día mundial contra EL CÁNCER DE MAMA
Pacientes oncológicas en Córdoba: «El cáncer de mama me enseñó a hacer de mi vida un sitio mejor»
salud
Tres mujeres que han superado o se están tratando de un problema oncológico en los senos relatan para ABC cómo la enfermedad les cambió la forma de ser
El 80% de las mujeres de Córdoba con cáncer de mama evita la cirugía invasiva gracias a los avances científicos
CÓRDOBA
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Iniciar sesiónLa de Julia Peno es una historia de superación. El día de los enamorados de 2012, cuando tenía 36 años, resultó nefasto. «Fue entonces cuando me dieron el primer diagnóstico», recuerda la mujer, administrativa del Centro Coordinador del 061 enCórdoba. ... Casada y con dos hijos —en esas fechas de dos y cuatro años— se notó un bultito en el pecho izquierdo, y acudió a su médica de Atención Primaria, «que me derivó al Hospital Provincial para que me hicieran una mamografía: salió que tenía cáncer de mama». La operación fue en pocos días: el 8 de marzo. «Me extirparon el pecho y me dieron ocho ciclos de quimioterapia y radioterapia», indica esta afectada por el mal oncológico contra el que hoy se celebra el día mundial.
«Participé durante un año en un ensayo clínico que me ofreció el doctor De la Haba, porque daba el perfil: cada 21 días acudía en el Hospital de Día del Provincial donde recibía un tratamiento intravenoso de inmunoterapia, que ahora es muy habitual, pero que entonces no era tan normal», añade Julia, que también estuvo tomando pastillas durante cinco años, al cabo de los cuales le dieron el alta, por lo que solo necesitaba ya ir a revisiones periódicas. Los especialistas le reconstruyeron su seno izquierdo en 2014. Y pasaron cinco años de relativa tranquilidad. Hasta que la sombra de la enfermedad volvió a posarse sobre su vida.
«No iba a ir a la cita del diagnóstico precoz: fue mi marido quien insistió... y salió que lo tenía»
María Dolores García
Paciente operada hace un año
«Ahora ya no estaba en el pecho, sino en esternón... La metástasis... Me extirparon el esternón y me pusieron una prótesis... y vuelta a empezar, a someterme otra quimioterapia, y aún sigo en tratamiento cada 21 días pero con inmunoterapia», resume la mujer, que lleva una vida normal aunque la que el cáncer le ha dejado secuelas. «Tengo dolores de espalda y de costillas, y la medicación que me han puesto para que no vuelva la enfermedad me da dolores en las articulaciones..., pero sigo viviendo y eso es lo principal», dice esperanzada.
Cambio de vida
¿Es posible que una enfermedad cuya sola mención provoca escalofríos cambie para bien la vida de alguien? Sí. Un ejemplo lo personifica Irene Liñán, de 42 años, y profesional de la gestión del recinto del Parque Joyero. Hoy soltera y con dos hijos, a esta mujer el problema le viene por vía genética. «Todo empezó porque mi madre tuvo cáncer de mama con 36 años y lo superó, pero con 54 le detectaron otro en el ovario y los médicos nos hablaron de que se podrían deber a una mutación genética: me hicieron a mí la prueba y di positivo, por lo que me advirtieron de que era muy probable que desarrollara cáncer de mama», relata.
En ese momento, los doctores le dieron a Irene dos posibilidades: hacerle un seguimiento exhaustivo u operarla de forma preventiva, que fue la opción por la que se decantó. «Me apunté para que me intervinieran y cuando estaba en lista de espera me diagnosticaron de cáncer de mama: era el año 2016 y tenía 35 años».
A partir de ahí empezó el desolador carrusel del tratamiento: «Me dieron quimioterapia, después me operaron para extirparme los dos pechos, uno porque era el que tenía cáncer y el otro de manera preventiva, y luego me dieron radioterapia, me metieron en un ensayo clínico y estuve cinco años de terapia hormonal», se extiende la paciente, que al año y poco de que le dieran el diagnóstico se sometió a otra intervención para la reconstrucción de sus senos.
«Me apunte para operarme preventivamente y me diagnosticaron el cáncer mientras estaba en lista de espera»
Irene Liñán
Mujer en tratamiento
El cáncer entró de lleno en la vida de Irene cuando ya tenía dos hijos. El mundo que había conocido hasta entonces se partió por la mitad. «Esto afecta a la familia entera, no sólo a quien padece la enfermedad, porque a partir del momento en que te dicen lo que tienes tu vida de pareja y familiar gira en torno a hospitales, a pruebas, a revisiones, y aparecen los miedos, las incertidumbres», reflexiona.
A renglón seguido, Liñán alza la voz para reconocer el papel de los cuidadores, de los acompañantes: «Yo tenía mis miedos y ellos los suyos, pero el enfermo es como la estrella macabra en todo el proceso, y le está permitido quejarse o venirse abajo, pero a ellos, a los familiares o los amigos, el sistema les presta muy poca atención, y tienen además que afrontar sus temores en solitario, en la soledad de las salas de espera en las que apenas tienen información de qué está pasando, porque los protocolos son así, de acuerdo, pero con esa sensación continua de no saber, y encima evitando siempre cargarte a ti con sus preocupaciones porque piensan que ya tienes suficiente con intentar sobreponerte al cáncer».
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Rafa VerdúEn la provincia se realizan unos 500 diagnósticos de la enfermedad cada año
Y cuando acaba el dolor, cuando la curación parece lograda y la esperanza se abre camino tras las tinieblas de los pasillos del hospital y del quirófano es cuando cambia la forma de ver la vida. No es un tópico ni una manera recurrente de buscarle el lado bueno a lo que vino de malo. No. Es lo que le pasó a Irene.
«He aprovechado el cáncer para hacer de mi persona y de mi vida unos sitios mejores. Antes vivía más por rutina, por impulsos mecánicos. Ya no. Ya sé lo que es levantarse una mañana sana y acostarse enferma ese mismo día. Por eso vivo ahora más plenamente, porque agradezco como un regalo el hecho abrir los ojos cada mañana», asegura la profesional del Parque Joyero, que lleva una vida normal aunque con una serie de efectos secundarios del tratamiento con los que afirma que ha aprendido a convivir, y con la preocupación de que las revisiones anuales sean favorables.
«El pasado pasó»
«Sí, ahora soy otra persona: he aprendido a vivir cada segundo, he aprendido que el pasado pasó y que el futuro no ha llegado, porque a veces nos preocupamos por cosas que no van a suceder, y cuando te das cuenta te quitas una losa de treinta kilos», concluye quien recuerda a quien corresponda que «es cierto que el 85 por ciento de los cánceres de mama se curan, pero también que el 15 por ciento no: son los de mama metastásicos, que son los grandes olvidados por la sociedad y por la investigación». Coincide Julia Peno, la empleada del 061: «La necesidad de invertir en investigación es súper importante: sin ella las pacientes de cáncer de mama avanzado no tenemos futuro», suscribe.
«La necesidad de invertir en investigación es súper importante: sin ella las pacientes de cáncer de mama avanzado no tenemos futuro»
Julia Peno
Paciente recuperada
Si los pasos adelante en la prueba de nuevos tratamientos son fundamentales, también lo es el diagnóstico precoz, tal y como subraya María Dolores García, de 55 años y vecina del barrio de Vallellano aunque reside gran parte del tiempo en Sevilla. «El mensaje que les mando a las mujeres es que si reciben un aviso del Servicio Andaluz de Salud (SAS) para hacerse la prueba hay que ir a hacérsela», indica esta ingeniera técnica agrícola a la que le diagnosticaron la enfermedad hace justo un año cuando la Junta de Andalucía le envió un mensaje para que integrara en el cribado. «Yo no iba a ir: fue mi marido quien insistió», reconoce.
«Me encontraba bien y no me había notado nada, pero le hice caso y fui al Castilla del Pino: a los cuatro días me llamaron para informarme de que me tenían que hacer una mamografía con contraste en el Hospital Provincial, porque habían encontrado algo sospechoso; después me hicieron una ecografía y tras ella una bioxia: ahí salió que tenía un carcinoma en el pecho derecho». A María Dolores la operaron a comienzos del pasado diciembre y le extirparon parte del pecho. «He evolucionado bien: me pusieron un tratamiento de pastillas que tengo que seguir durante cinco años; a los dos años y medio cambiaré de pastillas». Sin que sea necesaria la reconstrucción de la mama porque el tumor era pequeño, esta misma semana el Servicio Andaluz de Salud (SAS) le ha informado de que el tratamiento está funcionado bien.
«Pero al principio me lo tomé muy mal, porque soy relativamente joven y tengo tres hijas. Menos mal que soy positiva. Tengo cinco hermanos que me ayudaron mucho. A mi madre, que está muy mayor, no se lo hemos contado ni se ha enterado. Y he tenido mucho apoyo de mi marido», resume la vecina de Valdeolleros, para la que no fue necesario entrar en ningún grupo de autoayuda para superar el bache psicológico, pero sí que ha tenido la oportunidad de compartir experiencias con otras enfermas a lo largo de este último año. «Todas me han animado a seguir adelante, a luchar, porque éste es uno de tipos de cáncer que se detecta antes y que tienen buena solución. A raíz de mi caso una cuñada mía se ha hecho la mamografía y nunca se la había hecho», finaliza la mujer.
La fortaleza interior
Julia Peno apela a la fortaleza que cada cual lleva dentro aunque no sea consciente de ella, y no sólo a la de los pacientes: «Hay que ser muy fuerte para aguantar como pareja en una enfermedad así: pero mi relación está ahora más afianzada, si no es así la destruye», suscribe antes de exponer una queja. «Con lo que no estoy contenta es con que no se me reconozca una discapacidad, y digo discapacidad y no incapacidad, cosa que a día de hoy no he conseguido», afirma la empleada del 061.
«Porque habría que ser más sensible a las secuelas que deja la enfermedad: es verdad que para mí el trabajo es una terapia, y soy afortunada por trabajar en la Administración, porque las pacientes con empleos el sector privado tienen más problemas por las bajas que han de pedir o simplemente para ir al médico, y se encuentran desamparadas», se lamenta Peno.
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