Semana Santa
Lunes Santo en Córdoba, las cosas son como terminan
Crónica
La amenaza de lluvia deja a Merced y Estrella en la Catedral y obliga a Vía Crucis, Sentencia y Ánimas a suspender
Guía de la Semana Santa de Córdoba 2025: itinerarios, horarios, hermandades y recomendaciones
Así ha sido el Lunes Santo de Córdoba 2025

De este a oeste, recortado por las pocas nubes y por los edificios, quienes confiaban en ser del todo feliz en el Lunes Santo no veían el cielo, sino un ancla azul, una esperanza a la que tenían que agarrarse. Lo miraban claro, casi inmaculado, y de pronto soñaron que permanecería así todo el día.
No querían que fuese dinámico y cambiante, volátil y tornadizo como lo es en tantas tardes de la alta primavera, sino estable y fijo, como pintado para que no se mueva, como queda en las fotografías y en la memoria. Por un momento, a esas horas cálidas de la tarde, pareció que iba a ser así, que otra vez aquel agua que se anunciaba para las nueve se quedaría fuera, que seguiría la historia de malos presagios que se diluyen, como había pasado en el Domingo de Ramos.
El Lunes Santo aguantó en todo lo alto mientras aquel cielo azul resistía y se derrumbó cuando empezó a desaparecer. Dejó en sus templos a la Sentencia, Ánimas y el Vía Crucis, y en la Catedral a la Merced y a la Estrella. Todo el mundo estaba a cubierto cuando por fin descargó la lluvia.
Miraban nerviosos los teléfonos quienes esperaban en la avenida Agrupación Córdoba debajo de un sol como el que esperan para el Lunes Santo. De este a oeste no se había más que azul y algunas nubes blancas de apariencia inofensiva. Lluvia a las nueve, a las diez, a las once. No a las cuatro menos cuarto, que es cuando tenía que salir la Merced, y salió.
Hasta quienes saben que es una hermandad que tiene que ganar metros, porque su camino a la carrera oficial es largo, notaban algo más de prisa que otras veces, tal vez para diluir cuanto antes el presagio de que aquel cielo azul podía tener otro color en algún momento.
Nadie lo podía recordar cuando la tarde venía llena de luz y el sol pegaba en el oro del paso del Señor Humilde en la Coronación de Espinas. Todos los años se piensa que el sol duro, como aquel que tuvo que pasar en Jerusalén, le acentúa el dolor con el que parece gritar al cielo.
Avanzó en poder y plenitud, con flores en colores rojos muy variadas, pero con la presencia de rosas, orquídeas y paniculatas, entre otras.
A esas horas la avenida de la Agrupación Córdoba era la esperanza azul a la que asirse, pero sólo para quienes querían pensar en algo que no fuera la felicidad de entonces. Porque en Semana Santa se vive al momento, al segundo que se disfruta y que no se quiere que termine.
Los que se bebían el instante miraban girar al Señor hacia el barrio de Levante y esperaban a la Virgen de la Merced, que tampoco tardó en aparecer.
Bulla
Entre la bulla cada uno podía escoger cómo describir a la Virgen de la Merced. Radiante, dolida, compasiva, tal vez. Por la ancha avenida los cofrades sabían que había momentos para disfrutar, para seguir a una imagen al ritmo con el que anda, para pararse cuando Ella lo hace, incluso para cambiar de perfil cuando se prefiera.
Parece este año el de cierta recuperación de las esquinas exuberantes de flores en los pasos de palio, y así lo hacía, contenida y elegante, la Virgen de la Merced. Era el blanco el color que dominaba por todas partes, pero en las jarras se completaba con ciertos tonos pasteles que daban sorpresa y alegría. La luz del sol doraba la cera, su sucedían las marchas y al entrar en el barrio le caían piropos y la gente esperaba en los balcones.
A esas horas, bajo aquel cielo azul que tenía que aguantar entonces había salido también la Estrella de su barrio, y de los que allí la buscaban ninguno quería ni pensar en que el día terminase de una manera de distinta a como había empezado.
No podía haber comenzado mejor, pensaron quienes vieron venir al misterio de la Redención cuando sonaba 'Rocío del Cielo' y a los que ya tienen algunos años se les aparecían por la cabeza las Semanas Santas perdidas. Oro y morado era lo que rodeaba al Señor, en la túnica bordada, en el paso y en las flores que formaban un conjunto que al mismo tiempo que belleza anunciaba dolor, abatimiento, porque el titular ya deja ver que sufre.
Como suele, avanzaba el misterio con cambios y disfrutando de la música, pero la cofradía quería avanzar, y si se gustaba en los giros, también encontraba después las calles por las que ganar metros. Delante de la Virgen de la Estrella figuraban los representantes del cuerpo de ferroviarios, tan vinculados a la hermandad, y los amantes del patrimonio se iban derechos a la delantera, porque allí estaba el gran estreno del respiradero frontal que construye un buen futuro para el paso de palio.
El respiradero de la Estrella sorprendió como obra arquitectónica y de fuerte personalidad
El proyecto concebido y ejecutado en el taller de Hermanos Delgado es el de un respiradero lleno de arquitectura, que conserva el aire característico del paso de palio en la presencia de los arcos polilobulados. Sobresale por su presencia y monumentalidad, y los que empezaban a proyectarlo en el futuro ya notaban que el cambio iba mucho más allá de un estreno.
Cuesta ya imaginarse a la Virgen de la Estrella sin los colores rosas y hasta malvas en las jarras, y no falló tampoco este año. Parecía cobijada bajo el techo y las bambalinas del sol que seguía pegando en la tarde de Córdoba y mientras sonaban marchas alegres más de uno se había olvidado de los porcentajes y lo que podría venir conforme cayera la noche. A esa hora ya habían salido a la calle nueve cofradías en esta Semana Santa de Córdoba, una más que en el desdichado marzo de 2024.
Para muchos algo clásico ya del Lunes Santo es encontrar de lejos a la cofradía de la Estrella en la inmensidad del Vial Norte, entre su barrio y los Jardines de la Agricultura con los que entra a Córdoba. A la cierta distancia, incluso el misterio majestuoso parece pequeño. Por allí el cielo ya estaba cada vez menos azul y con más nubes, y había unas decenas de peregrinos que buscaban el Centro para encontrarse a la Sentencia.
Lo que un año es nuevo al siguiente se convierte en clásico, y todo el mundo ya había aprendido dónde buscar a la cofradía de San Nicolás. La calle Barroso se cortó unos minutos antes de las seis de la tarde por estar llena y en los alrededores buscaban hueco quienes soñaba con que el Lunes Santo viniera acompañado del mismo ímpetu que el Domingo de Ramos había vencido al chaparrón.
Nazarenos cubiertos
El cielo del Centro de Córdoba es menos ancho que el de extramuros, y quienes esperaban lo veían hacerse gris. La noticia que corrió por los teléfonos a las 18.10, la misma hora en que los nazarenos de túnica granate tenían que estar en la calle, decía que la Sentencia había decidido suspender, por unanimidad de su junta de gobierno, la estación de penitencia, pero también algo más: el Lunes Santo no se iba a salvar.
Por la calle Barroso o por el pasaje Saravia iban saliendo los nazarenos, siempre cubiertos, y dentro estaba el Señor de la Sentencia, este año con las manos atadas delante, lo habitual durante tanto tiempo. Entre 2022 y 2024 siempre se había presentado atado por detrás, como había sido en los primeros años de la cofradía.
Se despedían los cofrades de la Virgen de Gracia y Amparo y pensaban que no verían temblar la candelería de su paso de palio, tan ancho desde aquel año pasado en que su cofradía había esperado mucho para salir y logró ser una de las pocas que completó el recorrido sin sobresaltos. La cofradía no había tenido dudas.
La noticia de la suspensión disuelve bullas y dispersa intereses. La Estrella y la Merced iban llegando por sitios distintos a la carrera oficial. La de la Huerta de la Reina, por Fleming y la del Zumbacón, por Lineros. Iba esta última con adelanto, y se dieron cuenta quienes la encontraron en la Cruz del Rastro y comprobaron que podía llegar al palquillo unos veinte minutos antes de lo previsto, que era a las 19.20.
Si fue así, no pudo: la Agrupación de Cofradías aclaró después que tuvo que detener el paso de la hermandad porque el Cecop no autorizó su entrada «para garantizar la adecuada protección de todos los participantes y asistentes». Cuando se dieron todas las condiciones, la cofradía pudo acceder a la carrera oficial.
La Merced había ganado tiempo, pero no pudo entrar en la carrera oficial hasta que la autorizaron
El cielo del Lunes Santo iba haciéndose gris, pero no llovía. A las siete y media se confirmó una certeza: Ánimas no salía. Lo habían temido quienes encontraban el cielo cada vez más inquietante y saben que la inconfundible cofradía de San Lorenzo jamás arriesga. Poco después abrió a la multitud las puertas donde aguardaban el Cristo del Remedio de Ánimas y la Virgen de las Tristezas.
Ya no se sabe si la cofradía hace la calle templo o transforma su iglesia gótica en escenario de sus estaciones de penitencia cuando tiene que suspender, pero daba igual. Los que no pueden entender la Semana Santa sin su presencia entraron, escucharon el canto gregoriano de sus hermanos, adivinaron entre el incienso al Crucificado, severo y dulce entre flores rojas, rezaron y pensaron en el final de la vida y pidieron en la Madre, en su paso restaurado, como abogada.
Seguía sin llover y en la plaza de la Trinidad se alimentaba la esperanza. Todos recordaban al Vía Crucis recortando el camino, incluso sin poder pasar por la Catedral, pero jamás sin poner en la calle a sus nazarenos. Nadie esperaba otra cosa que la puerta abierta y el tambor ronco, pero eso no pasó. Por segunda vez en medio siglo, el Cristo de la Salud no iba a salir. Hubo que buscar su perfil severo entre el incienso y en la iglesia oscura. El azul del cielo se había perdido del todo aunque de vez en cuando brillara el sol.
Estaban en la carrera oficial la Merced y la Estrella y en el ánimo de quienes recorrían la ciudad no había esperanza de verlas regresar. Esperaron en el interior de la Catedral, primero para pensar en lo que harían y más tarde para anunciar que se quedaban sus imágenes, que allí habían terminado sus estaciones de penitencia.
Eran las nueve y media y había empezado a llover unos minutos antes. Fue breve, pero volvió antes de las once. La gente hacía cola a las puertas de la Trinidad, de la casa de la Sentencia y de San Lorenzo, y en los bares había una normalidad desoladora. El cielo oscuro ya no daba señales. El Lunes Santo fue como acabó y no como empezó.
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