Mirar y ver
Averroes tenía razón
No es iluso creer que otro mundo es posible. Esta convicción alienta la infinita labor de cooperantes, voluntarios, misioneros y organizaciones
En medio de un calor asfixiante, tan intenso como la realidad de muchos países del Sur, bajo un sol que no perdona, como tampoco obtendrá clemencia la injusticia de su descarte en las prioridades globales, la IV Conferencia Internacional sobre Financiación del Desarrollo de la ... ONU, pone a prueba la voluntad real de humanidad. Puede correr el riesgo de quedarse en una puesta en escena soberbia, en la retórica de las palabras, en un desiderátum bien intencionado, atrapado entre los muchos intereses que limitan la efectividad. Pero, también es cierto que el desaliento ante la magnitud de las carencias y el pensar que es inalcanzable conseguir unas condiciones de justicia e igualdad para todos los pueblos de la tierra, es senda segura hacia la inacción.
No es iluso creer que otro mundo es posible. Esta convicción alienta la infinita labor de cooperantes, voluntarios, misioneros y organizaciones, que trabajan por erradicar el hambre, la pobreza y las dificultades de acceso a la educación, la sanidad y el progreso; y también es la esperanza de pueblos que no se resignan, porque ambos saben que, tras cada financiación no concedida, hay agua que no llega, escuelas y comunicaciones que no se construyen, dispensarios sin recursos, cooperativas que no se sostienen, sociedades que no avanzan. La inestabilidad económica global, la paz amenazada, el consiguiente aumento del gasto militar y la ambición desmedida están provocando una peligrosa reducción en los presupuestos destinados al desarrollo y la ayuda humanitaria.
Por ello, esta conferencia es tan necesaria. Como aseguró Guterres, «estamos en Sevilla para cambiar el rumbo». En ella, con representantes de países del Norte y del Sur, la voz de todos se deja oír, silenciada en otros foros. El rey Felipe VI inició su discurso de apertura con las palabras del cordobés Averroes: «La ignorancia lleva al miedo, el miedo lleva al odio, y el odio a la violencia» para subrayar la necesidad de recuperar «nuestra maltrecha confianza en la Humanidad», «como el mejor y más duradero camino hacia la paz y el progreso».
Diversas organizaciones católicas, presentes en la Conferencia, -entre ellas Manos Unidas, cuya delegación en Córdoba y en toda la provincia realiza un trabajo encomiable a favor de los pueblos más empobrecidos-, reclaman que se cumpla con el compromiso histórico de destinar el 0,7 % del PIB a la Ayuda Oficial al Desarrollo, y piden la condonación de la deuda externa de aquellos países que soportan una carga insostenible, que hipoteca la vida de millones de personas, impidiendo cualquier posibilidad de prosperar.
La desigualdad tiene profundas causas estructurales y exige una respuesta política, que garantice el principio del destino universal de los bienes y sitúe la dignidad humana por encima de cualquier otro interés. No se trata de una utopía ingenua pedir un mundo más justo, más hermano. Lo verdaderamente necio —e irresponsable— es pensar que podremos sobrevivir sin él.
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