«Corremos para seguir siendo jóvenes»

-Todo surgió hace dos veranos, al estrechar los vínculos con un amigo que hice hace diecisiete o dieciocho años. Nos reencontramos con nuestras familias en la playa y, charlando, nos dimos cuenta de que a los dos nos gustaba correr, pero a niveles de aficionados muy iniciales. Al despedirnos nos pusimos como meta dar juntos un paso adelante y hacer una media maratón. Fue la de Almodóvar del año 2013. Mi amigo se llama Javier Ricote y ha escrito el prólogo del libro. En todo el proyecto fue decisiva la concurrencia de otro corredor ya más hecho que se ofreció a entrenarnos; su nombre es Javier Duro. El libro está dedicado a ambos. Juntos hemos corrido dos maratones en diez meses: primero en Sevilla, en febrero de este año, y hace dos semanas en Valencia.

-¿De qué trata?

-El relato tiene la estructura de diario y abarca seis meses, desde septiembre de 2014 a febrero de 2015. Cuenta cómo me preparo en ese tiempo para cubrir mi primer maratón, de los entrenamientos que realizo en Córdoba o fuera de ella y de las pruebas que corro. En realidad, creo que el libro es sobre todo una historia sobre cómo el deporte, y el running en particular, genera vínculos de amistad sólidos y que le hacen a uno la vida más agradable. Por el libro desfilan personas que se van incorporando a esta afición y que ya forman parte de mi vida, como por ejemplo varios padres de compañeros del colegio de mi hija o los miembros del equipo «Vámonos 42» de Madrid en el que me he integrado. Otras veces el libro adquiere tintes más introspectivos, porque narro las cosas que pienso cuando entreno, recuerdos que se me vienen a la cabeza o reflexiones sobre los libros o las películas o la música que me gustan.

-Desvélenos alguna anécdota que incluya en sus páginas.

-Alguna hay. Cuando acabamos de correr el maratón de Sevilla, este febrero, fuimos a celebrarlo a la terraza de un hotel frente a la Giralda. Íbamos con nuestras equipaciones y parecíamos profesionales aunque nuestras marcas hubieran sido de principiantes. La terraza estaba llena de corredores y nos hicimos amigos de la campeona nacional de maratón de Noruega, que estaba allí con su entrenador bebiendo sangría y comiendo jamón serrano. Por supuesto que cuando nos preguntó por nuestro crono les quitamos una hora a los tiempos. Ella se limitó a sonreír.

-¿Qué conduce a un hombre más allá de los 30 años a calzarse por primera vez unas zapatillas para correr?

-Bueno, yo ya dejé de ser un treintañero, pero lo era, aunque tardío, cuando me aficioné a hacer kilómetros. Si se fija, la mayoría de la gente que corre pruebas de media y larga distancia está entre los treinta y los cincuenta años. Es un deporte en el que cuenta más participar que ganar, porque solo gana uno y salen cinco mil o diez mil de la línea de partida. Creo que corremos para sentir que seguimos siendo jóvenes, para sentir que estamos vivos. Las endorfinas son la droga de la felicidad.

-¿Qué es lo que les engancha a este deporte?

-A mí me gustan mucho las relaciones sociales que se establecen. En el libro hay muchos ejemplos de ellas. Prima siempre la espontaneidad, la naturalidad. Además, es un deporte en el que no existen barreras sociales ni económicas. Solo hacen falta unas zapatillas.

-¿Tiene alguna explicación a este «boom» por el deporte en general y el atletismo en particular?

-Hay quien lo ha relacionado con la crisis. Los gimnasios tienen precios asequibles en muchos casos, pero las economías domésticas no están a veces para afrontarlos. Hay más causas: correr es una buena manera de conocer tu ciudad. Y si te gusta viajar, puedes descubrir los sitios que visitas con una carrera de dos horas. En París vi hace unos años que una empresa organizaba rutas para runners que pasaban por lugares emblemáticos. He disfrutado corriendo por ciudades que no conocía.