Crónicas de Pegoland
La chispa en el colmillo
Esos momentos en los que nos metemos en líos en ABC son los que merecen la pena
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Iniciar sesiónHace veinte años, los periódicos eran gordos como un libro y, cuando llegaba el domingo, había que llevárselos a casa usando un carrito. Se podía fumar en las redacciones y se trabajaba fundalmente por la noche, con la fresca, que es cuando se ... hacen las cosas importantes. El lector era un ser difuso que estaba por allí porque, de vez en cuando, nos llegaban cartas manuscritas afeándonos tal texto o dándonos la enhorabuena por un acierto. La página era la cuarta parte de una bobina de papel que transportaban prodigiosos operarios de artes gráficas que tomaban el testigo cuando se le daba al botón de enviar. No existían las ediciones digitales o eran tan malas que no merecían mucho la pena. La última hora la daba la agencia o la radio porque el periódico solo podía aspirar a llegar el primero al quiosco con el contenido más completo posible. Y el periodista era un nombre sobre una galerada de texto, no un perfil digital que hace propaganda de sí mismo.
El negocio ha cambiado o más concretamente lo está haciendo bajo la premisa de ensayo y error . Las redacciones han sido desprovistas de humo y ahora tienen «office», que es como una cocinilla sin camping gas. Hay más gente trabajando para cuidar la imagen de empresas e instituciones que en los propios medios. Los periódicos son empresas informativas multiplataforma que ustedes llevan en sus bolsillos, en los favoritos del móvil. Con más lectores, que ahora podemos conocer en tiempo real, y menos certezas que nunca. La desconexión progresiva de la imprenta ha alterado todas las viejas reglas de forma que ahora da primero el que primero lo consigue. Y son empresas culturales. ABC, cuya edición cordobesa cumple dos décadas, organiza conferencias, participa en exposiciones, se ha convertido en uno de los principales focos de difusión de novedades literarias y cuenta con publicaciones temáticas. Aún así, los lectores que llaman a la Redacción suelen sacar a colación que aprendieron a leer con este periódico, que era el que estaba en casa. Como un objeto familiar.
Las cosas más «underground» que he escrito en mi vida, y mira que puedo llegar a tener imaginación, han aparecido en ABC, donde -en un claro error de juicio- me contrataron para asumir la función que dejó el llorado Antonio Muñoz . Aquí le hemos fastidiado el desayuno a más de uno, que es la misión fundamental para la que nos pagan y el motivo, supongo, por el ustedes nos leen. Gracias a un grupo de periodistas maduro, con agenda propia, cabezones. Desabridos, a la antigua usanza, porque hay pocos líos en los que no merece la pena meterse ni peleas que no conviene librar. A los que nos pone tela que nos digan que no, que nos mientan o que intenten ocultar lo que merece ser contado , que es justo cuando nos venimos arriba. Esos momentos en los que ponemos la media sonrisa y se nos ilumina el colmillo. Esos que preceden a la bronca. Los que merecen la pena .
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