El bombardeo republicano sobre Cabra, sin encaje en la Ley de Memoria Democrática

Entre otras cosas, esta nueva norma contemplará la extinción de fundaciones que hagan apología del franquismo ; la creación de una Fiscalía de Memoria Democrática y Derechos Humanos; la exhumación de víctimas del franquismo de fosas comunes sufragada por fondos públicos; o que los descendientes de los brigadistas internacionales puedan acceder a la nacionalidad español.

La futura normativa ha levantado ya ampollas por, entre otras cuestiones, «imponer una visión revisionista de la Historia, en la que hay buenos y malos definidos por ley», apunta el profesor Antonio Arrabal, autor del libro «El bombardeo de Cabra. El Guernica de la Subbética».

Así, los fallecidos de esta matanza (más de un centenar) no entrarán seguramente en la lista de enterramientos que elaborará la nueva normativa, diseñada bajo la supervisión de Carmen Calvo, natural de Cabra, al no tratarse de víctimas de la represión franquista .

Tampoco los que perdieron la vida en otros tantos bombardeos de la aviación republicana, como los registrados a finales de octubre y principios de noviembre de 1938 en otros puntos de Córdoba como Aguilar (42 muertos); Baena (29 víctimas); o Espiel (26 fallecidos). También fuera de la provincia como Motril (20 muertos); Porcuna (2 muertos); o Bélmez (12 muertos).

Cabra carecía entonces de valor estratégico . Entonces, ¿por qué fue atacada? Según explica el profesor Arrabal, el objetivo era distraer la atención de la caza del ejército nacional del frente del Ebro, lo cual hubiera supuesto un enorme alivio para la gigantesca presión a la que estaba siendo sometido el Ejército republicano en su retirada tras la derrota del Ebro.

«Cabra no fue bombardeada por error , como lo demuestra el hecho de las tres observaciones previas de las que fue objeto en los días previos. Fueron tomadas miles de fotografías aéreas de la localidad y los pueblos del sur de Córdoba. Obviamente no informaron de presencia militar ni de defensas antiaéreas, simplemente porque no las había, al ser zona de retaguardia lejana», señala el autor.

Fueron tres aviones Tupolev SB-2 , los conocidos popularmante como «katiuskas», que el Gobierno había comprado a la Unión Soviética. Salieron de Cuevas del Reyllo, en Fuente Álamo (Murcia), con bombas de hasta 200 kilos de peso que dejaron un reguero de muerte en la localidad de la Subbética.