Semana Santa Córdoba 2023 | Martes Santo, la luna va acabando de llenarse
La crónica
Las cofradías se reencuentran con las calles cuatro años después en otra jornada de estrenos y aire radiante
Así te hemos contado en directo el Martes Santo de Córdoba 2023
La Virgen de la Trinidad, con su manto bordado en oro
En el cielo del este de Córdoba, un cielo de un azul que declina pero sigue lleno de luz, cuando se mira hacia el lugar por el que las cofradías estaban llegando la carrera oficial, aparece la luna. Es el astro casi ... redondo, como una circunferencia trazada por mano inexperta, y el que alguna vez aprendió el truco hasta que tiene que mirar un poco y distinguir. Ni izquierda ni derecha: la parte incompleta está hacia abajo.
Hay que afinar: creciente y casi llena, redonda como se la recuerda en noches de saetas, pero todavía no está llena ni mucho menos menguante, que es palabra que ya evoca declive, pérdida, camino hacia el mar que es el morir.
La luna avisa, pero que se queda en palabra de advertencia. Dice que terminará por llegar al final y que tendrá después que ir recogiéndose, como una cofradía que ha tocado la carrera oficial y sabe que queda la vuelta. Todo lo hermosa que se quiera, pero hacia el final.
Es Martes Santo y el que pisa las calles ha escuchado antes la advertencia de que el camino va avanzando y tendrá que terminar. No con el fatalismo de lo inevitable, sino con la voluntad de que no se le escape ni un segundo. A Cristo lo han prendido y lo llevan ante el poder político y religioso.
Lo han mandado crucificar para salvar a un bandido. Ha cargado con la cruz y ha encontrado por el camino a su Madre y a la mujer que le ha secado el rostro con lienzo. Eso cuenta la Semana Santa y en esa secuencia, la que termina en el Martes Santo con la sed y la muerte de Cristo, está la advertencia de que cada minuto pasado se irá descontando hasta dentro de bastante.
Si esa luna, la primera luna llena de la primavera que tanto se aparece en las tardes de añoranza, está a punto de llenarse, es para empezar el camino de vuelta, los días de las puntas a la derecha que terminarán en noches oscuras.
Será que el que mira está cada vez mayor o que ha visto ya a unas cuantas cofradías de cera gastada entrar en iglesias y quedar hasta el año siguiente. Dejan un recuerdo feliz, pero no tanto como lo es el momento fugaz en el que las velas tiemblan, la música suena y las bambalinas pegan en los varales.
Amanece la tercera tarde de la Semana Santa otra vez sin nubes y con un aire de calima por el oeste. Hay ratos en que el sol tiene aires de mayo, de promesa de verano, y otras en que un poco de brisa cuenta que apenas acaba de empezar abril. No es, desde luego, en la plaza de San Andrés, envuelta en una luz blanca que obligaría a buscar la sombra si no fuese Semana Santa.
Los misterios de la Santa Faz y el Buen Suceso parecen haberse hallado tras los últimos cambios
Los primeros nazarenos de túnica de cola van formando las cruces en aspa y cuando llega el misterio algunos evocan la historia y los cambios de la hermandad en cincuenta años. El conjunto parece más que conseguido y el Señor con mucho protagonismo. La Virgen de los Dolores luce una diadema que se le ofrendó a la Caridad, y en la cola del paso también se ha logrado que su presencia aumente.
Gira con 'Réquiem' hacia el Realejo y el paso ya está tallado pero todavía en el color de la madera. Al cabo de estos cincuenta años gusta ver que la hermandad haya encontrado el misterio que quiere. A la Virgen de la Caridad, con el manto negro de sencillos bordados, la prefieren muchos de noche, con la candelería encendida y bien gastada, pero a la luz ancha, dura como dirían los fotógrafos, se le gana un contraste, como si con su presencia fuera capaz de ganar un poco de la penumbra que gusta a los que salen a ver hermandades a la calle. Lleva piñas cónicas de rosas pálidas y el ojo todavía tiene que acostumbrarse a un palio de unas proporciones que prometen mucho.
La Virgen de la Salud, por el Patio de los Naranjos
De tener que esperar en San Andrés se ha pasado casi a no saber a dónde ir, porque las cofradías van saliendo a una calle que esta vez no tiene dudas. La costumbre, que es eso que se renueva todos los años, quiere ver lo mismo que un Martes Santo, pero del último con la plenitud de las hermandades en la calle hace ya cuatro años. Hay quien recuerda la tarde calurosa y la compara con el cielo plomizo y la lluvia de la anterior.
La hermandad Universitaria ha salido del Juramento, con la fachada andamiada para la limpieza, y busca la carrera oficial con la ligereza de las cofradías de silencio. A simple vista parece tener un cortejo más nutrido que otros años, y en la estrechez de Alfonso XII es obligado esperarla y reparar en los detalles personales. En las varas o bastones y en los incensarios de madera, si es que con el Cristo de la Universidad delante se puede dejar de mirarlo mucho tiempo.
Hay está el primer aldabonazo de consumación futura, como si fuese la hora nona del Viernes Santo en que Cristo ya ha cumplido la redención en el árbol de la cruz. Pablo d'Ors habla de buscadores cuando se refiere a quienes se sumergen en su espiritualidad. El Cristo de la Universidad es para ellos, o más bien encuentra, y en los detalles de la Sábana Santa y el rostro sin embargo clásico y sereno no deja de interpelar.
El manto de la Virgen de la Trinidad se bañó en la luz y mostró los detalles de su diseño y bordado en oro
En una Semana Santa con abuso de tambores y músicas, al pasar la Virgen de la Presentación se tiene la sensación de que se ha pasado por una fuente de venero tan fresco y sabor tan puro como no podrán darlo las marcas más renombradas.
Atajan los caminantes por la Ajerquía y buscan la calle de la Feria casi sin mirar los cuadrantes. Hubo una época en que el Císter fue nueva y anunció un tiempo de cambio; hoy es una clásica del día y el que tantas veces la encontró ahora casi sabe lo que le espera aunque haya sorpresas.
El Cristo de la Universidad, a contraluz
Recuerda aquel día de hace 25 años en que salió por primera vez el Señor de la Sangre. Había amanecido jarreando y la tarde que se prometía en lágrimas terminó con una tarde despejada en la que no tuvo que faltar nadie. Llevaba el Señor las manos a la espalda, como ayer. Tiene algo de tensión y dramatismo ver así a los cautivos, como si se notaran la fuerza y la violencia con que trataron a Jesús.
Los claveles son rojos como la Sangre de la advocación, la que el Señor lleva del reciente sudor, y cuando el paso se detiene piensa quien mira en que ya están la condena y el camino. Ni fue eterna la Pasión ni tampoco lo será una Semana Santa, aunque unas y otras se repitan.
Hay que esperar también allí a la Virgen de los Ángeles, que ha salido de la repleta plaza de Capuchinos con 'Ángeles Reina' y 'Los Dolores', de José de la Vega. Los jacintos blancos huelen tanto como fascina su estética fractal e impecable, y la Dolorosa parece escuchar sólo a medias el consuelo de San Juan. Llora como si no pudiese escuchar más que su dolor. Lleva un nuevo puñal de plata y al entrar en la calle de la Feria llega a una intimidad en la que hay que quedarse a consolarla un rato más, quizá hasta asomarse a la cumbre.
La Agonía ha cruzado al filo de las seis de la tarde el Patio de los Naranjos rumbo a la carrera oficial y luego a su barrio. Vibra su tarde como las cornetas de esa banda que ha multiplicado la admiración en los últimos tiempos. Con el Cristo bien alto en el paso y el hisopo que se acerca para no se sabe si continuar con la burla o calmar algo la sed, el Martes Santo se ha desatado en apenas una hora.
La Virgen de los Ángeles y San Juan, en su palio
Como un incendio bueno de muchos focos en el que no se sepa a dónde prestar atención. Lleva a los pies flores variadas, según es costumbre desde hace muchos años, y por Amador de los Ríos, cuando ha dejado Torrijos, parece ya la misma cofradía que luego subirá apurando la noche hasta el barrio.
Va tomándose el oro bordado del palio de la Virgen de la Salud, con su ornamentación renacentista, y muchos querrían ver a esa hora la flor de cera ya consumida, porque en las piezas que se ponen en el frontal funcionan de noche como faroles antiguos, que cautivan la luz en belleza sin que se vea el cirio.
Hay gente que le tenía miedo al carril del Paseo de la Victoria por el que muchas hermandades bajan para llegar a la carrera oficial. Descubrieron que no es una avenida, sino una calle que hacen estrecha y tamizada los grandes árboles. Por allí viene la Santa Faz, con muchos nazarenos de cirio al cuadril y también con un ritmo que obliga a esperarla bastante.
El Señor del Buen Suceso, en su paso de misterio
Después de cuatro años parece que el paso va pareciéndose a lo que la cofradía quiere: más alto, con mejor respiradero, más lleno de detalles y también con mejor percepción del conjunto. Llaman la atención los ángeles que sostienen como cirineos la cruz con la que carga el Nazareno, casi a punto de caer por el cansancio. Tiene un monte de flores de tonos morados de enorme riqueza y avanza entre los árboles con Pasión de Linares en su registro más clásico, y da pena tener que dejarlo marchar. Hay que prometerse buscarlo luego, porque la luna ha dejado la promesa de llenarse y la advertencia de que tendrá que menguar.
Al llegar la Virgen por la costumbre se le miran el rostro, los claveles impolutos de las jarras y la belleza, pero pronto llaman la atención los hilos de oro. En tierra de cofradías que crecen todavía es tiempo de deslumbrarse con los mantos bordados, con el diseño de Rafael de Rueda y el bordado de Joaquín Salcedo. Y sí, se marcha también, pero deja el recuerdo de una plenitud, otra más, conseguida, de una cosa que quedará para toda la vida.
El misterio de la Santa Faz, en sus primeros metros
Va cayendo la noche, la luna advierte, y el Prendimiento llega radiante por la Ajerquía, también con muchos nazarenos azules que han tomado las calles. Lleva el Señor la túnica antigua de cola que tuvo muchos Martes Santos el viejo Cristo de Castillo Ariza, y le da el sabor de una cierta continuidad en el tiempo a una cofradía encontrada a sí misma estos años.
Al avanzar el misterio, ya tallado a y a la espera del oro, tiene la majestad impresionante del viejo conjunto y se repara en el tono cárdeno de las flores. Empuja su cofradía y el colegio en la fuerza con la que sube, porque hay cosas que no tienen que perderse.
Buscan algunos de noche a la Virgen de la Piedad, envuelta en las campanitas de su palio, y le dedican un rato de disfrute y de embelesarse ante la candelería siempre encendida, y piensan en su palio futuro que se va bordando. Ya es madrugada, el Martes Santo se apaga después de haberse consumido como uno de los cirios que arden en este tiempo y quedan las lágrimas de la Virgen en la memoria. ¿Y dónde habrá ido a estas horas la luna, que prometía plenitud a la vez que consumación?
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