Mayo Festivo
Patios de Córdoba: Santiago y San Pedro, distintas flores de los mismos tallos
Los laureados recintos de la zona de la Ribera abren un gran abanico de detalles y belleza
Los Patios de Córdoba reciben tras el primer fin de semana 308.031 visitas, un 23% más que en 2023
Córdoba
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Iniciar sesiónEl problema lo tendrá el que busque novedades y noticias. En ciertas fiestas lo mejor que se puede decir es que no cambian. No son las flores de los Patios de Córdoba las mismas que el año anterior, pero sí brotan de los mismos ... tallos, la misma tierra y en los mismos tiestos. Ha pasado una primavera y el que llega todos los años lo encontrará igual que lo recordaba.
Si conserva la fotografía en la cabeza, se parecerá a lo que ve. Si los recuerdos están muy hondos, brotarán al mirar un detalle. Las flores de colores en la fuente de la calle Aceite, la cola de gato en Barrionuevo, las esculturas de lata en La Palma. La ruta de los barrios de Santiago y San Pedro es la de un reencuentro con la esencia, con lo que permanece.
Por eso hay que marchar hasta una de las esquinas de la Ajerquía, junto a la puerta que se llamó de Baeza, y asomarse al de la calle Tinte, clásico entre los clásicos. No es fin de semana, pero hay colas desde primera hora, sobre todo de turistas. «¡Cuánto trabajo tendrá este patio!», dice una de las visitantes al admirar las plantas que tapizan las paredes blancas, las gitanillas, las sulfinias y alguna otra sorpresa.
Fotos: Los Patios en los barrios de Santiago y San Pedro
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Y allí Ana Muñoz, apasionada cuidadora de un patio con muchos premios, está sentada y responde a todas las preguntas de los que llegan admirados de los colores, de la arquitectura antigua, de la galería, el naranjo y hasta las pequeñas plantas en dedales y macetas muy pequeñas. Tal y como lo recuerda la memoria y tal y como quedará en los que sólo puedan hacerlo una vez por estar de paso.
Es ruta que está entre lo antiguo y lo actual, y en esta parte tienen ya la esencia bien aprendida en la calle Barrionuevo, que levantó la exuberancia del Patio de Córdoba en la arquitectura de este tiempo. Su rosal trepador, planta singular, ya tapiza la pared al sur, y crece tanto que se funde con la gran buganvilla.
Repararán los niños en la cola de gato, que es una suculenta con largas ramas que caen, y los mayores en cómo hay plantas pequeñas que se han sembrado en la tierra de una carretilla, porque la esencia y la tradición no están reñidas con el gusto por salirse de la norma de vez en cuando.
La calle Agustín Moreno es eje absoluto de la ruta, porque a su alrededor hay muchos patios, y en ella está otro que también se parece a lo que se recuerda, con una gran esparraguera y un porche en el que se pueden envidiar las siestas y la tranquilidad de quienes vivan allí.
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De allí hay que desviarse otro tanto hacia la Casa de las Campanas, con sus arcos mudéjares y la exuberancia que da tanto espacio libre en que abundan las centáureas, los jazmines de Damasco, y la entrada después a un patio propiamente dicho, lleno de colores.
Hay calles con nombre de patio, porque el común de los cordobeses apenas las pisa una vez al año, y una de ellas es Aceite, que termina precisamente en la casa que abre la belleza de sus plantas. El que no recuerde lo hará enseguida. Sí, las flores de colores en la fuente, ya se ha dicho, pero también la palmera que cuidaron y que fue planta singular, el rincón con el jazmín azul y especialmente los canatos por todas partes.
Es una casa en dos patios, el primero de recibo y el segundo en torno a la piscina con muchas especies, con árboles y con naranjos, y entre los visitantes les envidian precisamente tenerla allí para bañarse, pero la mayoría admiran los colores que brotan por todas partes, y el frescor de las noches de verano, que no debe de faltar.
Plantas singulares
El de la calle Alfonso XII es más pequeño y umbrío, pero quien busque los detalles todavía reparará en que le suena el juego de pesas antiguas y la balanza, quizá heredado de alguna tienda perdida. En uno de los platos ha florecido una crasa, con su exuberancia verde.
A esas alturas ha quedado atrás Santiago y ya está cerca la basílica de San Pedro. Se pasa junto a ella en busca de la calle de La Palma, y en ella hay colores y plantas, pero también y sobre todo la arquitectura: la portada monumental, la galería con cristales y el aire de casa señorial.
Dentro es como se guarda y es todo un arco iris con la buganvilla, los jazmines y el limonero, y todos los años, esta vez sí, hay que reparar en las esculturas de toreros y de animales, los detalles que varían en una estampa inmutable. Y por ahí se llega hasta la plaza de Las Tazas, también un lugar de una vez al año.
En lo que su dueña, Cristina Bendala, llama el jardín, está el reencuentro con el drago y con los bambúes, que tanto gustan a los niños, y el aire de exuberancia en que el verde tiene que ser el mejor aliado para las noches de verano y de lectura. Se marcha de allí el paseante con la misma sensación de todos los años de querer quedarse a vivir en cualquier lugar.
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