Poco hay más habitual que una cofradía de barrio, formada sobre todo por gentes de la feligresía y atendida por quienes participan de la vida de su parroquia. No siempre fue así, y hay una cofradía que tuvo que salir adelante con esta condición ... inexcusable. Fue el Remedio de Ánimas.
La corporación que cierra el Lunes Santo de Córdoba estaba disconforme con la carrera oficial de 1961, que arrancaba en la Catedral, por la que ya se había pasado el año anterior, y después subía hacia el Centro.
Por eso, al llegar por San Fernando hasta el cruce de Claudio Marcelo, no tomó por la calle Nueva, como todas las demás, sino que siguió por Capitulares y San Pablo hacia San Lorenzo. Como siempre dijo el poeta Pablo García Baena, que pertenecía a la junta de gobierno, tenían el permiso del entonces obispo, Manuel Fernández-Conde.
Sanción
No se libraron de las consecuencias, porque la Agrupación de Cofradías impuso una fuerte sanción, la hermandad abandonó el organismo y no salió ni en 1962 ni en 1963.
En julio de ese año empezaron a darse paso para su recuperación, siempre con las mismas coordenadas estéticas de su fundación. Juan Novo, entonces párroco de San Lorenzo, puso la condición de que por lo menos un tercio de los hermanos tenían que ser feligreses de la parroquia.
Era una exigencia novedosa que lograron cumplir los cofrades, entre los que estaban Manuel Laguna y Ricardo Ruiz Baena, ambos luego Cofrades Ejemplares y el primero presidente de la Agrupación de Cofradías.
En el año 1964 Ánimas regresó con su inconfundible presencia al Lunes Santo de Córdoba y el único cambio de esa época fue el cambio del paso de Cristo, por uno exactamente igual, pero algo más pequeño, que permitiría salir del interior del templo, ya en 1972.
Con devotos de dentro de su barrio y de fuera y admiración en toda Córdoba, así renació la cofradía del Remedio de Ánimas.
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