Córdoba entre líneas

Rafael Cervantes, pintor: «La clave de un buen retrato es su fuerza»

El artista, reciente ganador de premios pictóricos, se ha convertido en uno de los grandes referentes españoles en el retrato figurativo actual

La Estrella enriquece el camarín con pinturas de Rafael Cervantes

Rafael Cervantes, en su estudio en Córdoba Rafael Carmona

Félix Ruiz Cardador

Córdoba

Rostros y rastros. Con esas dos palabras se resume la atmósfera del estudio del pintor cordobés Rafael Cervantes, a escasos metros de la iglesia de San Francisco y en el que lleva trabajando 20 años. Considerado uno de los maestros contemporáneos de un género ... clásico como el retrato, acumula en su lugar de creación decenas de obras de muy diversos tamaños y de diferentes épocas, huellas de una vida creativa en la que al talento natural se le une el tesón y un amor profundo por la pintura.

Suena de fondo música clásica, una de sus grandes pasiones, mientras un ventilador refresca el ambiente. Del techo cuelga un saco de boxeo. La entrevista con el pintor, que en los últimos tiempos ha ganado premios como el Almuzara (con un retrato del Quijote) de pintura o el Ciudad de Martos, se desarrolla en una pequeña mesa camilla con humilde sofá. Ambiente espartano para una conversación que se eleva.

-El final lo tenemos aquí, rodeados de retratos magníficos. Pero quizá convenga ir al principio. ¿Cómo se convierte en retratista? ¿Nace o se hace?

-Es algo que pienso a veces y llego a la conclusión de soy pintor por inercia. Mi padre pintaba, no profesionalmente, pero muchas mañanas me levantaba y lo veía pintando en el salón. Mi tío también. Ese ambiente me influyó. Desde muy pequeño dibujaba y lo he hecho siempre. En la pintura comencé en el verano de 1985, con 17 años. Recuerdo que cogí uno de los lienzos grandes de mi padre, lo colgué en el caballete y empecé a pintar. Sólo sabía lo que había visto hacer a mi padre, pero aquello me dio ánimos para continuar y así hasta hoy.

«La belleza inspira a la belleza y la creación a la creación. Es una espiral»

-¿Y cómo se llega a la especialidad del retrato?

-Lo primero que hice fueron copias, pero en mis primeras exposiciones presenté algo muy distinto a lo que hago ahora. Mi primera muestra fue en la Galería Arte 21 y se tituló 'Restos de momentos vividos'. Lo que a mí me interesaba pintar entonces eran rincones, con grifos de agua, azulejos… Era un mundo con muchos detalles. Yo creo que partir de entonces empecé un proceso de descartes, pues yo nunca he tenido el camino premeditado. Fui descartando motivos y cogiendo otros y también fui cambiando de tamaños. Comencé con retratos académicos de tamaño corriente, hasta que en los últimos años me decanté por el gran formato. Ahora no lo entiendo de otra manera que en grandes formatos.

-Su obra es hoy muy reconocible, por estilo, atmósfera, paleta de color y temática. ¿Cuáles son los referentes que tenido hasta ahora en un género con una herencia histórica tan extensa?

-Mi referente siempre ha sido Velázquez, que en esto sencillamente es un dios. Los clásicos son la mejor escuela. A partir de ahí comienzas a mirar a tu alrededor y yo creo que para forjar un estilo propio lo esencial al fin y al cabo es la personalidad. Soy una persona tranquila, pero con inquietud. En los retratos me gusta tener una parte muy clara, muy atada, porque es mi forma de ser. Pero también entiendo que hay otra parte tan importante como la más figurativa que tiene que estar totalmente suelta, sin ningún canon previsto y sin ningún patrón. Cuando miro mis retratos de épocas anteriores veo que ya no tienen nada que ver con lo que hago hoy. Y creo que todavía tengo que meter más en el colador. Hay que seguir quitando cosas.

Rafael Cervantes, durante la entrevista con ABC Rafael Carmona

-En su evolución se observa que ha pasado de un retrato más simbólico y acabado a otro más psicológico y desnudo.

-Sí, ha sido así. Hoy no concibo acabar un retrato de punta a punta. Igual que en la escultura es tan importante el lleno como los vacíos, pues lo mismo ocurre en la pintura. Ahora veo los retratos cuando los acabo y siempre pienso que en el próximo hay cosas que se pueden eliminar. Estoy en un momento de reducir, de ir a lo esencial, pues veo que no hace falta más. Y me cuesta mucho el color. Mi ideal hoy es blanco y negro con veladuras de óxidos. Con la paleta voy también por descarte. He pintado mucho a color, pero ahora me siento cómodo con el blanco y negro, y eso es algo muy personal. Lo fundamental de un retrato es que tenga fuerza. Se puede hacer un retrato con un dibujo perfecto, pero si queda plano no dice nada. Prefiero que el retrato no sea tan perfecto técnicamente. La clave final del arte está en la personalidad de cada artista.

«Rostros algo deformes, mandíbulas, la nariz… Prefiero pintar a esos personajes secundarios que a Lana Turner»

-¿Cómo es capaz de elegir a sus modelos para su obra más personal. Porque no todos tenemos un buen retrato?

-Es cierto eso. Yo siempre digo: «Dios me libre de que entre en el estudio una persona guapa porque ahí no hay donde agarrarse» (risas). Esto es como en el cine, con esos rostros maravillosos del western y el cine negro. Esos rostros algo deformes, las mandíbulas, la nariz… Prefiero pintar a esos personajes secundarios que por ejemplo a Lana Turner. Cada uno ve la belleza a su modo. He pintado mucho a mi madre, a mi mujer o a mis hijos porque en ellos encuentro muchas posibilidades. Los transformo y eso me vale. No necesito buscar una modelo con los ojos verdes. Soy en cierto modo como los directores de cine que trabajan casi siempre con la misma actriz y los mismos actores y los transforman.

-Su vida creativa no es sólo la pintura. Usted es aficionado a la literatura y la música. ¿Todas las artes se acaban alimentando las unas a las otras?

-Para mí eso es fundamental, principalmente me refiero a la ópera. Oigo ópera a diario. Ayer escuché un 'Werther' de Alfredo Kraus de 1977 maravilloso mientras pintaba un gran retrato que estoy haciendo de Carmen [su mujer] y que se va a titular 'Pourquoi me reveiller' en homenaje a esa obra. Escuchar eso y pintar a la vez es una sensación que no sé cómo explicar. Te coloca en un estado de ánimo, en una sensibilidad. No podría pasar sin música. La belleza inspira a la belleza y la creación a la creación. Es una espiral. Si escuchas algo que te conmueve y estás pintando hay algo parecido a la elevación. Pueden estar tus hijos jugando, el perro ladrando, pero no escuchas nada. A veces en la vida te falta la ilusión y las fuerzas, pero en la música encuentro un apoyo para seguir adelante. Si estoy escuchando algo que me gusta y pintando, durante ese instante me siento el mejor. Aunque sólo sea en ese pequeño momento.

-Ha formado parte de diversos grupos artísticos, pero nunca ha ejercido como un activista cultural, un papel que sí juegan ahora mismo otros creadores.

-Me mantengo muy al margen. Mis mejores amigos son artistas, pero yo no tengo el espíritu guerrero que tienen otros. Me parece magnífico, pero cada uno somos como somos. Yo soy más de mi estudio y de mi pintura. Mi carácter es como es y no quiero forzarlo. Si me siento incómodo en un sitio pues me voy.

«Para forjar un estilo propio lo esencial al fin y al cabo es la personalidad»

-Exposiciones como la de la Sala Vimcorsa con el grupo Córdoba Contemporánea o la individual del Colegio de Abogados de Córdoba, unido a premios importantes como el Almuzara o el Ciudad de Martos, le han dado mucha visibilidad a su obra. ¿Cómo analiza lo que ha sucedido?

-Ha sido rápido, en cinco años o menos. A partir de 2017 y 2018 cambié mi concepto de pintura. Empecé a soltarme y a desentenderme de lo que puedan opinar de mí. Ya no quería demostrar que sé pintar y dibujar, que eso es un yugo, sino hacer lo que me gusta. En la Sala Vimcorsa pude exponer obras de gran formato, en un sitio magnífico. La muestra del Colegio de Abogados de Córdoba la hice sin ninguna atadura, con retratos de mis amigos, compañeros y de la gente que admiro. Sentirme en libertad ha sido lo fundamental en estos años y creo que de ahí viene el interés por mi obra que noto en las redes sociales o los premios. Han sido cinco años muy intensos.

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