VER Y MIRAR
Álvaro o la ternura
A la puerta de la guardería, está a punto de enfrentarse a una de las proezas más desafiantes de su vida
Córdoba
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Iniciar sesiónEl verano y sus dones se pegan a las entrañas como sábanas remolonas que nos retienen, pero volver a empezar es siempre una atrayente provocación. Para muchos, el año se inicia en septiembre, con sus expectativas, buenos propósitos y deseos como si fuese Navidad ... . Pero septiembre tiene la magnitud de todo lo que toca la primera vez. Esta semana así ha sido para muchos pequeños. Más de ocho mil menores de 0 a 3 años han comenzado el curso en los centros de Educación Infantil de Córdoba, siendo los de los barrios más nuevos, a diferencia del casco antiguo y el centro, los que han concentrado la más alta demanda de plazas.
Todavía no camina con seguridad, de estreno de uniforme, sus zapatillas impolutas y una mochila tan grande como su inocencia, no sabe adónde va, tampoco lo pregunta, porque aún posee solo algunas palabras. A la puerta de la guardería, está a punto de enfrentarse a una de las proezas más desafiantes de su vida. No quiere separarse de su madre, ¿cómo va a querer?, nadie quiere hacerlo se tenga la edad que se tenga. Hace pucheros, llora y fija en ella los ojos de pena infinita que le reboza en lágrimas que no caben en su pequeño cuerpo. Su madre también lo mira, mientras mantiene a raya la suya, con un gesto amoroso tan intenso como capaz de serenarlo y asegurarle que no hay nada que temer, que ella estará siempre.
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Conozco esa mirada que cautiva, la de la ternura, la misma de todos, cuando nos sentimos vulnerables y frágiles, o cuando nos trasciende lo verdaderamente bello, bueno y verdadero. Pienso, entonces, que somos necesitados de ternura. Frente a la emotividad pasajera y cursi contemporánea, la ternura es afecto real, compromiso, expresión sutil, mirada, caricia, abrazo, beso, docilidad, voluntad de amar, cuidado y consuelo. En la velocidad superficial que nos envuelve y nos impide ver, es atención, escucha, comprensión y palabra afable. Ante la dureza e indiferencia contemporánea que nos petrifica, la ternura es calidez, amabilidad, delicadeza protección y ayuda. La ternura nos conmueve porque en ella nos reconocemos más humanos y porque, según Silvio Rodríguez, «entre el espanto y la ternura la vida canta».
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