mirar y ver

Querido Don Miguel

Uno puede ser de donde nace, pero también de donde se hace y usted hizo en Córdoba familia, infancia y formación

La cola de los patios (10-5-24)

Aunque nos encontramos a diario en las clases, donde el alumnado y yo disfrutamos de su inmortal presencia, no hemos tenido ocasión para saborear y comentar el rumor que ha corrido como la pólvora por la ciudad. Dicen que usted nació en Córdoba y no en Alcalá de Henares ... . Esta fue la primera noticia que me asaltó bien de mañana, y, tan despierta como dormida a partes iguales, en ese momento primero del día en el que fluye más la emoción que la razón, cuánto deseé que fuera cierta.

Que es un instante lo que separa la realidad y el deseo, ya me lo enseñó Cernuda. Con el café en una mano y la información en la otra, comprobé que, en constante regreso a lo largo de siglos, de nuevo se levantaba la duda y se debatía en los corrillos del saber, si fue Córdoba, Don Miguel, quien dio a luz su ser y su pluma. Como si fuera un galardón a disputar, todos lo queremos nuestro, quienes lo conocieron han aspirado a poseerlo: Alcalá de Henares, Alcázar de San Juan, Consuegra, Madrid, Sevilla, Toledo, Esquivias y Lucena. Sea como sea, Córdoba debe seguir reclamando para sí que es su patria, porque uno puede ser de donde nace, pero también de donde se hace. Usted lo hizo en Córdoba, familia, infancia, formación... y este debate histórico ha venido a recordarlo.

Como sé que le gustaba escribir y recibir cartas y le he oído decir que «en tres cosas era bien gastado el dinero: en dar limosna, en pagar al buen médico y en el porte de las cartas», me he decidido a escribirle, en el literario sueño de que, como afirmaba en boca del buen Quijote que «la pluma es la lengua del alma», tal vez, pueda desafiar las estrictas normas de la eternidad y decirnos, en una misiva que traspase las lindes del tiempo, de dónde quisiera ser, porque, tal vez, los andantes de la historia nunca sepamos con certeza dónde se escuchó su naciente llanto.

Le agradezco profundamente tanto aprendido de sus palabras y de las de su valeroso y sabio caballero y que lea las mías. Aguardaré pacientemente impaciente su respuesta.

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