SEmana Santa
Viernes de Dolores en Córdoba, la Madre que asoma a la eternidad mientras pasa la vida
Miles de personas veneran a la Señora en su santuario en un día de tradición exacta
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Viernes de Dolores en Córdoba: veneración a la Virgen y horarios y recorridos de vía crucis
Córdoba
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Iniciar sesiónTenía que salir el sol. No podía consentir el cielo de Córdoba quedar gris, triste, agobiante en un día como el Viernes de Dolores. Mucho menos llover y anegar los adoquines de tristeza. Sí, dentro, en el sitio al que todo el mundo tenía ... que ir, no había nubes que distrajeran de la majestad, de la oración, de las emociones.
Se camina a San Jacinto, al santuario de la Virgen de los Dolores, y se llega desde mucho antes de pisar la plaza de Capuchinos. Se encuentran almas por San Zoilo, por Torres Cabrera y por la plaza de Colón en la que se mira la misma inquietud, el ansia que se contiene, las ganas de llegar, el aire de una fiesta que se vive mucho más dentro que en las galas, aunque lo sean.
La emocionada visita a la Virgen el Viernes de Dolores, en imágenes
Rafael CarmonaLa Señora recibe en su camarín a miles de devotos en una jornada llena de tradición
Se dispara al pisar la plaza, al ir adivinando la silueta del Cristo de los Faroles y con cada pequeño avance de la cola en busca de los escalones. Allí está la Virgen de los Dolores, en un día sin tiempo ni cronología, porque lo que buscan los que llegan es no encontrar cambios, no distinguir apenas entre un año y otro.
Llegan los que rezan y se saben en un momento eterno, en el mismo de cada año que se rehace y se renueva. Pasa la vida por ellos y por sus cuerpos, pero sigue inmutable, perfecta, ideal la Virgen de los Dolores. Queda al llegar el gozo de alcanzar el final de una peregrinación: allí está la Madre.
La descripción no será distinta de todos los años: las rosas blancas a sus pies, encima de la peana, y luego las flores repartidas por todo el templo. La saya del cordero, el manto de Alburquerque, el corazón con los siete puñales, las vueltas blancas del manto para dar luz.
Estampa
Y todo eso queda en nada cuando se busca el rostro de palidez indescriptible, las lágrimas que incluso desde lejos se ven caer, la boca con la curva que siempre vive en la memoria. Pasa el tiempo y queda la Señora de Córdoba para que el Viernes de Dolores siempre asome a la eternidad a los que rezan a sus plantas.
A las once comienza la fiesta de regla que pone fin al septenario y trae aires de despedida. Es la última que preside Demetrio Fernández, ahora obispo emérito de Córdoba y administrador diocesano, a la espera de que su relevo tome posesión.
Se sucede entonces la lectura de la versión en castellano del 'Stabat Mater' y el Evangelio en que Jesús nombra a María madre de toda la humanidad, y a los hombres, personificados en San Juan, el cuidado y veneración de la Virgen.
El obispo sabe que se despide de la fiesta y pide a la Virgen «que haga valorar la maternidad frente a la epidemia del aborto»
«Empecé en Semana Santa y termino con una Semana Santa. En literatura es una inclusión temática. No es una simple coincidencia», dice el obispo. Es su Semana Santa número 16: «A partir de ahora estaré con vosotros el tiempo que Dios quiera».
Se felicita por haber visitado «a la Virgen como Madre, en este título y en este lugar, cuando se abre el pórtico de la Semana Santa de Córdoba». Habla sobre todo del misterio de la Virgen como Madre, en la que los cristianos «buscan refugio», porque es parte del misterio cristiano.
«Cada uno la ha incorporado como Madre de una forma, pero es siempre la misma», dice, y a partir de ahí pide a la Virgen de los Dolores que sean los cristianos quienes «atiendan a los más necesitados, porque en una gran familia siempre hay quienes necesitan más».
Esa gente a la que «le falta lo elemental, también son hijos de María», y por eso pide ser «más sensibles y aliviar las carencias» de quienes pasan por dificultades. Pero no sólo habla de necesidades económicas. Pide también a la Virgen por la maternidad.
El devoto besamanos de la Virgen de la Paz, en imágenes
Rafael CarmonaLa Paloma de Capuchinos recibe en su templo miles de oraciones y visitas
«Le pido que nos libre de la epidemia del aborto, que hace que mueran más personas que en la guerra. Es una guerra sorda, mitigada y domesticada, pero la Virgen es quien nos invita a valorar la maternidad, en un momento en que no tenemos nacimientos para el relevo generacional», afirma.
Termina invitando a todos, a la hermandad, a los sacerdotes, a los devotos, a los hermanos a «entrar de lleno» en todo lo que significa la Semana Santa, que para él siempre ha empezado en el Viernes de Dolores, a los pies de la Virgen.
Mientras habla va creciendo la cola en el exterior de la plaza. Entran a la derecha, rezan a la Virgen, no estorban a la liturgia. En los ojos se les encuentra la emoción del día, de saber que el mundo gira fuera pero la Virgen de los Dolores permanece.
Un siglo de cambios en el paso de la Virgen de los Dolores
Luis MirandaEn 1925 la Señora ya lucía el manto de Pasión y caminaba en un paso que combinaba los cirios con las tulipas
Suena el 'Stabat Mater' de Kodaly mientras siguen llegando y alguien que se arrepiente de buscar la salida, como si la Virgen de los Dolores le estuviese pidiendo que permaneciera. Recuerda tal vez a su familia, a la gente a la que quiere, y le pide lo que todos los años.
El mundo vuelve a ser el lugar inhóspito de siempre cuando se cruza la puerta, pero siente un peso menos y un poco de esperanza más, y sigue avanzando. En el Santo Ángel, como cada año en este día, está la Virgen de la Paz en besamanos.
Espera en la entrada de la iglesia, vestida con el manto de salida. Paz en la rama de olivo en la mano, Esperanza en el ancla que pende del pecho, en el tocado de mucha finura. Preside un salón del trono con candelabros y espejos, porque el besamanos no deja de ser un ritual regio, y queda en la veneración el aire de inminencia.
Su belleza es delicada, etérea, blanca. No de luto, sino de casi resurrección anticipada, aunque tenga que pasar por el dolor y por las lágrimas a las que alude la espada que le llega al corazón.
Avanza el Viernes de Dolores, el sol sigue ganando a las nubes y el que encuentra al Señor de la Sangre, ya sobre las andas para el vía crucis de la noche, siente que no podría estar en un lugar mejor, y se pone otra vez en la cola del santuario.
La coral Cantabile, ya imprescindible para entender los cultos de las cofradías de Córdoba, le había preparado a la Virgen un homenaje: un vídeo en el que interpretan el 'Salve, Madre' con arreglos del compositor Rafael Wals, director de la formación.
La producción es de La Cueva del Sobrino y con ella quieren reunir «rituales, sonidos, olores y sabores que confluyen todos en torno a la plaza de Capuchinos con la Virgen de los Dolores». Porque aparecen desde la propia imagen hasta las patatas fritas Cristo de los Faroles, según la forma en que la fe se incultura en la vida cotidana.
Mientras suena esa oración, en su camarín sigue Nuestra Señora de los Dolores, eterna, y aunque pase la vida y crezcan quienes nunca faltan, siempre habrá un instante en que sea cierta la promesa de un mundo sin tiempo para quienes sigan el camino de su Hijo.
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