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Crónicas de Pegoland

La chispa en el colmillo

Esos momentos en los que nos metemos en líos en ABC son los que merecen la pena

Clientes comprando el periódico en un quiosco de prensa Roldán Serrano
Rafael Ruiz

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Hace veinte años, los periódicos eran gordos como un libro y, cuando llegaba el domingo, había que llevárselos a casa usando un carrito. Se podía fumar en las redacciones y se trabajaba fundalmente por la noche, con la fresca, que es cuando se ... hacen las cosas importantes. El lector era un ser difuso que estaba por allí porque, de vez en cuando, nos llegaban cartas manuscritas afeándonos tal texto o dándonos la enhorabuena por un acierto. La página era la cuarta parte de una bobina de papel que transportaban prodigiosos operarios de artes gráficas que tomaban el testigo cuando se le daba al botón de enviar. No existían las ediciones digitales o eran tan malas que no merecían mucho la pena. La última hora la daba la agencia o la radio porque el periódico solo podía aspirar a llegar el primero al quiosco con el contenido más completo posible. Y el periodista era un nombre sobre una galerada de texto, no un perfil digital que hace propaganda de sí mismo.

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