Mayo Festivo
Donde cada patio es una inspiración distinta: el Palacio de Viana de Córdoba como gran antología
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¿Ramas que no dejan ver el bosque o selva que se comporta como un todo deslumbrante que no deja ver las partes de que se compone? Se llega al Palacio de Viana y los ojos se deslumbran y la cabeza no sabe dónde mirar. Hasta los acostumbrados a los patios de Córdoba no saben qué hacer ante tanta exuberancia.
Corren el riesgo de perderse entre lo que ven, de irse sólo a los colores de las plantas de temporada y de dejarse la arquitectura, los detalles, aquello que construyó el mito del Palacio de Viana y que todo el año, y en especial en el Mayo Festivo de Córdoba, se abre como la cola de un ave del paraíso.
Y en cada uno es una historia: los acantos y costillas de Adán del patio de recibo, con la gran palmera que tenía que impresionar a las visitas, el aire popular de los gatos, con sus geranios y gitanillas, y el lujo a partir del de los Naranjos o el de la Reja. Allí está Manuel Calvo, jardinero que se ocupa del cuidado, y que habla no sólo de las sulfinias, geranios y gitanillas, sino también de lo que cubre las paredes.
Porque en los patios de Viana la cal está y no se la ve. La mayor parte de las paredes están cubiertas por rama, casi siempre los naranjos en espaldera, que se plantan en los arriates exteriores, y que no crecen con copas en redondo, como los demás.
«Hay naranjas dulces, naranjas amargas, bergamota, mandarinas, pomelos del paraíso, limón turco y muchos más», dice, y todo tiene que ver con la necesidad de aprovechar los espacios. Se ahorraba también el mantenimiento de las paredes, que no necesitaban un blanqueo frecuente, porque estaban cubiertas.
Como explica Manuel Calvo, ahora se puede comprar cal en una tienda, pero hace dos siglos había que esperar a que pasara el mulero con cal viva que se necesitaban. No era tan sencillo: «Así no se desgastan tanto las paredes, ni se ve el desgaste de las paredes, y además estás produciendo tu propia fruta y no hay que comprarla».
Bergamota
Así sigue siendo todavía: las paredes del Palacio de Viana conocen la cal de tarde en tarde, y lucen cuidadas entre otras cosas por el método natural de que se cubran con las hojas verdes y aromáticas de los cítricos.
Cada patio tiene una inspiración: están los cítricos, pero también el jazmín azul o celestina, un auténtico muro conforme avanzan la primavera y el verano, del patio de los jardineros o las tres buganvillas del patio de la Madama.
En el patio de la reja, y en muchos otros lugares, hay bergamota, que es un cítrico que es poco conocido por el nombre, aunque presente en innumerables casas: «Dos de cada tres perfumes de mujer y la mitad de los de hombre contienen aceite esencial de bergamota».
El patio de los naranjos es pura exuberancia y en él, entre el camino de setos y los árboles llaman la atención los estanques a cuyo borde hay corales y en el interior calas, que emergen con su flor blanca. En Córdoba se les llama lirios de agua.

«El nenúfar debe estar sumergido en agua, pero de la cala llama mucho la atención verla dentro de la fuente. Para nosotros es lo más normal del mundo, porque yo entré hace quince años y ya estaban enormes», explica. Puede estar en tierra o semisumergida, pero el agua debe estar siempre a ras o justo por debajo.
Son de invierno y de primavera, aunque en verano ya se queman y hay que cortar. La conversación lleva al patio de la reja, donde las centáureas descansan sobre columnas, piedras y recuerdos arqueológicos, y hay muchas especies de colores, y por ahí la de la madama, uno de los grandes orgullos de la casa.
Allí queda la corona de cipreses, ya tocados por la edad, que custodian una escultura de piedra o las buganvillas de tres colores. La pregunta a partir de ahí puede ser cómo se creó aquel lugar, en tantas etapas históricas.
Las visitas se asoman al patio de las columnas, uno de los mayores, pero menos histórico que los demás: la Caja Provincial compró las casas adyacentes en los años 80 para hacerlo del todo nuevo, y ha sido escenario de conciertos, proyecciones de cine, actividades culturales e intervenciones de Flora, estos últimos años.
Los naranjos en espaldera y el jazmín azul fueron el antiguo recurso para embellecer y no depender de la cal
Mucho más importante, explica el jardinero, es el jardín, que puede ser el que determinara el crecimiento de los patios y de la misma casa. Enseña el rosal bravío, con flores muy exuberantes y fragantes, de color blanco, y los setos que forman una especie de laberinto por el que se pierden los visitantes en busca de fuentes con nenúfares.
Manuel Calvo, que además de las plantas conoce la historia, recuerda cómo el momento de su adquisición, la Caja Provincial de Ahorros de Córdoba encontró algo que en la ciudad no se conocía. «Se adapta entonces a la nueva disponibilidad de la casa, y de costearlo con las visitas del turismo», resume.
Pero no modifica casi nada. Sólo cosas muy puntuales. Para hablar de cómo es el palacio hay que irse al II Marqués, José Saavedra y Salamanca, y a su esposa, y a sus hijos, que trasladaron la residencia a Córdoba. Antes las visitas eran circulares, pero a partir de ahí se adaptaron zonas que habían sido de servicio o privadas.
Por eso ahora se disfruta del patio de los jardineros, que se llenó de piezas arqueológicas y que ahora está tapizado con la celestina. En este mayo está verde, pero empiezan a verse los primeros pétalos que en el futuro pintarán de azul la pared completa. Allí hay restos también de azulejos de Triana, de la época en que eran casi arqueología, como una rareza histórica.
Se ha llegado por allí por el patio de la alberca, el pozo y un nuevo aire en el lugar en que se mezclan los aires populares y señoriales, como si en determinados lugares pudieran distinguirse en algún momento.
Termina el camino por el patio más fresco y umbrío de todos, que es el de la capilla. Entre los naranjos y las plantas que piden sombra hay columnas, capiteles auténticos de Medina Azahara y un espacio como para disfrutar de las tardes de verano.
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