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Semana Santa

La Merced y la Estrella pintan de alegría y barrio el inesperado Sábado Santo de Córdoba

Las cofradías vuelven desde la Catedral a sus templos tras quedarse refugiadas el Lunes

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Luis Miranda

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En esta Semana Santa de nubes repentinas, de las que asustan o de las que atacan a traición, a nadie podía extrañar que cuando se esperaba a dos cofradías en la calle empezase a llover, y nadie se sorprendió cuando el agua se marchó muy pronto. Fue una nube negra, más ligera que aquella del Domingo de Ramos, que trajo lluvia unos pocos minutos y viento que hacía inútiles los paraguas.

Se marchó pronto, dejó azul el firmamento encima del Patio de los Naranjos y enseguida llegó la certeza de que había terminado el peligro y había empezado un Sábado Santo inesperado y dulce al calor del regreso de la Merced y de la Estrella a sus casas desde la Catedral en que se refugiaron por el agua, más consistente, del Lunes Santo.

Quizá para evitarse algún rabotazo de mala intención la primera cruz de guía salió quince minutos después, cuando la esperaba una bulla de Semana Santa, de ese tiempo que todavía no ha acabado y en que el cuerpo espera al lado de cruces de guía, de atributos y de olor a cera.

En la Mezquita-Catedral, todavía con los palcos, no faltaba nada de aquello, y entre los cordobeses que esperaban pasaban de vez en cuando grupos de turistas que habían admirado el bosque de columnas y se preguntaban por lo que sucedía fuera.

Eran las mismas cofradías que el Lunes Santo habían enamorado cuando la tarde era larga y luminosa y la promesa de una noche feliz parecía infalible. Quien se hubiera quedado con ganas de más allí lo tenía; quien no hubiera podido verlas daba gracias por la oportunidad. El cortejo iba descubierto y se notaba lo que ya se vio otros años: que con cirios había más hermanas que hermanos.

Se bañaba el Señor Humilde no en el sol alto de su salida, sino en otro de tarde que iba cayendo, y avanzaba rápido, porque esté donde esté su cofradía siempre tiene metros que andar, y en su presencia poderosa iban pensando tantos que tendrían que dejarlo pasar entre la bulla para engancharse después, en el largo camino. Admiró la interpretación de 'Hispalis' por Coronación de Espinas.

Admiraron dos cofradías que son de barrio y lo son de forma distinta y nada excluyente

Admiró otra vez en finura la Virgen de la Merced, y entre el oro, las flores y los símbolos de su paso de palio consiguió que todo el mundo se quedase con lo esencial, que son los ojos con los que habla, escucha y conmueve a los que la esperan.

Cuando había girado en Santa Catalina ya se veía la cruz de guía de la Estrella, que durante bastante camino tenía que seguir sus pasos. Luego la Merced buscó Santa Marina y San Cayetano, y la Estrella Cruz Conde y Doce de Octubre.

Son dos cofradías de barrio que lo son de forma distinta y para nada excluyente, porque todos saben lo que aman y esperan de ellas. Con la fuerza de su andar a cambios y con la elegancia de su banda todo el entorno parecía tribunal para juzgar al Señor de la Redención.

A esas horas el Sábado Santo ya era un día de la Semana Santa, y quienes vieron a la Virgen de la Estrella, radiante entre las flores refinadas y todavía impecables de su paso, por Cardenal González, sólo conocieron una lluvia, que fue de pétalos y de cariño en el camino tranquilo a su templo.

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