El rociero reza cantando

Para los rocieros tanto el camino como su estancia en la aldea de Almonte significa convivencia, el momento de compartir vivencias y disfrutar juntos de su fervor. El cante y el baile forman parte de esa alegría por la vuelta a la vida del Señor, es la idiosincrasia andaluza. Durante su recorrido, las hermandades van cumpliendo con los actos religiosos, como el Ángelus de las 12:00 o el rezo del Rosario al atardecer, pero en ningún momento olvidan que están de fiesta, que la Virgen está a punto de salir de su templo para encontrarse con ellos.

Un veterano hermano de la corporación cordobesa cuenta que para él «el Rocío es el momento de compartir su fe y sentimiento religioso con amigos e integrantes de otras hermandades». «Somos como una gran familia. Llevo más de treinta años haciendo el camino y en Almonte me reencuentro con personas que sólo veo en estas fechas. Es nuestra semana, la más esperada y la celebramos con una guitarra, una copa de vino y un plato de jamón, claro que sí», dice.

Un carácter festivo-religioso que acompaña a los rocieros a la ida y también a la vuelta. «Cuando todo ha acabado y uno pasa Coria del Río, la frontera rociera, el cansancio empieza a notarse, pero te vas encontrando con otros simpecados y todos volvemos a cantar y a bailar, y a beber y a comer, porque estamos unidos por el sentimiento de la alegría y el agradecimiento a Nuestra Señora del Rocío por el camino que hemos tenido», concluye.