SUCESOS
Ruth Ortiz, la exmujer de José Bretón, pide educación para «erradicar» la violencia contra los hijos
La madre de Ruth y José, asesinados hace trece años por su padre, reclama en una carta abierta a RTVE actuar desde «la más tierna infancia»
Ruth Ortiz: «De José Bretón no quiero saber nada; solo que me llamen para decirme que se ha muerto»
D.A
Córdoba
En el próximo mes se cumplirán trece años del asesinato de los pequeños Ruth y José a manos de su padre José Breton. Sin duda fue un suceso que no sólo conmocionó a los cordobeses de aquella época, sino a todas las personas del ... panorama nacional que se habían hecho eco del destino fatal que les ocurrió a estos niños.
La madre de Ruth y José, Ruth Ortiz ha compartido para RTVE una carta abierta para dar visibilidad a este tipo de violencia que cada vez sigue creciendo más en todo el país.
«Mi historia es la historia de una mujer maltratada desde el principio de una relación. Maltrato del que no fui totalmente consciente hasta después del asesinato de mis hijos». Así comienza un escrito difundido en los medios públicos donde describe con todo detalle las etapas que tuvo que sufrir respecto al asesinato de sus hijos.
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Antes de separarse de José Bretón, Ruth indica que el maltrato que vivió «fue psicológico, nunca físico. Pero este maltrato psicológico me fue anulando poco a poco y fue incrementándose con el paso de los años, hasta que llegó un momento en el que me sentía realmente mal, triste, infeliz, sin fuerzas y sin ser totalmente consciente, muy anulada».
«No sé cuál sería la mejor forma, y los pasos a seguir por una mujer maltratada con hijos, a partir del momento que decide separarse de su maltratador, lo que es cierto es que es un momento muy muy peligroso tanto para ella como para sus hijos, y se debería establecer un protocolo para dar protección y evitar tantos asesinatos de mujeres, niños y niñas».
Ruth hace un reclamo a que la violencia vicaria radica en un factor muy importante, que no es otro que cultura machista, ya que este tipo de personas se generan influenciados de numerosos factores que rodean su día a día.
«Los padres y madres deberían educar a sus hijos e hijas en igualdad, somos iguales en derechos y obligaciones. Solamente creo en la educación como método y forma de erradicar el machismo, la violencia de género y dentro de ella, la violencia vicaria».
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Por último, Ortiz explica que existen dos tipos de maltratadores respecto a este tipo de violencia. Primero, esta aquel que realiza todo el daño posible de golpe y que acaba con la vida de los niños de una sola tacada. En su contraparte, también existen los hombres que deciden utilizar la figura de sus hijos para hacer sufrir cada día a sus parejas jugando con ellos como si fuese una moneda de cambio.
La carta de Ruth Ortiz
VIOLENCIA VICARIA, dos palabras a las que les ha tocado nombrar algo que no debería ser nombrado porque no debería existir.
¿Qué es la violencia vicaria? Algo tan inhumano y en algunas ocasiones, tan cruel y monstruoso, (cuando llega al asesinato), como es hacerle daño a niños y a niñas como medio y modo de dañar, de causar dolor, a las madres de estos menores.
Sí, en la mayoría de las ocasiones se trata de menores de edad, los seres más indefensos, inocentes, de almas puras, a los que hay que amar, proteger, guiar, acompañar y educar. En la mayoría de las ocasiones, los que ejercen esta violencia son los «padres» de estos niños y niñas, en otras, se trata de las parejas (pero no progenitores) de las madres.
Mi historia es la historia de una mujer maltratada desde el principio de una relación. Maltrato del que no fui totalmente consciente hasta después del asesinato de mis hijos. Sí, me tocó la versión más cruel, inhumana y monstruosa de la violencia vicaria. Mis hijos fueron asesinados por su «padre» en octubre del año 2011, concretamente, y, aunque me broten las lágrimas cuando lo escribo, fueron quemados en una hoguera; sus pequeños e indefensos cuerpos fueron quemados en una hoguera.
Fui una mujer maltratada desde el comienzo de mi relación con el asesino de mis hijos, desde primera hora di como normales comportamientos, actitudes, formas de pensar, formas de ver la realidad, formas de tratarme… que no eran normales, formaban parte del comportamiento de un machista, maltratador, y en mi caso, además, una persona con perfil psicopático, una verdadera bomba de relojería que, ni en mis peores pesadillas pudiera haber imaginado tener a mi lado. Como bien lo definí en su momento, estaba conviviendo con un lobo disfrazado, un lobo con piel de cordero.
El maltrato que sufrí fue psicológico, nunca físico. Pero este maltrato psicológico me fue anulando poco a poco y fue incrementándose con el paso de los años, hasta que llegó un momento en el que me sentía realmente mal, triste, infeliz, sin fuerzas y sin ser totalmente consciente, muy anulada.
En la última etapa de la relación recibí ayuda psicológica y mi familia también me apoyó. Comencé a darle vueltas a que tenía que hacer algo para cambiar mi situación, y por supuesto, la de mis hijos. Los hijos e hijas de un hogar donde hay violencia de género no son felices.
Yo quería intentar cambiar mi vida, mi situación y la de mis hijos. No quería, ni podía, seguir viviendo bajo el mismo techo que él. Me dijeron: «El mejor regalo que una madre puede hacerle a sus hijos es, ser feliz». Yo solamente quería estar bien, recuperarme, coger fuerzas y llegar a estar todo lo feliz y bien posible para transmitir esa felicidad y bienestar a mis hijos. Reuní un poco de fuerzas y decidí separarme. Fue después de separarme cuando empecé a atisbar la maldad que el asesino de mis hijos llevaba dentro, pero solamente me dio tiempo a apreciar, por poner una similitud, la punta de un gran iceberg.
Ni un mes después de separarme, aparte de una mujer maltratada, pasé a ser víctima de violencia vicaria. La peor de las violencias de género que puede llegar a sufrir una mujer.
No sé cuál sería la mejor forma, y los pasos a seguir por una mujer maltratada con hijos, a partir del momento que decide separarse de su maltratador, lo que es cierto es que es un momento muy muy peligroso tanto para ella como para sus hijos, y se debería establecer un protocolo para dar protección y evitar tantos asesinatos de mujeres, niños y niñas.
El dolor por la pérdida, por el asesinato de forma tan cruel, de mis hijos, es sin duda lo peor que he pasado, y pasaré, en esta vida, y en siete vidas que llegara a vivir, nada de lo que me quede por vivir, por pasar, lo va a superar en dolor, en sufrimiento. Considero un verdadero milagro que algunas madres lleguemos a recomponernos un poco y volver a llevar una vida medianamente normal.
Durante generaciones y generaciones atrás hemos sido educados en una cultura machista, en mayor o menor grado, pero todos, en una cultura machista. Ningún niño, ninguna niña, nace machista, el machista se hace, el machismo es un producto de la sociedad y es la sociedad, todos, los que tenemos que luchar para erradicarla.
Los padres y madres deberían educar a sus hijos e hijas en igualdad, somos iguales en derechos y obligaciones. Solamente creo en la educación como método y forma de erradicar el machismo, la violencia de género y dentro de ella, la violencia vicaria. Siempre quedarán psicópatas que lleguen a asesinar, pero será un porcentaje pequeño comparado con todos los asesinos que no son psicópatas y sí machistas y maltratadores que se creen superiores y dueños de las mujeres.
No quiero terminar este escrito sin dejar de acordarme de muchas madres, muchas, algunas de las cuales conozco, y que también están sufriendo violencia vicaria sin que hayan asesinado a sus hijos.
Hay dos tipos de machistas maltratadores que ejercen violencia vicaria (desde mi punto de vista): los que hacen todo el daño posible de golpe, es decir, asesinan a sus hijos, y los que deciden que tienen toda una vida por delante y muchas ocasiones, cada día, cada semana, cada mes, cada año, para hacerle daño a la madre de sus hijos. Este segundo tipo de violencia vicaria es el que sufren muchas mujeres que viven un verdadero calvario, mujeres a las que, de la noche a la mañana, y sin ningún motivo real, les arrancan a sus hijos de su lado. Se trata de madres normales que lo único que quieren es la felicidad, el bienestar de sus hijos. Los «padres» maltratadores, que, por supuesto, no son buenos padres, pero tienen poder económico y contactos, mueven todos los hilos a su alcance y consiguen arrancar a los menores del lado de sus madres. Muchas de estas madres ven a sus hijos en puntos de encuentros, algunas pasan años sin poder ver a sus hijos y, además, se ven sumidas en procesos judiciales que les quitan la energía, la alegría y el dinero.
Igual que un buen padre, un buen hombre nunca asesinaría a un hijo. Un buen padre tampoco arrancaría a un niño, a una niña, de los brazos de su madre.
Solamente una educación en igualdad desde la más tierna infancia conseguirá erradicar la violencia vicaria. Hagámoslo posible, está en juego la vida de muchas mujeres, de muchos niños y niñas.
Ruth M.ª Ortiz Ramos
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