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Semana Santa

Antonio Alcaide, saetero: «Al cantar la saeta es importante que se escuche la oración, el mensaje»

Derrocha experiencia y sabiduría al hablar de este cante en el que se inició desde niño

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Antonio Alcaide, en el barrio de la Fuensanta Ángel Rodríguez
Julia García Higueras

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«Eso se lleva dentro, no se sabe explicar, no sé si será de la genética o de lo hereditario porque en mi casa mi madre cantaba bastante bonito, y yo nací así, me acuerdo que con nueve años empecé a cantar por el famoso Antonio Molina». Antonio Alcaide (nacido en La Victoria hace 84 años) rememora así el origen de su facilidad innata por el cante y las saetas. «El día que no cante, me muero porque eso es un veneno que lleva uno dentro».

Luego «con doce o trece años al lado de la barbería donde yo aprendía la que luego fue mi profesión estaba la taberna Cuatro Vientos, y había un grupo de paisanos míos de seis o siete señores que cantaban flamenco», cuenta.

Con quince años se vino a Córdoba. «A base de oír, y de aprender, y de la radio y de todo, un conjunto de cosas, fui aprendiendo y ya empecé yo a cantar otros cantos». Desde joven empecé allí con los amigos, también le cantaban al paso del barrio, al Descendimiento, y allí mismo empecé yo también a cantar algunas saetas, en alguna ventana de aquélla en el barrio, y a raíz de eso he continuado con la afición».

En la peña La Serranía de Córdoba, cuya última ubicación estuvo en el Colegio de Salesianos le apodaban el Maestro, y ahí hacían una ronda de cantes. Fue fumador y un día cantando se hizo daño en la garganta (en el argot flamenco, 'perdió pecho' para poner agudos), pero reconoce que con «picardía y experiencia ahora canta uno con la voz que queda, pues afortunadamente dejé el tabaco hace 22 años y gracias a eso puedo cantar un poquito». También formó parte del jurado varios años en los concursos La Calahorra Flamenca del Campo de la Verdad y el de Salesianos.

-Además de que le gustaba cantar, ¿tenía también devoción por estas imágenes?

-Claro que la tiene uno, eso es una cosa que la lleva uno dentro. Ahora no renuncio nunca a mi patria chica, al pueblo. El Nazareno y la Virgen de los Dolores de La Victoria los llevo dentro. He estado vinculado a la iglesia y las cosas de Dios me encantan, y con mi hermana lo he vivido y lo sigo viviendo. En la parroquia de San Rafael de Córdoba cuando llega el Jueves Santo canto mi saetita en el vía crucis. Y el Viernes Santo cantaré un par de saetas allí también. La voz la tengo chiquita, limitada, pero la administro lo mejor posible.

-Va a cantar el Viernes Santo en La Victoria saetas escritas por usted mismo, ¿cómo son?

-Los cantes flamencos muchos tienen las cuartetas y los pareados, entonces me gusta siempre que haya algo que rime. Al Nazareno del pueblo, cantado por seguirillas, le canto: «Eres Jesús el Nazareno de este pueblo que te honra, que te quiere y que te adora, nuestro pueblo La Victoria».

-Lo hará en memoria de su hermana, ya fallecida, ¿ella cantaba saetas o era devota?

-Ella se quedó un año y no se me olvidará que por eso quiero yo cantarle en recuerdo de ella precisamente. Porque ella se quedó un año con la gana de cantarle. Tenía una voz preciosa, muy fácil y cantaba muy bien. Lo que pasa es que la saeta no la dominaba. Y entonces yo casi me siento culpable de no haberla dejado cantar. Ella estaba muy cohibida, no se atrevía. Y me consultaba, 'Niño, ¿qué hago?'. Era mayor que yo, cuatro años. Pero yo no la animaba a cantar porque sabía que ella no estaba preparada para cantarla.

Antonio Alcaide, aficionado al cante desde niño Ángel Rodríguez

-Antes me decía que buscaba balcones o ventanas desde donde cantar. ¿También a pie de calle?

-En La Victoria, a pie de calle. El año pasado porque llovió muchísimo las canté dentro de la iglesia, pero procuro que sea en la calle, me acerco bastante al paso y como todo el mundo te escucha porque en cuanto le dices Ay, ya están las personas calladas.

-¿Alguna dedicada a alguna imagen de Córdoba?

-Una muy sencillita, que se la dediqué al Esparraguero, al Cristo de Gracia: «Esparraguero te llaman, Trinitarios es tu templo. Córdoba entera te aclama y llora de sentimiento al verte en la madrugada». Esa también es mía.

Consejo

«Yo encadeno más letra que ayes para que se entienda mejor lo que se está diciendo en la saeta»

-En Córdoba y provincia hay mucha riqueza de saetas. ¿Cómo son los distintos estilos?

-A grandes rasgos parto de una de las conferencias que nos dio Luis de Córdoba cuando regentaba la Cátedra de Flamencología de la Universidad, al que admiro muchísimo. Los distintos estilos de cómo se mueve la saeta en Andalucía. La saeta normal que escuchamos se canta o bien por seguirillas, martinetes o tonás. También el estilo de carcelera, más viejo, más nuevo. Hay otros estilos en los pueblos, como Lucena, que se llama la saeta de Santería. En Loja está otra. La saeta vieja de Córdoba o de la samaritana de Castro del Río, de la que hay cuatro estilos iguales. Está el estilo de la saeta dialogada o cuartelera de Puente Genil, que se canta dialogada entre tres personas que se sitúan formando un triángulo en la calle. Por ejemplo, en el patio de Caifás empieza una diciendo y otro contesta desde el otro lado «Cantó el gallo y dijo: Pedro». Repite el otro «Yo no conozco a ese hombre». Y el otro termina diciendo «Ni tampoco es mi maestro».

-Son de una riqueza tremenda y matices muy grandes, ¿verdad?

-Sí, la saeta tiene unos orígenes, hoy en el flamenco y en la saeta se barajan muchas hipótesis. Se habla de aquellos tiempos de los sefardíes, tiene relación con los judíos, las salmodías antiguas. Luego ya la saeta, como una que yo canto, que la letra lo dice: «Las saetas no son coplas, son fervientes oraciones que en la Pasión del Señor ellas fueron las mejores». ¿Por qué? Porque las personas entonces se comprometían porque alguien tenía un hijo malo, algún problema muy grande y le prometía al Señor o a la Virgen al pasar, le voy a pedir y le cantaba o le hablaba a su manera. Como todas las cosas de este mundo evolucionan y hoy día se canta flamenco algo precioso. Se canta y suena bonita la saeta, pero ya flamenca, y cada vez más depurada, cada vez mejor cantada. En los principios eran oraciones, no eran coplas.

-¿Qué consejo daba usted a los que empezaban a cantar saetas?

-Cuando yo estaba en la Peña les hacía observar que algunas mujeres y hombres tienen tanta voz y tantas facultades para cantar que no se puede cantar una saeta y tardar un cuarto de hora porque cuando terminas el mensaje se pierde. No te acuerdas de la oración. Entonces yo encadeno más letra y menos ayes, y te enteras de lo que dice la saeta, de la oración, del mensaje que se está diciendo.

-Usted es tío de Trinidad Montero, 'La Trini', todo viene de familia.

-Su madre es prima hermana mía y tiene una voz... Hace poco fui a escucharla a la iglesia de la Magdalena, que dio un recital. Ella ha puesto una academia para enseñar a los demás y tiene 70 alumnos.

-¿Qué otros nombres puede mencionar?

-El Pele, los hermanos Ordóñez, el Guerra, el Morenín del Campo de la Verdad también, Patrocinio, el Chaparro, hay muchos aficionados, mi amigo Curro Díaz. Ya va uno perdiendo los contactos porque el flamenco requiere la noche, con la copita, pero con los años eso se acabó ya. Hay gente joven que ha surgido después, hay muchachas que están cantando muy bien. Eva de Dios, por ejemplo. En los Trinitarios todos los años se celebra la exaltación a la saeta, que ha sido tan importante. Hace años cantaba mi sobrina Trini. También en Capuchinos se hace la exaltación.

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