MIRAR Y VER
Tiempo de gracia
Recibimos a Don Jesús, nuestro nuevo obispo. En la ceremonia de toma de posesión, lo contemplamos cercano, emocionado al reconocer tanto don
La toma de posesión de Jesús Fernández como nuevo obispo de Córdoba, en imágenes
Córdoba
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Iniciar sesiónSe nos fue el papa Francisco, tan querido, el de «la Iglesia pobre y para los pobres», el de la tristeza ante el dolor de las periferias, el de la risa abierta y el sano buen humor, el de la Iglesia sinodal y de ... todos, el de la alegría del Evangelio y del amor humano y de la familia, el de la valiente encíclica 'Fratelli tutti', hermanos todos, y el cuidado de la creación. Recibimos al papa León XIV y su llamada universal a la paz «desarmada y desarmante», la que surge de la confianza en que, a pesar de tanta guerra y de todos nuestros descalabros, «el mal no prevalecerá» porque Dios nos ama incondicionalmente. Papa que, siguiendo los pasos de Francisco, quiere ser cauce de unión y comunión, de diálogo y encuentro, de caridad cercana que escucha «el grito de la tierra y de los más pobres».
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Nos despedimos de don Demetrio, ya obispo emérito, aunque se queda en Córdoba, a la que dedicó entrañables palabras «es mi pueblo, sois mi familia», a las que correspondemos, porque el afecto y el cariño es recíproco, hacia quien ha «pateado» -como le gusta decir- la diócesis de pueblo en pueblo y aldea en aldea, ha trabajado y promovido las vocaciones sacerdotales, que nos pide que cuidemos, alentado la caridad y la atención a los más necesitados, acompañado a los jóvenes con entusiasmo y a las diversas y fecundas realidades eclesiales de la diócesis, con su «adelante» y la pasión urgente de quien sabe, porque lo ha experimentado, que: «He gastado mi vida por Jesucristo, el amor de mi vida. Y si mil vidas tuviera, mil vidas le entregaría, sin reservarme nada» y, por ello, le estamos agradecidos.
Y recibimos a Don Jesús, nuestro nuevo obispo. En la ceremonia de toma de posesión, lo contemplamos cercano, emocionado al reconocer tanto don para con él, y, en su sencillez, dejaba entrever un corazón emocionado y conmovido ante la desproporción entre nuestra fragilidad y la grandeza de Dios. Tal vez por esta razón, sus palabras llegan seguras y convincentes. Afirma que «no vale permanecer encerrados entre las cuatro paredes del templo» y llama a «hacer resonar la Buena Noticia en todos los rincones de la tierra», porque «el Evangelio no es solamente un manual para alimentar y guiar la vida espiritual» personal, sino que tiene, tal como expresa el lema de su episcopado, una dimensión de compromiso en la atención preferencial a quienes sufren y con el logro de los derechos más elementales, a la vida, al trabajo digno, a la vivienda, a la libertad religiosa o a educar a los hijos de acuerdo con la propias convicciones, buscando siempre el bien común, para «tejer un mundo nuevo en que reine la justicia, la fraternidad y la paz, antesala del Reino de Dios». Un tiempo de gracia.
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