El patero del Viernes
'Tota simul'
El Miércoles Santo el tiempo dejará de existir y en mí, bajo la túnica, se fundirán lo que fui y lo que soy
Antonio Varo: Mutación
Antonio Varo
Allí donde se citan los recuerdos. Allí donde el aire se concentra en un olor de piedra, incienso y polvo. Allí donde lloré de niño y vibré de joven. Allí donde dudé alguna vez de todo esto. Allí donde un día, cada año, quiero que ... el tiempo deje de existir. Allí donde me encuentro con el crío que fui, con el adolescente que nunca llegué a ser, con el adulto que sigue sin madurar del todo. Allí donde −entre faroles dorados− mira hacia dentro un Cristo Crucificado con los ojos bajos y entrecerrados y −entre varales dorados− una Virgen Dolorosa de grandes ojos abiertos llora desde siempre y, desde siempre, sigue mirando de frente a quien se le acerca como hijo. Sí, allí estaré.
Estaré cuando la antigua Basílica de los Tres Santos vuelva a ser el foco centrípeto de una convulsión de nazarenos blancos. Estaré cuando la luz inconfundible del Miércoles Santo se cuele una vez más por las pupilas del rosetón y se estrelle y estalle en las columnas salomónicas del retablo dieciochesco. Estaré cuando los rayos del sol tracen el perfil exacto del atardecer y el ángel-veleta del campanario luche con el viento en su esfuerzo por no mirar al río.
Estaré cuando el exterior del templo sea un entorno ya invisible que, sin dejar de serlo, filtra a través de los muros la expectación, el bullicio y la humedad de las primeras lágrimas que brotarán cuando crujan los goznes de la puerta centenaria. Estaré cuando los huesos de los Mártires se dispongan a pasar sus horas más frías y solitarias del año bajo su cúpula de barrocas yeserías.
Sentiré la presencia cercana, íntima, de Paco Melguizo, de Pepe Alcaide, de Enrique Hidalgo, de Paco Palomino, de Pedro Doña, de Paco Varo, de Pepe Ávila, de Paco Hernández y de tantos otros que me precedieron con la túnica y el capirote blancos y los calcetines y los zapatos negros. Sentiré en la Corredera el aromático humo de los churros de Carmen mezclado en la pituitaria de mi alma con el incienso quemado al pie del paso. Sentiré en la calle de la Feria la voz del 'Tarta' o de sus hijos Rafael, Manolo o Antonio, fundida con la de Enrique Garrido, Lorenzo de Juan, Angelmaría Varo o José Manuel Maqueda.
Será todo a la vez. El Miércoles Santo, como todos los años, el tiempo dejará de existir y en mí, bajo la túnica, se fundirán lo que fui y lo que soy, los que conocí antaño y los que ahora quiero en presente, lo que sentí y lo que seguiré sintiendo. Dios, que está fuera y encima del tiempo, es servido cada año de ofrecerme por unas horas esa paradoja del 'tota simul' con que, en pocas palabras, definiera la eternidad el viejo Boecio hace ya un milenio y medio.
'Tota simul'. Estaré, sentiré, viviré. Como cada año desde 1962. Y así será, hasta que Dios sea servido de disponer de mí.
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