien Alberto Manguel, que escribió un ensayo en el que aseguraba que lo que hay en mis novelas es una suerte de regreso a la épica.

El relato parece hoy fundamental a la hora de pensar en el juicio que la historia hará a ciertos hechos. ¿Ha empezado la batalla por el relato del coronavirus?

Hay una batalla política lógica y natural, aunque yo la hubiese dejado para más adelante, porque lo primero es salir de esta crisis tremenda, de la cual ni mucho menos hemos salido todavía (al contrario: las consecuencias económicas empezarán a aflorar ahora). Pero a largo plazo no creo que haya eso que llama usted una batalla por el relato, no al menos una batalla importante, porque este tipo de hechos, a diferencia de las guerras, del terrorismo , apenas tienen relato: aquí no hay épica , ni mucho que contar y aún menos que ganar por el hecho de contarlo (salvo a corto plazo, repito, en el regate corto y efímero de la política actual). La prueba: hay centenares de novelas y películas sobre la primera guerra mundial, pero no conozco una sola sobre la llamada gripe española, que fue contemporánea de aquella y mató a mucha más gente. De ese cataclismo casi no ha quedado rasgo en la literatura, el cine y la historia. No sé: es muy posible que, a la larga, esta pandemia no tenga quien la escriba.