Patrimonio
Franco y los califas | Así expropió el Estado el Obispado de Córdoba para investigar el Alcázar andalusí
Hace medio siglo, el Consejo de Ministros tomó la decisión de adquirir por 73 millones de pesetas el Palacio Episcopal
Rafael Ruiz
¿Dónde están las tumbas de los califas cordobeses , algunos de los hombres más poderosos de la Europa de su tiempo? La teoría dice que en la «Rawda» o panteón dinástico, que ocupaba un lugar destacado del Alcázar califal. La realidad es que ... la arqueología no ha podido desvelar a ciencia cierta dónde se encontraban exactamente esos enterramientos y cómo eran lo que se entiende que fueron unas construcciones destacadas para los usos del Islam . ¿Cómo fue el palacio donde vivieron? ¿Cuáles son verdaderos límites? ¿Qué se conserva de todo aquel poder?
A finales de 1971, ahora se cumple medio siglo, el Consejo de Ministros, presidido por un Francisco Franco en decadencia biológica, dio su visto bueno a una de las operaciones arqueológicas más ambiciosas de las que se tiene noticia y que pretendía dar respuesta a esas preguntas. El Estado expropió la sede del Obispado de Córdoba, el Palacio Episcopal, con el objetivo de descubrir lo que el Boletín Oficial del Estado llamaba «el palacio de los califas». Sin miramientos, el Estado adquirió de una vez la propiedad que ha sido la sede del poder eclesiástico en la ciudad de Córdoba desde que el poder musulmán se vino abajo.
Hoy, el asunto sería un auténtico escándalo. Un Gobierno expropiando el que ha sido la sede de la Iglesia Católica desde que Fernando III conquistó la ciudad. La Iglesia de la época, en manos del obispo José María Cirarda (un nacionalista vasco moderado que estuvo en la sede de la diócesis en los setenta), llegó a agradecer en una carta al Ministerio la puesta en marcha de la adquisición forzosa, lo que indica el estado de las cuentas de la Curia en ese momento. Asumían la decisión, dijo, con auténtico «gozo», probablemente por la ausencia de recursos para mantener la que había sido una propiedad histórica y sede de la diócesis.
El Gobierno hizo efectiva la adquisición de más de 13.000 metros cuadrados por algo más de 73 millones de pesetas de la época . Allí arranca también una batalla legal que se extendería hasta 1990, fecha de la sentencia final del Supremo, y 1994, momento en que la Junta (que había heredado las competencias del patrimonio) y la Iglesia firman el reparto de la propiedad que sigue siendo hoy uno de los lugares de la historia de la ciudad por explorar.
El Palacio Episcopal ha centrado las inversiones de la Iglesia Católica en Córdoba junto a la Mezquita-Catedral desde que Juan José Asenjo tomó posesión de la silla de Osio . De hecho, en estos momentos se desarrolla la intervención estrella de la Curia en la ciudad: el futuro Centro de Recepción de Visitantes de la Mezquita-Catedral. Un equipamiento que permitirá ampliar el Museo Diocesano y establecer un punto de referencia para la explicación del monumento aprovechando su ubicación: se encuentra justo enfrente de la antigua Mezquita Aljama, catedral de Córdoba desde su consagración en 1236.
Para llegar a ese momento, hay que remontarse hasta el año 1971, cuando el Ministerio de Educación decide considerar los terrenos del Palacio Episcopal de utilidad pública . Se le aplicaba así la legislación que permitía adquirir de forma forzosa un suelo que tuviese un extraordinario valor arqueológico con el objetivo de desarrollar una investigación exhaustiva que permitiese aflorar los restos de la principal sede de poder del Al Andalus del Califato. Un complejo del que se tienen noticias ciertas desde momentos previos al periodo islámico donde se encontraba el Palacio de Don Rodrigo , sede del poder visigodo, posiblemente heredado de estructuras anteriores de la época romana.
Una de las cuestiones que hay aclarar es que el actual Palacio Episcopal, lo que llegó a expropiar el Estado, es una fracción del complejo andalusí más cercano a lo que aparece en los mapas de Córdoba con el nombre de «Casas del obispo». El producto de un reparto de bienes tras la conquista de la ciudad que fructificó en la creación de la sede de la diócesis o la edificación del cercano Alcázar de los Reyes Cristianos tras la entrega a los frailes que tomaron la zona al actual barrio de Santa Marina. La obra más exhaustiva hasta la fecha sobre el Palacio Episcopal, una de las partes de la división realizada, es una tesis doctoral de la profesora de la Universidad de Córdoba Rocío Velasco, que acumula a su vez el trabajo de decenas de investigadores. La obra, publicada en 2010, abarca siglos de historia de la ciudad y de sus instituciones políticas y religiosas.
La profesora Velasco reseña los límites que pudo llegar a tener el recinto amurallado del Alcázar andalusí, según las hipótesis en las que han realizado los arqueólogos Alberto Montejo y José Antonio Garriguet. El resultado es una pieza enorme de terreno que abarca el actual Obispado, las instalaciones del Seminario de Amador de los Ríos, el Campo Santo de los Mártires y el Alcázar de los Reyes Cristianos. Los únicos restos visitables a día de hoy son los Baños Califales, cuya excavación se produjo en los años sesenta del pasado siglo y que en su día formaban parte del complejo. La apertura del Centro de Recepción de Visitantes integra los últimos hallazgos que se han encontrado en el solar y los hará, al fin, accesibles al público.
El decreto del Gobierno explica que el palacio de los califas medía dos leguas y tres cuartos de extensión. Lo describe como una fortaleza que bordeaba el Guadalquivir con una gran explanada dotada de dos preciosas mezquitas. La residencia califal estaba conectada con la Mezquita Aljama por un «pasadizo» (en realidad, era un puente sobre la calle, el ‘sabat’). El documento oficial afirma que la construcción levantada por Abderramán I precisa de una urgente campaña de excavaciones con el objetivo de «su total descubrimiento y conservación».
La realidad es que la historia de la expropiación empezó siendo pacífica y acabó como el rosario de la aurora. El Gobierno franquista pagó y expropio miles de metros cuadrados pero la Iglesia siempre entendió que se segregaría una parte, coincidente con la zona noble del monumento ( la reforma del obispo Mardones , en la calle Torrijos), que se mantendría dentro de ámbito de influencia. Las sentencias sobre la materia dan a entender que se produjeron negociaciones extraoficiales para dividir el espacio pero que nunca llegaron a concretarse en un expediente oficial. Que el Estado nunca se mostró dispuesto a poner eso por escrito.
Las intervenciones patrimoniales en el Alcázar andalusí fueron una constante durante todo el siglo XX aunque sin el ‘glamour’ que se llevó siempre la Mezquita o Medina Azahara aunque coincidan muchos de los nombres que las impulsaron, como el de Félix Hernández. En los años sesenta, el arabista Rafael Castejón rastreó la posible ubicación de las tumbas de los califas sin mucho éxito. El Ayuntamiento, a su vez, intentaba remozar parte de la propiedad que estaba dedicada a un colegio religioso para chicas, llamado del Obispo (aunque su nombre oficial era San Rafael). Aquella empresa fracasó por los hallazgos arqueológicos del solar, incompatibles con la cimentación. También fracasó, hasta hoy, el intento de reabrir el jardín del Obispo con un proyecto del arquitecto Carlos Luca de Tena , que dejó diseñada hasta la reja de forja de la entrada.
Desde 1971, fecha de la expropiación, hasta primeros de los ochenta se produjeron hasta cinco procesos de investigación distintos, no siempre recibidos con alegría por el Obispado, que llegó a negar el acceso a las instalaciones. El resultado fue la localización de estructuras tanto andalusíes como visigodas así como multitud de restos cerámicos, resaltan las sentencias emitidas sobre la materia, de alto valor. Lo que sí se ampliaba era el interés del Estado y de la Junta por usar la parcela.
Con los años, se perdió el interés por una campaña masiva de excavaciones que permitiera el objetivo primigenio de hacer aflorar la fortaleza califal. El último intento del Estado data de 1984 en el que se propuso la demolición de todos los edificios ubicados en «el terreno público» para una investigación completa que permitiese llegar hasta las últimas consecuencias el plan iniciado por el ministro Villar Palasí , el creador de la EGB y el BUP.
Al contrario, y ya que el espacio era suyo, la tesis pública era colonizar lo que había pagado. Se empezaron a plantear proyectos como el traslado a la zona de la Biblioteca del Estado, que quedó en los antiguos graneros del Palacio Episcopal e integró la escalera diseñada por Miguel Verdiguier , autor del Triunfo de San Rafael. El edificio anterior se encontraba en la calle Calvo Sotelo (hoy Capitulares) y era pura ruina.
José Antonio Infantes Florido tomó posesión como obispo de Córdoba en 1978. Decidió no aceptar las actas de ocupación de espacios que le iba planteando la Administración. En segunda instancia, revitaliza el Palacio Episcopal histórico mediante nuevos usos para reclamar que se le devolviese el suelo no excavado ya que el Gobierno justificó la adquisición forzosa en la arqueología. El prelado se encuentra con un instrumento nuevo: el dinero de Cajasur. El obispo, en la línea de las directrices vaticanas, crea el actual Museo Diocesano que en sus primeras épocas lleva el nombre de Museo Obispado Cajasur .
Los pleitos entre la Junta y la Iglesia duraron 16 años y tuvieron sentencias contradictorias. El primer fallo fue en 1988. La Audiencia Territorial de Sevilla dio la razón, parcialmente, al Obispado lo que obligaba a devolver la propiedad. El Supremo tumbó esa decisión y consideró que quien llevaba razón era la Administración autonómica. Consideró, en un fallo del que fue ponente José María Sánchez Andrade, que no había motivo para revertir nada. El acuerdo no llegaría hasta 1994 y se realizó por métodos diplomáticos. La Iglesia recuperó la zona noble del Palacio Episcopal, lo que dio pie a su rehabilitación, al traslado de dependencias de la diócesis y a que se emprendiese el Centro de Recepción de Visitantes en los apostolados de Francisco Javier Martínez, Juan José Asenjo y Demetrio Fernández.
La Junta mantuvo una parte relevante de la propiedad pero no ha habido tanta suerte en su uso social. El jardín del Obispo es un solar que nada tiene que ver con lo que llegó a ser, una zona verde con 22 parterres, fuente y cenador. Todos los intentos por desarrollarlo, incluidos en el Plan del Casco, han terminado entre la desgana oficial. El Plan del Casco prevé su apertura por la calle Tomás Conde, en el Campo Santo de los Mártires. La Biblioteca del Estado se trasladará a finales de año a las nuevas instalaciones de los Jardines de Agricultura. No existen planes concretos del Gobierno andaluz sobre qué hacer con el edificio de la calle Amador de los Ríos a pesar de que tiene una ubicación espléndida.
La tumba de los califas sigue siendo motivo de estudio como lo es el Alcázar califal y las construcciones que ocuparon ese emplazamiento antes de Al Ándalus. Montejo y Garriguet indagaron en donaciones realizadas al Museo Arqueológico Nacional en el siglo XIX de unos restos compatibles con una construcción funeraria de mucho caché. Se encontraron durante la ampliación del Seminario. Fuera del entorno que Franco expropió.
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