Suscríbete a
ABC Premium

Pasar el rato

Había una vez

En su momento final, por los ojos de Flavia pasaron imágenes de niños. Supo entonces que su vida estaba justificada

Un visitante toma una imagen de la elefanta Flavia en una fotografía de archivo Valerio Merino
José Javier Amorós

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Había una vez en Córdoba una elefanta que se llamaba Flavia . Ni por sus arrugas ni por su corazón parecía pasar el tiempo. La vida, que ni a los elefantes ni a los hombres pide permiso, la trajo hasta el zoo cordobés desde ... las verdes praderas de su infancia. Vino aquí muy niña , sin más equipaje que la nostalgia. En cuanto llegó a Córdoba se le pusieron tristes los ojos. Ojos que habían visto tanta luz, «si de un dulce mirar sois alabados». No se sabe de nadie a quien la visión de esta Córdoba sobrenaturalmente hermosa le haya puesto los ojos tristes. Hasta en eso era Flavia diferente. Demasiada soledad en tan poco pedacito de Córdoba, y tan poco significativo, esa es la explicación. —¿Tú conoces Córdoba?, le pregunta una niña chica, clara de risa y de nombre. —Conozco lo que puedo conocer, niña. Te conozco a ti y a muchos otros niños. Me he acostumbrado a vosotros. De la ciudad sé lo que me contáis en vuestros cuentos para elefantes. A mí me parece que alguien tan grande como yo tendría dificultades para moverse por unas calles tan pequeñas. Por la calle del Pañuelo no podría pasar ; y bien que me gustaría tomar un buchito de agua en la fuente que hay al final de la calleja de las Flores… Pero cada uno lleva a cuestas su destino, no siempre gozoso. Hay que tomar las cosas como vienen, niña. — Dicen que estás triste, Flavia . —No siempre y no del todo, porque estáis vosotros. Pero no te oculto que tengo el fondo de los ojos permanentemente melancólico. Es lo que suele suceder cuando naces para el viento y te convierten en un gran animal de mesa camilla . Si no fuera por vosotros, mis niños, me hubiera tumbado a dejarme morir nada más llegar aquí. Pero descubrí que también yo, un animal prisionero, podía tener un destino de amor.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia