Y no se equivocaron. El Amor y la Vera-Cruz aprovecharon que las nubes se despejaron lo justo para regresar desde la Catedral a sus respectivos templos estrenando el cambio de hora con más luz.
La del Amor fue la que primero atravesó el Patio de los Naranjos y la Puerta del Perdón, como estaba previsto, con sus tres pasos en silencio: la espectacularidad del misterio del Señor del Silencio, el recogimiento del Cristo del Amor y la alegría de la Virgen de la Encarnación.
Una petalada desde una casa de la calle Cardenal Herrero saludó a la Reina del Cerro, entre vivas y aplausos. Mucho turista sorprendido disfrutó de la situación inédita, entre preguntas. Las nubes seguían siendo amenazantemente grises, pero respetaron.
Posteriormente, antes de las ocho de la tarde se despidieron de la Catedral el Señor de la Vera-Cruz y la Virgen del Dulce Nombre, en este último caso con las cornetas y tambores de los Dolores del Rosario de Baeza y la banda de la Estrella, respectivamente. El Señor, abrazando su Cruz de la Vida, abandonó el templo mayor con 'Requiem'.
La lluvia hizo acto de presencia a las nueve menos cuarto y Vera-Cruz comenzó a unir marchas sin bajar el paso, mientras que la Virgen se quedó durante unos minutos bajo la Puerta del Puente, pero luego prosiguió. Por el Puente Romano iba el río con un caudal enorme.
Lo que el Domingo de Ramos debió ser pleno, con el cambio de la Vera-Cruz a una nueva jornada con horarios más tempranos y el estreno de su techo de palio completamente bordado se vio algo deslucido por la lluvia, pero una semana después se pudo volver a paladear con algo de más calma.
Desde el Martes Santo no se contemplaba un paso en movimiento por las calles de Córdoba, tras la salida de las hermandades de la Agonía y el Císter. Ha sido el peculiar final de una Semana Santa inusual, anegada de lluvia, con sólo un 20% de las cofradías haciendo normal estación de penitencia, y la mayoría de las que pudieron se vieron obligadas a hacer algunas modificaciones.
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