Patrimonio

La maqsura de la Mezquita-Catedral de Córdoba, cirugía a corazón abierto

ABC accede a las entrañas de la intervención de la joya artística más admirada del monumento

La restauración ha encontrado en el interior de las cúpulas capas posteriores realizadas en el barroco

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El canónigo obrero de la Catedral, Pedro Soldado, en la cúpula oriental Valerio Merio

Al pisar las cubiertas se multiplican las noticias, saltan los datos relevantes, aquello que es bueno que un periodista escuche para que la gente que no pisa los tejados lo conozca. ABC va de camino al exterior de las cubiertas de la maqsura, ... la zona que muchos conocen como el mihrab, aunque sólo sea una parte, y los arquitectos de la Mezquita-Catedral explican datos que no tienen que ver con la obra cenital de Alhakén II.

Al norte está el Patio de los Naranjos y la fila de los turistas que buscan entrar al monumento, y Gabriel Ruiz Cabrero fija la mirada en las almenas. «Los omeyas se fijaron en la arquitectura persa, oriental, y estas almenas son de esa influencia. De vez en cuando se reponen, pero enseguida se cubren de líquenes», cuenta.

Y un poco más allá, las tejas, que se reponen sin pausa para evitar filtraciones, con la atención de anticipar los problemas antes de que aparezcan. Los arquitectos y obreros del Cabildo compran material de obra de desecho antiguo, porque es el más parecido al original de la Mezquita-Catedral.

De camino por los senderos que están entre los techos de las naves milenarias, al pasar por el rosetón de la Catedral gótica y mirar las piedras con fósiles del remoto mar de Tetis, se llega hasta las cubiertas de la maqsura. Dentro serán las yeserías, la ornamentación, las piñas y los dorados; allí están tejas, cubiertas, enfoscados.

Para hablar de la obra de restauración hay un coro, que cada cierto tiempo sube por los andamios para seguir el trabajo, y es un coro polifónico, con voces distintas, cada una con una función. Gabriel Ruiz Cabrero y Gabriel Rebollo son los arquitectos, Raimundo Ortiz el arqueólogo que se encargó de los previos y sigue con los actuales, Anabel Barrena dirige al equipo de restauradoras que se encarga de la ornamentación y de lo que se tiene que identificar como artístico, y el canónigo obrero de la Catedral, Pedro Soldado, que supervisa en nombre de la entidad que invierte 3,8 millones de euros. ABC está en las tripas de una intervención trascendental.

Queda todavía mucho trabajo, pero el exterior de las cubiertas está avanzado, sobre todo en la oriental, que está enfoscada, mientras que la central, la que por dentro mostrará la decoración más bella, tiene la piedra a la vista.

Y no es la vista que se espera: está llena de huecos, imperfecciones, como sin esmero. Lo explica Gabriel Rebollo: «Hay que tener en que cuenta que la piedra nunca estaba a la vista, sino que se enfoscaba y por lo tanto se tapaba. Lo de dejar la piedra a la vista es muy reciente, del siglo XX».

Esa construcción no tenía que verse, como no se ve la de la cúpula oriental, la más alejada de la calle Torrijos para el que busca una ubicación. El enfoscado protege con su capa una piedra que es blanda y dúctil, que se puede trabajar de muchas formas, pero que también es frágil.

Trabajos en una de las cubiertas Valerio Merino

La roca caliza de la Sierra de Córdoba, con el color amarillo de las iglesias fernandinas, es agradecida, pero también se disgrega con facilidad y por eso se protege. La obra permitirá en parte recuperar los colores originales, que no podían ser otros que el blanco y el rojo almagra, los que están en los arcos, como si ya desde el siglo X se supiese que tenían que ser las señas de identidad de un conjunto que no dejaba de crecer.

No se han registrado problemas de gran calado, pero sí pequeñas grietas, que se han reparado. En algún momento se escucha la palabra xilófagos, que designa a los insectos y agentes que se alimentan de madera, y de eso están hechas las vigas que sustentan lo que allí es estructura y debajo una belleza que admira. Y sí, hubo algunas señales, pero antiguas.

Intervenciones

Los andamios cercan a la nave central, todavía sin el enfoscado, y allí explica Gabriel Rebollo que una zona algo más alta, recrecida le llama, que es el resto de una obra que dirigió Ricardo Velázquez Bosco, uno de los grandes arquitectos que en el siglo XX dirigió obras de restauración e investigación en el monumento. Y allí quiere insistir en lo que busca esta obra que llega después de tanta investigación: «No se está borrando la huella islámica, sino que tiene cada vez más presencia y nos preocupamos por ella».

Gabriel Ruiz Cabrero responde a una pregunta sobre las celosías que se ven desde el exterior. Son de varias épocas, algunas incluso visigodas, y algunas se han rescatado, para que cumplan su función, porque permiten el paso del aire, pero no de cualquier animal que pueda perjudicar. Con esta obra además se conseguirá evitar la humedad con la ventilación original.

Por un camino distinto del anterior, en que los arquitectos identificaban las partes en que terminaba una fase y empezaba a otra, se vuelve al suelo y de ahí otra vez arriba, pero por el interior.

La cúpula central, la que tiene más decoración y donde está el mihrab que sirve para designar a todo el conjunto, es la única que ahora está libre de andamios: el equipo de restauración trabaja en la occidental y sobre todo ahora en la oriental, y allí, justo hasta el lugar en que hay que agacharse porque está la cúpula de yesería, sube Anabel Barrena.

Las cúpulas tuvieron colores y se mostrarán restos encontrados en pequeña cantidad, pero no será una reintegración

Allí, en el último nivel, el lugar que se mira desde abajo, trabajan las restauradoras. «Después de analizar el estado de conservación con los estudios previos, se encontró que todo el espacio estaba enmascarado por superposiciones de cales, que hasta el siglo XX han ido reparando y ocultando problemas de tipo estructural que habían aparecido», cuenta.

Han quedado algunos de estos elementos como testigos, pero la mayoría de estas capas superpuestas se han retirado. Ha aparecido una intervención barroca, la que se hizo cuando se hicieron las obras de la capilla del Cardenal Salazar, en el siglo XVIII. Es el lugar en que está ahora el tesoro, junto a la maqsura, y probablemente los golpes y efectos de las obras crearon problemas, al menos por el este.

«El aspecto no va a cambiar, porque no se está descubriendo el original, que está enmascarado», cuenta Anabel Barrena, pero sí se encuentran los niveles originales que dejó la obra de Alhakén II, y a la que se añadieron después las intervenciones.

No han faltado problemas, porque han aparecido grietas y filtraciones por humedad, que se taparán con inyecciones de cal para compactar y consolidar el espacio. El aspecto no será demasiado distinto, pero ahora sí se terminará el peligro de que algunas zonas caigan, porque se está consolidando toda la cúpula. Ahora las restauradoras se aplican en los dorados y en las yeserías que pocos han visto tan cerca como para poder tocarlos.

La obra de la capilla del Cardenal Salazar creó problemas y grietas que hubo entonces que resanar

Aquí llega la pregunta del color: ¿estaban las cúpulas de los lados policromadas, como la central? La respuesta es que sí y han aparecido restos de color. «Todo estaba decorado, incluidos los nervios de la cúpula, pero sólo se han salvado algunos pequeños dibujos que estaban ocultos por los morteros. Debió de ser una verdadera maravilla, una especie de tapiz, pero queda muy poco», dice.

Es algo más abundante en la zona occidental, y se consolidará también todo lo que que aparece, pero no habrá reintegraciones ni nada que se parezca al esplendor que ahora mismo sólo está en el centro, que sigue a la espera porque todavía faltan más de dos años. El trabajo y el tiempo dirán qué falta, pero sí es seguro que el mismo coro polifónico lo seguirá hasta la última decisión y hasta que los andamios se retiren.

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