EL NORTE DEL SUR
El tiburón de Hacienda
La Agencia Tributaria no se casa con nadie, ni entiende de las leyes de la frontera que rigen entre el Balcón del Guadalquivir y la autovía
Hacienda exige a los caseteros de la Feria de Córdoba justificar pagos superiores a 1.000 euros
Un empleado de la Agencia Tributaria reclamando facturas con su carpetita a los pies de la portada es lo que le hacía falta a la fiesta que está muy cerquita de comenzar para meterle un miedo de los grandes a quienes pensaban que a ... estas alturas su única preocupación importante iba a ser que llegara a tiempo el repartidor de las Pepsicolas, el tipo del enganche de la luz, el cuñado con los tablones del escenario que los había guardado en la nave de la parcela de Alcolea, el representante de la folclórica del Campo de la Verdad para cerrar la actuación de la cena de la noche del encendido. Así a bote pronto parece que Hacienda y la Feria de Mayo son dos conceptos contradictorios, dos realidades paralelas que nunca tendrían por qué cruzarse. Hasta que alguien ha caído en la cuenta de que allí en El Arenal se mueve (mucho) dinero y que no está de más echarle una miradita a los contratos de más mil euros. Por si acaso.
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Igual la vicepresidenta del Gobierno y secretaria general de los socialistas andaluces le ha dado una vuelta a su agenda de la semana que viene y ha decidido que tampoco pasa nada por faltar a la recepción de la caseta de los suyos, que el trámite lo puede cumplir sin problemas uno de sus segundos. Mejor si es así, porque de lo contrario María Jesús Montero se arriesgará a que la despellejen a improperios desde el mismo momento en que sus zapatos empiecen a mancharse de albero en la calle Guadalquivir. El señalamiento, con todo, empezó al momento de que los caseteros recibieran la comunicación oficial con el plazo bien clarito en el que han de presentar la documentación —la de este año y la del pasado—, y lo cierto es que chirría que haya sido el propio Ayuntamiento quien haya hecho suya la queja directa a la ministra, como si la mujer no tuviera otra cosa que hacer.
«Como empiecen a pedirnos papeles, la Feria no es viable: cada vez nos lo ponen más difícil», comentaba sin despeinarse un casetero de los veteranos hace unos días. Es lo que viene a ser una triste guasa: como si no tuviéramos suficiente con compatibilizar la campaña de la Renta doméstica en marcha con la colocación de farolillos y el enlucimiento del enrejado, venía a añadir el hombre, van ahora y la toman con nosotros, que lo único que queremos es que la gente se lo pase bien, y con la tontería esto nos va a terminar costando el dinero.
El tiburón de Hacienda, que diría el gran Sabina, no se casa con nadie, ni entiende de las leyes de la frontera que rigen entre el Balcón del Guadalquivir y la circunvalación de la Autovía de Andalucía. De acuerdo, que el momento no es el idóneo ni justo que la sombra de la duda se extienda como una mancha oscura a todos por igual. Pero lo que alimenta la sospecha es también escandalizarse por que un funcionario haga su trabajo y quiera garantizar una fiesta limpia y con los números decentes.
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