Historia
El paso de la Soledad de San Cayetano de Córdoba se dispone a volver a sus orígenes de 1931
Los respiraderos metálicos de Manuel Seco fueron pioneros en la ciudad hace casi un siglo
El palio de la Soledad de San Cayetano de Córdoba se acortará 90 centímetros y llevará las bambalinas unidas
Álvaro R. del Moral
Córdoba
Todo cambia, pero todo sigue igual… La clásica cofradía cordobesa de Jesús Caído se dispone a remodelar su inconfundible paso de palio redimensionando sus proporciones para volver, de alguna manera, a las medidas del que fue -en 1931- el novedoso paso de los Hijos ... de Manuel Seco.
Conviene ubicar el empeño dentro de la historia intermitente de la propia corporación de San Cayetano que experimentó un nuevo momento de esplendor humano y patrimonial a raíz del aterrizaje de Eduardo Quero, marqués de la Mota del Trejo.
Quero dio un giro radical a la vida interna de la hermandad materializado en no pocos estrenos y la decidida intervención de su propia mujer: Soledad Cabrera. El marqués había sido elegido hermano mayor en 1922 y no tardó en ponerse manos a la obra.
En los dos años posteriores llegaría el estreno de la inconfundible saya y el manto bordado por las clarisas de Santa Isabel, dos piezas inseparables de la presentación pública de la clásica dolorosa del Jueves Santo cordobés que influirían más de dos décadas después en la confección de un inmenso palio al que algunas voces querían adivinar reminiscencias malagueñas…
En medio de esas fechas, en 1930, se había producido el encargo de los respiraderos de la Virgen del Mayor Dolor a la que se iba a añadir la coletilla de «en su Soledad» en atención a los desvelos de la marquesa, sin saber que acabaría siendo su advocación más popular. Su marido, Eduardo Quero, estaba decidido a dar lo mejor de lo mejor a su cofradía y no dudó en encargar dichos respiraderos del flamante paso al taller sevillano de Seco, que también hizo el primer juego de jarras.
El encargo era pionero por muchas cosas: desde la procedencia hispalense de las piezas hasta el empleo de metal labrado, anticipándose a los estrenos de las andas de las Angustias y los Dolores que, con la propia corporación de Jesús Caído, conformaban la santísima trinidad de aquella Semana Santa popular de la preguerra.
La fiesta empezaba a impregnarse -tímidamente- de los vientos regionalistas que ya habían revolucionado el poderoso modelo que destellaba río abajo en las órbitas de la Exposición Iberoamericana. La muestra se había clausurado el 21 de junio de 1930.
Todo encaja: ni que decir tiene que los talleres sevillanos se encontraban en su apogeo, poniendo en pie una nueva Semana Santa que en esta orilla del Guadalquivir iba a tener un eco más tímido. El obrador de Seco -que permanece en activo en 2023- había sido fundado en 1860 por Manuel Seco Algaba, sucedido por los hermanos Manuel y Eduardo Seco Imberg -el taller se nombraba como Hijos de Manuel Seco- artífices del flamante paso de la Soledad de San Cayetano.
Dificultades
En aquel obrador ya pululaba un joven veinteañero llamado Manuel Seco Velasco, tercera generación y definitivo maestro de la saga, que a buen seguro debió intervenir en aquellos paños repujados destinados a una hermandad de Córdoba. Los respiraderos se estrenaron en la Semana Santa del año siguiente, en 1931. Y no faltaron dificultades para su montaje, derivadas del desconocimiento de unas piezas que -hasta ese momento- eran inéditas en la destartalada materialidad de la celebración cordobesa.
En el archivo de la hermandad del Caído, de hecho, se conserva cierta correspondencia al respecto. El marqués de la Mota del Trejo -ni que decir tiene quién había apoquinado el asunto- llegó a dirigir varias cartas a los orfebres exponiendo las dudas surgidas en torno al montaje de los respiraderos que costaron 3.500 pesetas; un dineral para la época.
Todo iba a cambiar a raíz del estreno del palio en 1950, bordado de nuevo por las vecinas monjas de Santa Isabel según el diseño del orfebre Rafael León, al que se le habían encargado los varales y los faroles que dan personalidad al paso del Señor, obra regionalista de Valverde Toscano.
El palio iba a cambiar la estética de todo el paso, forzando esas desmesuradas dimensiones que la cofradía se dispone a revisar. Era necesario adaptar los respiraderos de Seco al nuevo tamaño, encargándose los tres grandes escudos -frontal y laterales- que resolvieron drásticamente la cuestión, partiendo las piezas en dos para ganar longitud y anchura.
La incorporación del palio supuso alargar la longitud con unos escudos que a partir de ahora se suprimirán
La cofradía se dispone a volver a los orígenes de esos valiosos respiraderos, los más antiguos de Córdoba, con un ambicioso proyecto que redimensionará las desmesuradas proporciones de las andas conservando su característica impronta.
Se mantendrá el ancho pero la parihuela perderá casi un metro de largo suprimiendo los bastos escudos laterales, en un trabajo que realizará el orfebre Emilio León. En el mismo empeño -guiado por los cofrades Álvaro Doctor y Fernando Morillo-Velarde- se unirán en un solo paño las bambalinas laterales, en un proceso paralelo al que ya ha abordado la hermandad de la Misericordia para el palio de la Virgen de las Lágrimas bajo la dirección de otro cofrade experto: Luis de Torres Navajas.
Se recuperará así el aspecto original de un conjunto, con o sin su ajetreada historia material, pertenece a la mejor historia de la Semana Santa de Córdoba.
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