Patrimonio
El Palacio de la Merced, el gran museo abierto de la Diputación de Córdoba
El antiguo convento es una galería viva que reúne la rica colección de arte que posee la institución pública gracias a los avatares históricos
Félix Ruiz Cardador
Córdoba
El Palacio de la Merced, sede la Diputación Provincial, es una especie de desembocadura a la que conducen muchos ríos y meandros de la historia de Córdoba. Primero convento mercedario desde su fundación en el siglo XIII y luego orfanato, no es ... hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando comienza a tener sus actuales usos, que supusieron el encuentro y la unión de la historia de este inmueble con el legado que ya acumulaba la institución provincial desde su fundación en el XIX.
Pasear hoy el Palacio de la Merced -que en realidad nunca fue casa palaciega- supone hacerlo por todo ese pasado religioso y civil hermanado con los siglos, que es el que se acumula en sus variadas colecciones de pintura, orfebrería, grabado o escultura o en un su magnífico archivo, que es sin duda uno de los más singulares con los que cuenta Córdoba.
La historia de la Diputación y de su edificio es en definitiva una historia de confluencias en las que acaban mezclándose los testimonios de la Edad Media y la Moderna con los aires de cambio que llegaron a partir del XIX con las transformaciones liberales.
Fotos: la rica colección artística del Palacio de la Merced de Córdoba
Valerio MerinoLa sede de la Diputación muestra un amplio legado de muchas épocas
Uno de los responsables de tan ingente legado es el historiador Francisco Mellado, responsable del Inventario Artístico de la Diputación Provincial. Su labor ha sido clave en los últimos años para dar a conocer el edificio y las colecciones de la Merced, en primer lugar por la extensa monografía que publicó en 2017 -recientemente reeditada y ampliada- y en segundo lugar por el impulso a la difusión que han supuesto las visitas teatralizadas que desde hace unos años se ofrecen al público.
Artistas
En ellas se da a conocer la historia de este edificio que se construyó en el siglo XIII de la mano de los mercedarios, a los que fue entregado por Fernando III El Santo al poco de la conquista de la ciudad, y que disfrutó de importantes reformas en el siglo XVIII, en las que participaron artistas del periodo como Hurtado Izquierdo, Jerónimo de Pedrajas o Gómez de Sandoval.
Esa historia se completa con los cambios que supuso su conversión en hospicio a mediados del XIX y con la recuperación y transformación definitiva del siglo XX, que realizó el gran arquitecto contemporáneo Rafael De La-Hoz Arderius para dotar al inmueble de la solemnidad arquitectónica que se espera de una Diputación, tarea en la que contó con el apoyo de artistas cordobeses muy importantes de esa etapa como Antonio Povedano, Tomás Egea o Miguel del Moral.
También destaca el recuerdo del trágico incendio intencionado que sufrió la capilla en 1978 y que obligó a una reconstrucción casi completa que se extendió hasta 2014. El edificio en sí es una obra de arte arquitectónica con diversas capas superpuestas, en la que han trabajado a lo largo de los siglos algunos de los mejores artistas y arquitectos de la historia de Córdoba.
Pero no sería lo mismo si al pasear por sus galerías, patios y escaleras imperiales el visitante no se fuese encontrando con cuadros de enormes dimensiones de muy diversas etapas, con magnífica platería y orfebrería religiosa del siglo XVII y XVIII o con una magnífica colección de grabados y de mapas sobre Córdoba y su provincia.
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Como explica Francisco Mellado, «se trata de un fondo artístico muy variado», en el que confluyen las obras de arte religioso del antiguo convento mercedario con las piezas que fueron llegando a la Diputación Provincial por las desamortizaciones del siglo XIX o por la incorporación de los fondos y archivos de sociedades de Beneficiencia tan importantes como el Hospital de la Caridad, entre otras vías.
Quizá sea la colección pictórica la que mejor muestre esta variedad de orígenes, que se extiende desde los inicios religiosos del edificio hasta nuestros días. Cuenta la Diputación por ejemplo con una serie de obras dedicadas a la vida de su fundador, San Pedro Nolasco, y también con una amplia colección de obras de temática religiosa, mayormente anónimas y que proceden en buena parte de las iglesias y conventos desamortizados, aunque algunas se la atribuyen a los obradores de artistas cordobeses de primer nivel como Antonio del Castillo.
Ese fondo pictórico de origen religioso convive con una interesante colección de pintura cordobesa de la Edad de Plata, algo que se debe, según explica Mellado, al sistema de pensiones que pagaba la Diputación entre 1865 y 1940 a jóvenes talentos cordobeses de la pintura y la escultura para que pudiesen completar su formación en Madrid o en otras academias.
A cambio de este apoyo, los artistas tenían que donar obras a la administración provincial. De ese sistema proceden muchos de los cuadros y esculturas que hoy se pueden ver en el Palacio de la Merced de autores diversos como Rafael Romero Barros, Tomás Muñoz Lucena, Joaquín Martínez de la Vega, Mateo Inurria, Adolfo Lozano Sidro, Rafael Botí, Ángel López-Obrero o Pedro Bueno, entre otros.
Plegaria en las Ermitas
Al tratarse de jóvenes en formación, muchas de las obras que enviaban eran copias que realizaban para 'hacer mano' de grandes maestros como Velázquez, Murillo, Ribera o Rosales. Obra magistral de este periodo es el cuadro 'Plegaria en las Ermitas' de Tomás Muñoz Lucena, que hoy luce espectacular en las escaleras imperiales del Patio Barroco.
La colección de arte contemporáneo se completa con adquisiciones diversas que en los años siguientes se realizaron a través de los premios de la Diputación y más recientemente con los programas de compra de la Fundación Rafael Botí, que han supuesto la entrada en la colección de la abstracción y las vanguardias artísticas.
Todo esto convive con una amplia galería de grabados que se compraron durante la reforma de Rafael de La-Hoz y en la que hay trabajos de grandes maestros de esta técnica desde el siglo XVIII hasta el XX. Entre otros, de Parcelisa y Boada, David Roberts, Pedro Madrazo o Pier María Baldi.
Y también con otra importante colección: la de elementos de orfebrería que se pueden ver en diferentes vitrinas en las galerías de Presidencia. Se trata de obras de arte procedentes de las diferentes colecciones religiosas que acabaron en los fondos de la Diputación por la desamortización o la asunción en su seno de la labor de las entidades benéficas de origen religioso. Destaca por ejemplo una copa gremial del siglo XVI o un crucificado del XVII junto a una nutrida colección de cálices y custodias, que dejan testimonio del gran vigor de la artesanía cordobesa en esas centurias.
El paseo por La Merced se completa por último con su ingente archivo, en el que también se acumulan legajos desde el siglo XV (como un documento de propiedad del antiguo Hospital de la Caridad) y en el que vuelven a confluir documentos religiosos y civiles asumidos por la Diputación.
Las distintas reformas del edificio han servido para acrecentar las pinturas, grabados y esculturas expuestas
Son fruto tanto de su propio funcionamiento en el XIX y el XX -con momentos estelares como la Guerra de Independencia- como de otras instituciones asumidas como las Sociedades de Beneficiencia o las Juntas Provinciales de Sanidad.
Sin olvidar tampoco otros archivos cedidos como el de artistas como Rafael Bernier Soldevilla o Juan Martínez Cerrillo o de los trabajos de los arquitectos Rafael De La-Hoz, Gerardo Olivares y José Chastang. Como se observa, un río de la memoria colectiva cordobesa que en La Merced confluye en forma de edificio, de pinturas, de escultura, de grabados, de legajos y de todo esa espuma cultural y patrimonial que deja el intenso oleaje que supone el paso incesante de los siglos.
Un fondo tan ingente como el de la Diputación necesita del trabajo de un amplio equipo de archiveros, restauradores y conservadores. Fundamental, como advierte Francisco Mellado durante la visita, es la labor del Programa de Restauración del Patrimonio que impulsa la administración provincial y que es clave para mantener en buen estado tantas piezas como aquí se conservan, algo que se logra con un plan anual de intervenciones. Otros retos en los que se trabaja son la digitalización del archivo.
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