Medio Ambiente
La pantalla vegetal 'engulle' al río Guadalquivir a su paso por Córdoba y los expertos urgen actuar
El Ayuntamiento comenzará en 2026 con la limpieza, que tendrá la asesoría de la Confederación Hidrográfica
Una intervención parecida a la poda y quema de 2013 podría ser la mejor opción, según los ingenieros
Cuando el río Guadalquivir pasaba por Córdoba sin vegetación alguna
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Córdoba
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Iniciar sesiónEl flechazo entre la fotografía y el paisaje monumental de Córdoba fue instantáneo desde la primera mitad del siglo XIX. No habían faltado representaciones gráficas en cuadros y sobre todo grabados que mostraban la Mezquita-Catedral, el Triunfo de San Rafael y el Puente ... Romano desde la orilla izquierda, pero las imágenes inmortalizaron pronto un paisaje en el que el río Guadalquivir tenía un papel protagonista en la estampa de la ciudad.
Juan Vacas lo plasmó en 'El espejo de la sultana', considerada la primera fotografía en que se mostraba la imagen del corazón de Córdoba reflejado en las aguas del río. También lo haría Ladis, bajo los arcos del entonces reciente puente de San Rafael. Algunas décadas más tarde, el Guadalquivir sigue corriendo junto a Córdoba, pero el paisaje que apareció en aquellas imágenes se ha perdido y sólo existe en los negativos antiguos.
La vegetación en el Guadalquivir a su paso por Córdoba, en imágenes
Manuel ArizaLos árboles y arbustos se han multiplicado hasta crear una pantalla vegetal
Es todo consecuencia de la falta de limpieza y de intervención en el tramo urbano del Guadalquivir. Son unos trabajos en los que incluso había faltado acuerdo para saber quién tenía que hacerlo, porque puede corresponder a la Junta de Andalucía, el Ayuntamiento de Córdoba o la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir.
La Administración autonómica se encargó de la última actuación relevante, que fue la poda y eliminación de una parte significativa de la vegetación de los Sotos de la Albolafia, lo que sirvió para aclarar el paisaje y devolver al río no al estado que podía presentar a mediados del siglo XX, cuando todavía tenía un aspecto de zona casi desértica, pero sí a una cierta contención.
Ahora la siguiente fase tienen que hacerla el Ayuntamiento de Córdoba y la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), que firmaron un acuerdo para hacerse cargo de estos trabajos. Según fuentes municipales, el acuerdo para la limpieza del río está «avanzando técnicamente» para el tramo que va desde el puente del Arenal al de Ibn Firnás, el final de la zona urbana de la ciudad.
Cambio
La filosofía del acuerdo es que la CHG da soporte técnico y control, además de la autorización pertinente, para la limpieza y mantenimiento, y que la lleve a cabo y pague el Ayuntamiento. El Gobierno municipal tiene intención de que en los presupuestos municipales para 2026 haya una partida para limpiar el río. Como precisaron las mismas fuentes, ahora mismo se está intercambiado información de aspecto técnico para ver cómo hacerlo, porque es una tarea que nunca había tenido que hacer el Consistorio.
El crecimiento de la vegetación se ha descontrolado en las últimas décadas y lo que siempre fue un paisaje de pocos árboles y arbustos y mucha intervención de la mano del hombre, lógico en el tramo urbano de la ciudad, se ha convertido en un verdadera selva que ya tapa la visión del cauce y ha alterado el paisaje tradicional de la ciudad.
El cambio es notorio en la zona más próxima a las zonas habitadas, que es la que va desde el Molino de la Alegría, junto al Jardín Botánico, hasta el del Arenal. Es el que siempre estuvo más tocado por la mano del hombre, porque discurría junto a la parte de la ciudad más habitada, y por lo tanto el que más ha notado el cambio.
El catedrático José Luis Quero cree que se deben proteger los Sotos de la Albolafia, pero con una control y actuación que refuerce la diversidad
Lo que sucede tiene que ver con la intervención del ser humano en el río y en concreto con las presas, y eso lo explica el ingeniero agrónomo y catedrático de la Universidad de Córdoba Julio Berbel, que es uno de los que reconoce el cambio operado y habla de los factores. Para empezar, en las riberas de los ríos crecen en muchas ocasiones los árboles, porque el agua lleva sedimentos que favorecen la fertilidad, pero para hablar de la situación hay que irse a las últimas intervenciones: «Ahora el río está mucho más regulado».
Lo está por la presencia de las presas y embalses, que actúan regulando el cauce del Guadalquivir y evitan las avenidas. Hasta bien entrado el siglo XX, los cordobeses temían con razón al río, porque cada cierto tiempo, en momentos de lluvia intensa, el Guadalquivir salía de su cauce habitual y provocaba inundaciones, con particular saña en la Fuensanta, pero también en la calle de la Feria, muy próxima al río.
Esas avenidas dañaban a Córdoba, pero también limpiaban las riberas del Guadalquivir. Cuando el río bajaba con fuerza, y eso ocurría con cierta frecuencia, impedía el crecimiento de grandes árboles y el asentamiento de muchas especies. Eso ahora ha dejado de ocurrir.
«Las presas intentan mantener la mayor cantidad de agua posible y el río suele llevar el caudal estricto, el que marca la ley, y no mucho más», dice. Eso significa que el agua abandona un espacio que antes ocupó, y más en un lugar como el que está entre el puente de San Rafael y el Puente Romano, que es un vado natural en que la anchura y la naturaleza del Guadalquivir cambia.
Las presas controlan las avenidas del río, que antes eran lo que evitaba el crecimiento excesivo, como recuerda Julio Berbel
De hecho, es más que probable que por eso se construyera así el que hasta el siglo XX ha sido el único paso sobre el río de la ciudad. Peligro, según Julio Berbel, no hay, «porque el tramo es pequeño y el río ancho, pero otra cosa que es convenga que el frío fluya mejor». Para el ingeniero agrónomo y profesor, lo ideal sería «buscar más equilibrio».
Porque la situación es estética, pero también puede tener malos efectos. La dana del pasado octubre en Valencia tuvo consecuencias trágicas por la cantidad de lluvia caída en muy poco tiempo, pero también se miró a la limpieza del cauce y de los arroyos. «Muchos de ellos estaban llenos de caña, que se acumuló en ciertos lugares y eso contribuyó al desastre», afirma Julio Berbel.
En las playas todavía hay toneladas de este material, y no hay que olvidar que cuando el río, en momentos en que el cauce sube mucho, arrastra elementos vegetales tiende a acumularse en los puentes. «Se forman entonces presas espontáneas, y aunque no parece que fuera peligroso en Córdoba por la anchura, sí que habría que tenerlo en cuenta», concluye.
Todo eso no es óbice para intentar la limpieza, «porque ahora no se el Guadalquivir, sino los álamos y chopos y toda la vegetación, y no pasaría nada por quitar algunos árboles». La situación es llamativa en los llamados Sotos de la Albolafia, un paraje natural que en apenas medio siglo pasó de ser nuevo a considerarse digno de protección.
Tenía el nombre de un paraje fundamental en la historia de Córdoba, porque allí está la antigua noria de la Albolafia, que es tan histórica que forma parte del que ahora se usa como escudo de Córdoba, y que para varias generaciones era desconocida precisamente por estar cubierta por la vegetación.
Sedimentos
Todo sucedió, como los expertos han contado en muchas ocasiones, a partir de la década de 1950. En 1953 se inauguró el puente de San Rafael y alteró la naturaleza del río, porque los pilares comenzaron a retener muchos sedimentos que arrastraba el agua del Guadalquivir.
Ello se unió a la mayor regulación del cauce del Guadalquivir con la construcción de varias presas tanto en su curso alto como en los afluentes. Como consecuencia, las tierras y semillas que arrastraba el Guadalquivir desde otros lugares se empezaron a acumular en los alrededores del puente de San Rafael, que hasta ese momento eran un punto más en el que el agua corría de forma libre hacia la desembocadura.
El río era distinto porque también la intervención humana era mayor. La zona de lo que hoy se llaman los Sotos de la Albolafia era de pastoreo y hasta allí bajaban rebaños de ovejas y sobre todo de vacas, presentes hasta la década de 1990. Como recuerda Julio Berbel, su actividad no permitía el crecimiento de la vegetación: «En aquel momento tenía forma de pradera, y no de bosque, como ahora sucede. Esto cambia cuando no hay animales».
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Sobre el tema habla también José Luis Quero, catedrático de Ingeniería Forestal de la Universidad de Córdoba, quien asegura que los bosques de ribera son elementos valiosos, porque «controlan el cauce y el caudal», y eso es importante para la protección de la ciudad.
Otra cosa es el tamaño actual, y ahí llama la atención sobre la intervención que se realizó en el otoño de 2013. «Se criticó, pero creo que fue bastante buena, porque consiguió que se pareciera a una marisma, más que a un bosque», asegura. Lo que había antes de aquella intervención de la Junta era «más artificial».
Le parece digno de protección el ecosistema de los Sotos de la Albolafia, e interesante la avifauna que puebla los árboles, pero también es partidario de «un control de la vegetación», para «que sea más diversa y más rica en las especies autóctonas, que son el álamo y el fresno, como también los tarajes y muchos matorrales». Pero su opinión es que cumple la función adecuada, aunque insiste en que todo «funcionará mejor cuando haya intervenciones periódicas».
A su juicio, otra intervención como aquélla sería una buena idea, aunque habría que prestar también atención a las colonias felinas. La intervención del hombre debe llegar incluso a la hora de ver las especies que crecen. La ingeniería forestal ofrece claves, como situar en primera línea del río a las que necesitan más agua y después a las que no precisan menos humedad. ¿Se vería la zona muy desértica? Como recuerda, la regeneración de los bosques fluviales es bastante más rápida que los demás, porque tienen agua y sol en todo momento.
El Ayuntamiento asegura que el acuerdo está «avanzado técnicamente» para comenzar pronto a intervenir
El cauce del Guadalquivir a su paso por Córdoba era también un lugar lleno de molinos, y eso afectaba, como recuerda Julio Berbel, a la vegetación y a la limpieza. Aprovechaban la fuerza del río para moler el trigo, y sus propietarios tenían que ocuparse de que nunca dejase de fluir el agua. «La limpieza era esencial», recuerda Julio Berbel, porque si había algún elemento que obstaculizaba, se encargaban personalmente de retirarlo.
Ayudaban también a la conservación del entorno. En Córdoba llegaron a funcionar más de una decena en bastantes momentos y de algunos quedan sólo los muros y otros se pueden conocer por dentro, como el de Martos. En cualquier caso, son la prueba de la relación que tuvieron los cordobeses con el Guadalquivir, que no fue para utilizarlo como fuente, pero sí para aprovechar su fuerza.
La solución, para Julio Berbel, como para José Luis Quero, es tan clara como permitir una intervención de limpieza y de alivio de la vegetación que evite la situación actual, aunque con la certeza de que la vegetación crecerá de nuevo. Sauces, álamos, adelfas, zarzas y carrizos son algunas de las especies que se han multiplicado en los Sotos de la Albolafia, que en el año 2000 se declararon Monumento Natural.
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